¿Qué tan abiertos estamos todos los seres humanos a
dejarnos guiar por algo que no vemos y que muchas veces, ni siquiera sentimos?
Yo diría que muy poco.
La mayoría de las personas, están acostumbradas a
rezar a manera de súplica, es más, hasta poniendo en evidencia algún sacrificio
a cambio del fabuloso favor.
“Por favor Diosito, cuida a mis nietos hoy y
permite que mi sobrina Juanita obtenga ese trabajo, porque lo necesita, porque
necesita dinero, porque ya es justo que tenga su primer trabajo y de paso, te
pido por favor que mi comadre mejore de su tos, porque ha estado tan malita”.
Te lo pido señor amén. ¡Ah! Y te prometo que ya no seré tan criticona, lo
prometo, amén.
¿Les suena conocida ésta manera de rezar? Entonces,
¿confiamos en “ese” Ser superior o no confiamos? Porque ese tipo de oración
demuestra claramente que no existe la menor confianza en el poder de ese Ser
superior, ni la menor fe, ni nada. Sólo vacío.
“Por favor Diosito, salva a mi compadre y permítele
salir bien de su operación, su familia lo necesita y tú sabes que es una buena
persona, por favor te lo pido, amén”. ¡Lo mismo!
Porque es tan fácil como entender algo: Si hay
un Ser superior que nos ama, si él sabe perfectamente lo que
es mejor para nosotros, para nuestra vida y en el momento justo. Ese Ser
superior además, sabe muy bien, si los nietos de esa mujer, necesitan que les
suceda algo especial para que aprendan algo, si ese trabajo que solicitó la
sobrina no le conviene y por eso no se lo darán y si la comadre debe salir o no
de su tos, porque tal vez es una lección para el médico que la atiende.
O tal vez ese Ser superior, sabe perfectamente que
ese compadre ya cumplió en este plano con lo que tenía programado y ya es hora
de irse. Y que es necesaria su muerte física para que el hijo menor del
compadre no deje la universidad y que su esposa aprenda a valerse a por sí
misma.
Sólo pocas, realmente muy pocas personas, tienen
fe. La mayoría pertenece al grupo de “creo pero…”, “creo sólo sí…”, por lo
tanto, para ellos la eficiencia de un Ser Superior, sólo es tangible cuando
dicho Ser Superior “cumple sus deseos”. En caso de no ser así, dejan de lado
dicha fe.
Y no crean que esto me lo he sacado de la
imaginación, para nada. Yo misma pertenecía a éste maravilloso grupo de “creo
pero…”, “creo sólo si…”, Y lo mismo esperaba lo mejor para un examen, esperaba
lo mejor para mi vida amorosa, esperaba lo mejor en una solicitud de trabajo.
Claro, nunca funcionaba. Y cuando llegaba el resultado a parecerse a lo
solicitado, entonces volvía yo a “creer”. Qué bonito ¿no?
Ha pasado ya mucho tiempo desde aquellos días, vaya
que sí. Porque ya sea la edad, la experiencia o la simple observación, el hecho
es que ahora estoy plenamente consciente de que a Dios, al Universo,
no se le reza, se le entrega.
Si confío, entrego, y esa fuerza maravillosa y
grandiosa, decidirá lo que es mejor. Aunque lo mejor por ahora, no lo parezca.
No lo parezca nunca para mí, vaya en contra de mis ideas o expectativas.
¿Cuántas personas insisten en mantener un negocio
que ya no da más ganancia? Cómo sabemos que no es el Universo gritándonos: “No
es por ahí”. ¿Cuántas personas insisten en un proyecto determinado que no más
no funciona? Cómo sabemos que no es el Universo gritándonos: “No es por
ahí”.
¿Cuántas personas insisten en una relación amorosa
que ya no da más? ¿Cómo sabemos que no es el Universo gritándonos: “No es por
ahí”? Y lo mismo para un enfermo, porque ¿cómo sabemos que lo que el Universo
tiene ya planeado es un aprendizaje para nosotros y un descanso para esa
persona?
Tenemos que aprender a dejar fluir, a
dejar que sea el Universo el que determine la forma en que
suceden las cosas. Es mi obligación claro, prepararme, intentarlo, aprender,
luchar, sí. Pero llega en punto en que esa vocecita interior nos dice: “tal vez
no es por ahí”, tal vez deba ser algo diferente.
Y lo mismo para cosas no tan positivas, por
ejemplo, un viaje en auto. Compramos un seguro para el auto, lo pagamos,
traemos la póliza con nosotros. Surge un viaje por carretera y por supuesto,
entregamos el viaje al Universo. “Universo, te entrego mi viaje”.
Nos aseguramos de que el auto esté bien, de que el
auto sea seguro y claro, llevamos la póliza. En un momento del viaje, en la
carretera, una caseta de revisión pide los documentos del auto y los mostramos
orgullosos. De pronto, el policía nos dice que la póliza está vencida.
Obviamente no lo creemos, revisamos y revisamos el documento y efectivamente se
pagó pero la fecha de la póliza no corresponde. ¿Metimos al auto la póliza
anterior? ¿Está mal la póliza? Pagamos una multa. Si entregué mi viaje al
Universo y me piden pagar una multa, así debía ser y punto.
Al regreso, consultamos con la aseguradora dicha
confusión, y la aseguradora reconoce que fue un error de impresión en la póliza
y que por ello, nos reembolsará el pago realizado y nos ofrece un plan mejor,
más completo y casi al mismo precio (así debía ser y lo acepto).
¿Acaso viviremos un incidente más importante más
adelante en nuestra vida y será necesario que tengamos esa póliza más completa?
¿Acaso alguna persona ese día necesitaba el monto que yo pagué de multa? ¿Acaso
como entregamos el viaje al Universo, éste decidió avisarnos de manera sutil
que mi póliza estaba mal ya que no nos habíamos dado cuenta? No lo sabremos
jamás, pero al entregar mi plan, al no ir en contra, todo fluye fácilmente.
Así es el Universo, cuando entregamos y confiamos.
El Universo sabe lo que necesitamos, cuándo cómo y de qué color o tamaño. Al
Universo no hay que estarle reclamando que llevamos años sin dinero y que no
tenemos ni para comer hoy, porque el Universo sabe que si tenemos para un
celular y un contrato de internet, de hambre tampoco nos estamos muriendo.
Por lo tanto, comiencen por entregar en lugar de
rezar, porque a veces, hasta no encontrar las llaves al momento que las
requerimos, salir más tarde de casa, olvidar algo en el trabajo y tener que
regresar, un policía que nos detiene, una fila que nos entretiene más de lo
planeado, es Justo el Plan del Universo. Para protegernos, para que vivamos
algo que necesitamos vivir, para salvarnos. Vayamos pues, a favor y no en
contra.
Aceptando y aprendiendo.
¡Así debía ser, así es y es perfecto!
-Elizabeth
Romero Sánchez y Edgar Romero Franco-
https://consejosdelconejo.com
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