Uno de ellos le preguntó al otro:
– ¿Aún te acuerdas de los guardias?
– No, he podido olvidar todo. ¿Y tú?
– Yo sigo odiándolos con todo mi ser –
respondió.
El amigo lo miró con tristeza y le dijo:
– Entonces aún te tienen preso.
Esta fábula nos indica que el rencor es un arma
de doble filo, mientras sentimos un enfado profundo y persistente hacia otra
persona, nos estamos haciendo daño a nosotros mismos. Al odiar y sentir sed de
venganza, no lastimamos al objeto de nuestros sentimientos sino que nos impedimos
reencontrar el equilibrio emocional y, a la larga, incluso podemos enfermar.
¿Por qué aparece el rencor?
El rencor es una desazón que se produce cuando
creemos que otra persona nos ha ofendido, maltratado o humillado de alguna
manera. Generalmente se debe a un insulto u ofensa o a un engaño y abuso de
confianza. De una forma u otra, en la base del rencor se encuentra una
expectativa incumplida. Creemos que una persona debe comportarse con nosotros
de cierta manera y cuando hace justo lo contrario, a veces no solo nos sentimos
decepcionados sino también frustrados y enfadados.
Cuando creemos que esa persona ha violado
nuestros derechos y nos ha causado daño, aparece el resentimiento. Si esta
sensación no se deja ir sino que se alimenta continuamente con el deseo de
venganza, se convierte en un profundo rencor, en un sentimiento irascible que
nos llena por completo y no deja espacio para nada más.
El rencor surge de una acción que consideramos
ofensiva y que produce un profundo malestar pero somos nosotros quienes
perpetuamos ese sentimiento, somos nosotros quienes decidimos consumirnos a
fuego lento y permitimos que ese malestar se apodere de nuestra vida.
¿Cómo perpetuamos el rencor?
No siempre somos conscientes de que estamos
alimentando el rencor, a veces lo hacemos de forma automática, dándole rienda
suelta a nuestros pensamientos y dejando que se regodeen con sus ansias de
venganza.
Los principales mecanismos a través de los
cuales permitimos que el rencor se enquiste son:
– Resistirse a pasar página y recordar
continuamente lo ocurrido. Las
personas rencorosas se niegan a hacer las paces y a olvidar la afrenta, vuelven
sobre el hecho una y otra vez, como si fuese un disco rayado. Obviamente,
cuando el daño ha sido grave, no podemos olvidar en el sentido literal del
término pero podemos aceptar emocionalmente lo ocurrido y, aún así, elegir
seguir adelante. Cuando aceptamos una experiencia dolorosa, le restamos su
impacto emocional negativo, cuando no la aceptamos le damos más poder para
seguir causándonos daño.
– Fantasear continuamente con
la venganza. A veces imaginar cómo habríamos podido
responder en determinada situación tiene un poder catártico ya que nos permite
liberar las tensiones sin hacer que la sangre llegue al río. Sin embargo, las
personas rencorosas se regodean fantaseando con la venganza, hasta tal punto
que esta se convierte en una obsesión. De esta forma se mantienen atados al
rencor y lo alimentan.
– Asumir una visión
parcializada del hecho. Cuando
sufrimos una herida emocional, reaccionamos con dolor y el rencor puede sentar
casa. En esos momentos nuestra mente se nubla y vemos la situación desde una
perspectiva muy parcial. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, vamos
captando más detalles y hasta llegamos a comprender por qué la otra persona
actuó de cierta forma. Sin embargo, la persona rencorosa se parapeta en su
visión de los hechos y cree que solo ella tiene la verdad, creyendo que el otro
está equivocado y que el mundo es un lugar hostil. El rencor se convierte en un
cristal a través del cual valora lo ocurrido y le conduce a ignorar cualquier
aspecto positivo.
Los daños que provoca el rencor
La persona rencorosa piensa que le está
haciendo daño al otro porque no le perdona pero en realidad, el mayor daño se
lo está haciendo a sí misma. De hecho, aunque pueda parecer un contrasentido, a
menudo causa más daño el rencor que la ofensa recibida.
El rencor hace que la persona:
– Se convierta en un reservorio
de sentimientos negativos. El
resentimiento no viene solo, se acompaña con tristeza, ira y frustración,
estados que se autoalimentan y al crecer, no dejan espacio para sentimientos
más positivos. De esta forma, la persona rencorosa no logra disfrutar de la
vida, es como si arrastrara un fardo muy pesado permanentemente.
