La negación, o la auto-ocultación, o el desprecio y la
minusvaloración de los hechos o las situaciones, o incluso de nuestra realidad,
han podido ser nuestro modo de actuar durante un tiempo, pero una vez iniciado
este Camino del Desarrollo Personal ya no hay lugar para otra cosa que no sea
la verdad y la sinceridad.
Sólo sirven la aceptación de la realidad –tal y como
sea- y la huída de cualquier tipo de mentira, por muy piadosa o
bienintencionada que sea.
Estar en el Camino exige no negar la realidad, por
dura y desagradable que sea, aceptarla tal como esté en este momento –lo que no
quiere decir rendirse o conformarse, ni siquiera que guste-, aceptarla aunque
sólo temporalmente, por supuesto, porque nada debiera condenarnos a vivir
perpetuamente en una situación o de un modo que sean indeseados para nosotros.
Es muy posible también que muchas de las cosas que
hayamos hecho, o de las que no hemos hecho, se deban a un modo inconsciente de
estar en la vida, a una costumbre de estar en un modo rutinario y automático en
que las cosas no se reflexionan, o no se prevén, sino que se sufren.
Sufrimiento innecesario que parte, en muchas
ocasiones, de no pararse para ver, de no atender a lo que se está haciendo y
cómo o por qué o para qué, y a esa costumbre de prestar más dedicación a lo
urgente que a lo importante, o se puede deber al hecho de no hacerse preguntas
o de no darse respuestas.
El Camino exige paradas.
Momentos de reflexión y toma de consciencia.
Darse cuenta.
Es conveniente no andar por la propia vida de
cualquier modo, inmerso en una desatención contraproducente, en una
postergación continua y desfavorable de los asuntos personales, porque el
Sentido de la Vida tal vez sea llegar a ser Uno Mismo –íntegro-, o Vivir –con
consciencia-, y no solamente eso de cumplir el trámite de ir desde el
nacimiento hasta la muerte de cualquier modo.
La atención, constante e intensa, aplicada y de plena
dedicación, viviendo en un estado de continua consagración, es imprescindible
para la evolución o el pleno desarrollo de las cualidades innatas en cada Ser
Humano.
Sólo la atención nos lleva a darnos cuenta de las
cosas.
¿Cómo se consigue esa atención?
Puede ser una atención vigilante que observa cada paso
que damos, cada gesto, cada emoción o sentimiento, cada pensamiento, cada duda
o descubrimiento, y eso ha de ser compatible con seguir estando en el mundo
rutinario atendiéndolo al mismo tiempo.
Puede ser a partir de darse una orden para que quede
activado continuamente un observador vigilante para que cuando nosotros estemos
absortos en otra cosa él siga atento y nos haga resaltar las cosas a las que
tenemos que prestar especial atención. Esto requiere entrenamiento consciente
hasta que se convierta en hábito inconsciente.
Puede ser haciéndose preguntas continuamente,
cuestionando todo lo que hacemos y revisándolo. Sin obsesión pero sin desmayo.
Sin desesperación si no se comprende bien y todo. Con ganas, con ahínco, con
voluntad, siendo conscientes de lo importante que es esa tarea. Sin aplazarlo.
Puede ser dedicando un tiempo concreto a esa revisión
de lo que uno es realmente y lo que uno está siendo, de las actitudes que han
dejado un poso de desagrado, de lo que uno no ha hecho bien del todo para en la
próxima ocasión que suceda algo similar mejorarlo. Algunas personas hacen esto
al final de cada día, al acostarse, pero es un momento delicado porque el
cansancio puede invitar más al sueño que a la reflexión y es muy posible que la
mente esté agotada y no rinda perfectamente.
Cada persona ha de encontrar el modo que mejor se
acople a su forma de ser y a su intención. “El mejor” quiere decir el más
provechoso, no el más cómodo o más fácil.
Pero es algo que requiere no ser aplazado y ocupar el
lugar preponderante que le corresponde.
Darse cuenta: Percatarse de todo y comprenderlo.
Y luego, hacer lo apropiado con ello.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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