La Sensibilidad en el Procesamiento Sensorial
La Sensibilidad en el Procesamiento Sensorial (SPS) es un conjunto de rasgos neuropsicológicos descubierto en la década de los 90. Elaine y Arthur Aron fueron los psicólogos que comenzaron a estudiarlo y a establecer sus límites.
Las personas que poseen este conjunto de rasgos tienen una sensibilidad más alta que les facilita la detección de pequeñas diferencias entre los estímulos. También pueden procesar la información sensorial a un nivel más profundo que el resto de la población.
Estos autores relacionaron la SPS con un tipo de personalidad que denominaron “Persona Altamente Sensible”. Se piensa que en la actualidad entre el 15 y el 20% de la población posee este rasgo.
Características de las Personas Altamente Sensibles
Cada día nos relacionamos con decenas, cientos e, incluso, miles de personas. Cogemos el metro, vamos en autobús, paseamos por la calle, compramos, etc.
Cada situación parece hecha para ser compartida con desconocidos. Compartimos asiento con personas que pueden ser totalmente diferentes a nosotros. Personas con distintas ideas, distinta educación y distinta forma de comprender el mundo.
No es de extrañar que, de vez en cuando, nos encontremos hastiados de esta obligación de la convivencia en sociedad. Pero esto se complica cuando eres una persona con una hipersensibilidad especial. Es lo que ahora se ha empezado a denominar PAS – Personas Altamente Sensibles.
Tras alguien así se encuentra una necesidad urgente de estima y una visión altamente subjetiva de la realidad. No es que quieran llamar la atención, es que el cariño normal no parece suficiente.
No es que sean cabezones, simplemente su forma de ver el mundo es así. Tienen la reactividad en guardia y la sensibilidad a flor de piel.
Ahora, seguramente, te estés reconociendo. Y con esto podrían explicarse muchas cosas que te ocurren normalmente. Tienes la autoestima minada, estás agotado de estar en guardia, a menudo te aíslas socialmente. Has perdido amistades con facilidad y te cuesta adaptarte a tu entorno laboral.
Crees que estás en guerra con el mundo pero, lo siento, sólo estás luchando contra ti mismo. Por eso te defiendes constantemente, aunque tu peor enemigo no es otro que tú mismo.
No estás sólo, no es el mundo contra ti. Es la subjetividad la que no te está dejando ver que cada uno sufre su propia tragedia. Como diría Platón, sé comprensivo, porque cada persona que encuentres en tu camino está librando una dura batalla.
Todo sería un poco diferente si aprendieras a relajarte, si bajaras la guardia, si aprendieras a convivir contigo mismo. Hacerlo te abriría al mundo. Tienes tu propia coraza montada. Seguramente ni te aguantes. Pero eres tan poco objetivo que no ves todo lo que tienes. No eres consciente de cómo eres, todo lo que vales y puedes ofrecer. Conocerte, mimarte y quererte cambiaría mucho tu vida. Deberías darte una oportunidad.
Vivir en guardia, como decíamos, es agotador. Estar alerta, con la coraza puesta y las uñas preparadas está trayendo repercusiones muy serias. Especialmente porque no estamos solos en el mundo. Si bien es cierto que esta forma de sentir y ver la vida, bien llevada, no tiene porqué ser negativa. El problema es cuando se nos ha ido de las manos y dejamos de ser sensibles para convertirnos en susceptibles. Un drama, vamos.
Cómo canalizar toda esa sensibilidad
Expresarnos de manera artística nos hará romper y abrirnos, descargar nuestra sensibilidad más fina. Así podremos regresar al mundo con la piel más dura. Pinta, escribe, haz fotos al desayuno para Instagram, pero crea. Haz algo con todo lo que te atormenta, canalízalo y sácale partido. Suena demasiado fácil. Me siento, pinto y coloreo y me como el mundo. Tampoco es eso, pero con sencillas claves podemos empezar a trabajar.
En primer lugar, tus opiniones. Sabes de sobra que en frío no eres objetivo, que, además, te pierde la boca. En caliente tiendes a dramatizar, haces un mundo de todo. Luego vienen los arrepentimientos cuando a las 24 horas sabes que realmente no tenía tanta importancia como le habías dado. ¿Solución? Espera, aguanta un día. No envíes ahora el e-mail lleno de rabia ni abras el WhatsApp para cantarle las cuarenta. Sólo espera.
Aparte te encanta emitir un veredicto sobre los demás. Le juzgas y hasta buscas un castigo psicológico. Deberías suspender ese juicio, dejar de fiscalizar a los demás. Entender que no hay buenos ni malos, y no todo es blanco o negro. Todo es relativo y seguramente, al no conocer el 100% de la otra persona, te estés equivocando.
Pero, además, te encanta hacer de adivino. Decides pronosticar conductas ajenas. Con tu imaginación te inventas mil y un conflictos, distintas discusiones en las que tú siempre tienes la razón. Esperas que el otro venga y decida rogarte tu perdón. Pero nunca es como te imaginas y luchas de manera incansable para montar el lío. Todo sería más fácil si dejaras de proyectar lo que tiene que suceder, serías más inmune a la decepción.
Tienes sensibilidad, sí, pero no tanta empatía como crees. Es más fácil calzarte unas zapatillas que alfombrar el mundo entero. Debes ser tú el que gane flexibilidad, el que empiece a acomodarse al mundo. Practica la empatía.
Y por último, evita los conflictos. Evita todas esas posibles situaciones que saben que en algún momento te van a meter en un lío. ¿Eres un paranoico si leen tus whatsapps y no te responden de inmediato? Fácil, desactiva la hora de conexión y el doble tick azul.
Como siempre, en la vida te va a afectar sólo lo que tú decidas que te afecte. Cada uno tenemos una serie de características, habilidades y, por supuesto, sensibilidades. Nunca debemos pensar que lo que tenemos o nos pasa es un castigo. Al contrario, de esas debilidades podemos obtener nuestras fortalezas.
Utiliza todo lo que tengas en tu mano para crecer y ser mejor. Merece la pena.
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