– Actúe de manera irascible. Las emociones intensas, como el rencor, terminan nublando la
razón por lo que es más fácil que la persona se convierta en una víctima del
resentimiento y este le conduzca a tomar malas decisiones, decisiones que
incluso pueden apartarle de las persona que ama y conducirle a la soledad.
– Enferme. Cuando las emociones negativas se convierten en pan cotidiano,
no solo terminan provocando desequilibrios psicológicos sino también diferentes
problemas de salud. El odio y el rencor pueden somatizarse y provocar problemas
de salud. Una investigación que recogió los datos médicos de casi 10.000
personas descubrió que aquellas que solían guardar rencor también reportaban un
mayor número de infartos, enfermedades cardíacas, hipertensión, úlceras, artritis
y dolor crónico.
Recuerda que la única manera de vivir consiste
en dejar el pasado en el pasado. No te conviertas en un juez irascible, aunque
el daño infringido haya sido grande, intenta perdonar y mirar al futuro.
Aprender a dejar ir el rencor vale la pena, el
mayor beneficiario serás tú mismo.
La trampa del odio y el rencor
A una consulta de Psicología a menudo llegan
personas que dicen odiar o sentir rencor hacia su ex pareja, el hijo o el padre
que le abandonó, los políticos, los curas, los extranjeros… En fin, la lista de
personas que se pueden odiar es prácticamente infinita.
Muchas veces estas personas tienen una razón de
base, de una u otra forma, se han sentido abandonados o engañados y esto ha
despertado ese sentimiento negativo tan fuerte. Lo curioso es que todos ellos
piensan que al odiar, le están haciendo daño al otro. No se dan cuenta de que
se están haciendo daño a sí mismos.
El rencor y el odio son dos sentimientos muy
profundos que se arraigan y terminan desequilibrando nuestra mente y cuerpo.
Porque cualquier sentimiento negativo que experimentemos, sobre todo si está
presente durante años, termina pasándonos la cuenta y volviéndose contra
nosotros.
El odio y el rencor, a la larga, es un profundo
resentimiento y se basan en la necesidad de decir algo que jamás se ha podido
expresar (o al menos no con la intensidad que la persona desearía). La persona,
de cierta forma, se siente defraudada y comienza a generar dentro de su mente
una serie de ideas negativas contra ese enemigo. Con el paso del tiempo, estas
ideas aumentan su intensidad y pueden provocar numerosos problemas, desde la
ansiedad hasta enfermedades psicosomáticas (de hecho, incluso hay escuelas de
pensamiento que afirman que el odio profundo es una de las causas del cáncer,
pero esto aún no se ha demostrado científicamente).
De una forma u otra, lo cierto es que ir por la
vida cargado de odio y rencor es como tener que llevar siempre un pesado fardo
a nuestra espalda que no nos deja ser del todo felices. Entonces, además de
albergar sentimientos negativos, te estás negando la oportunidad de ser feliz.
En resumen, lo veas por donde lo veas, estos sentimientos no generan nada
positivo. Por eso lo mejor es trabajar para canalizarlos y eliminarlos de una
vez y por todas.
¿Cómo eliminar el odio y el
rencor?
1. Habla con la persona que te
ha ofendido y cuéntale cómo te has sentido. En el caso de que no puedas hacerlo, puedes utilizar la
técnica de la silla vacía. En práctica, te colocas delante de una silla e
imaginas que allí se encuentra esa persona. Dile todo lo que piensas. Te
aseguro que se trata de una técnica con un elevadísimo poder catártico, te
sentirás muchísimo mejor cuando termines.
2. Acepta la imperfección. Tanto las personas como las organizaciones son imperfectas y
no siempre pueden satisfacer todas tus necesidades y expectativas. Es
importante aprender a vivir con eso.
3. No te conviertas en juez. Detrás del odio y el rencor casi siempre se esconde un juicio
y la sensación de que eres mejor que la otra persona (la que cometió el error).
En realidad, todos somos diferentes. Aprender a juzgarnos solo a nosotros y no
ir por la vida vistiendo la toga del juez no solo te ayudará a eliminar estos
sentimientos negativos sino que te hará mucho más feliz.
4. Acepta que todo cambia. El mundo está en continua transformación y las personas con
él. Quizás no te has dado cuenta de que esa persona ha cambiado, solo porque
estás demasiado imbuido en la imagen que te has construido de él y que ya no se
corresponde con la realidad.
5. Aprende a dejar ir. En la vida nos pueden pasar muchas cosas que consideramos
injustas. A veces, lo mires por donde lo mires, es difícil encontrarle el lado
positivo. En esos casos, lo mejor es dejar ir el rencor y el odio.
Por Jennifer Delgado
Fuente: Rincón Psicología
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