De hecho, a veces la sabiduría
popular encuentra un respaldo en la ciencia. En ciertos casos, reprimir
nuestros sentimientos y pensamientos, por miedo a ofender a los demás o
mostrarse vulnerables, puede terminar causándonos daño a nosotros mismos. Las
emociones que se acumulan nos hieren en silencio, se convierten en fantasmas
que dañan nuestro cuerpo y mente.
Si no expresas tu malestar, es
probable que la persona que te está haciendo daño no sea plenamente consciente
de las consecuencias que sus palabras o actitudes tienen sobre ti. Muchas veces
esperamos que sean los demás quienes se den cuenta de que están traspasando los
límites, que adivinen nuestros sentimientos y pensamientos.
Quienes nos rodean no son adivinos y,
si bien es cierto que pueden intuir algunas cosas, a veces pueden estar
demasiado ensimismados en sí mismos como para darse cuenta del impacto negativo
que tienen sus palabras o comportamientos. Por tanto, nos corresponde a
nosotros hacer notar que nos están causando daño. Debemos encontrar un
equilibrio entre esos momentos en que es más sabio callar y aquellos en los que
es necesario hablar para defender nuestras necesidades y proteger nuestro
equilibrio emocional.
Las
emociones reprimidas se transforman en problemas psicosomáticos
Mente y cuerpo forman una unidad, por
lo que no es extraño que las emociones y sentimientos reprimidos terminen
expresándose a través de problemas psicosomáticos. Un estudio muy interesante
realizado en la Universidad de Aalto reveló cómo impactan las diferentes
emociones en nuestro cuerpo, generando reacciones diversas. La ira contenida,
por ejemplo, se ha asociado con el doble de riesgo de sufrir un infarto, lo
cual no es extraño ya que si nos fijamos en la figura que aparece a
continuación, se puede apreciar que las manifestaciones de la ira se concentran
en la parte superior del cuerpo.
También se conoce que el estrés dispara la producción de cortisol, una hormona que genera procesos inflamatorios muy dañinos para las células de nuestro organismo y que se encuentran en la base de enfermedades tan graves como el cáncer.
De hecho, un estudio clásico realizado en la Universidad de Stanford desveló que las personas con tendencia a reprimir sus emociones, catalogadas como "personalidades represoras", reaccionan con una activación fisiológica mayor ante las situaciones desafiantes que las personas que padecen ansiedad.
También se conoce que el estrés dispara la producción de cortisol, una hormona que genera procesos inflamatorios muy dañinos para las células de nuestro organismo y que se encuentran en la base de enfermedades tan graves como el cáncer.
De hecho, un estudio clásico realizado en la Universidad de Stanford desveló que las personas con tendencia a reprimir sus emociones, catalogadas como "personalidades represoras", reaccionan con una activación fisiológica mayor ante las situaciones desafiantes que las personas que padecen ansiedad.
En sentido general, las personas con
tendencia a silenciar sus sentimientos tienen un mayor riesgo de que estos
salgan a la luz bajo la forma de síntomas psicosomáticos, que van desde las
tensiones musculares y el dolor de cabeza hasta problemas gastrointestinales,
dermatológicos o enfermedades aún más graves y complejas. La calma del represor
tiende a pasarle una gran factura a la salud.
Desahogo
emocional: Expresar tus sentimientos es clave para tu bienestar
Durante demasiado tiempo se consideró
que era de mal gusto ventilar las emociones. De hecho, de niños nos enseñaron
que no debíamos llorar ni enfadarnos. Como resultado, muchos adultos jamás han
aprendido a gestionar asertivamente sus estados emocionales, simplemente los
reprimen.
Neurocientíficos de la Universidad de Wisconsin han apreciado que el cerebro de quienes han desarrollado una "personalidad represora" funciona de manera relativamente diferente. En práctica, los mensajes inquietantes o perturbadores tardan mucho más en pasar de un hemisferio al otro. Sin embargo, no ocurre lo mismo con los mensajes neutros o positivos, lo cual indica que se trata de una reacción aprendida a lo largo del tiempo.
Neurocientíficos de la Universidad de Wisconsin han apreciado que el cerebro de quienes han desarrollado una "personalidad represora" funciona de manera relativamente diferente. En práctica, los mensajes inquietantes o perturbadores tardan mucho más en pasar de un hemisferio al otro. Sin embargo, no ocurre lo mismo con los mensajes neutros o positivos, lo cual indica que se trata de una reacción aprendida a lo largo del tiempo.
No obstante, el desahogo emocional es
clave para nuestro bienestar psicológico y físico. Hablar sobre cómo nos
sentimos o cómo los demás nos hacen sentir, sin miedos, nos permitirá
desarrollar relaciones interpersonales más maduras y auténticas, a la vez que
nos ayudará a establecer límites saludables.
¿Cómo
lograrlo?
1. Sé consciente de tus emociones y
su causa. Si una persona siempre ha reprimido
sus emociones, es probable que le cueste profundizar en las mismas. Aun así, es
fundamental que aprendas a identificar lo que sientes, que diferencies la rabia
del rencor, por ejemplo, y seas capaz de detectar qué te hace sentir así. Se
trata de un profundo ejercicio de autoconocimiento para el cual necesitas
ampliar tu vocabulario emocional a través de esta lista de emociones y
sentimientos.
2. Asume que todo tiene un
límite. Los límites no son negativos, todo lo
contrario, ya que permiten que las otras personas sepan hasta dónde pueden
llegar. Si no pones límites en tus relaciones interpersonales es probable que
los demás terminen aprovechándose de tu bondad o de tu capacidad para soportar
todo sin decir nada, tensando cada vez más la cuerda. Es importante que esos
límites te garanticen la satisfacción de tus necesidades.
3. Decir lo que piensas no tiene por
qué dañar a los demás. Defender tus
derechos no implica dañar a los demás. No tienes que convertirte en un kamikaze
de la verdad, pero aguantar estoicamente las críticas malsanas y los embates de
las personas tóxicas solo te hará daño. Lo ideal es que aprendas a decir lo que
piensas y sientes en el respeto al otro, pero asumiendo una postura firme.
4. Busca una manera asertiva de
desahogarte. No siempre puedes decirle
directamente a los demás lo que sientes. Sin embargo, eso no significa que
debas silenciar esas emociones. Puedes darle salida a través de técnicas como
la silla vacía, en la cual imaginas que la persona con la que quieres hablar se
encuentra justo delante de ti.
Sin embargo, debes tener cuidado
porque psicólogos de la Universidad Estatal de Iowa han comprobado que algunas
maneras de ventilar las emociones pueden tener el efecto opuesto, haciendo que
te sientas peor. La clave radica en encontrar la manera de practicar el
desahogo emocional de manera que te permita recuperar el equilibrio perdido,
escapando del control que ejercían esas emociones desde tu inconsciente.
Autor: Jennifer Delgado Suárez
Fuente: Rinconpsicologia.com
Fuente: Rinconpsicologia.com
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