Su historia no es un caso excepcional. Muchos genios o incluso personas comunes y corrientes han logrado tener éxito en lo que se han propuesto, no “a pesar de la adversidad” sino en gran parte “gracias a la adversidad” o a las circunstancias difíciles que les tocó vivir. Esas personas no se escudaron tras excusas, no convirtieron la adversidad en un obstáculo insuperable, sino que la asumieron como un reto para superarse a sí mismas.
¿Cuál es el secreto para hacer realidad nuestros sueños?
Para muchas personas un revés se convierte en un aliciente para seguir luchando y una situación adversa es un motivo aún más poderoso que el hecho de que el viento sople a favor. Esas personas encuentran su fuerza en la adversidad. No se escudan tras ella para renunciar a sus sueños sino que la usan como un motor impulsor para lograr cosas extraordinarias, cosas que los demás en su situación ni siquiera se plantearían.
¿Qué tienen de especial estas personas?
1. Confianza en sí mismo. Las personas que persisten y luchan contra la adversidad tienen una gran confianza en sus capacidades. Están seguras de lo que pueden lograr porque en otras ocasiones se han puesto a prueba y conocen su resiliencia. Confían en que, aunque caigan, luego remontarán. También son conscientes de los ciclos de la vida; es decir, comprenden que existen etapas buenas y malas. Esa visión más equilibrada de la vida les permite mantenerse firmes y no perder la esperanza pues saben que después de la tormenta saldrá el sol.
2. Metas claras. “Ningún viento es propicio para quien no sabe a qué puerto dirigirse”, dijo Séneca. Las personas que logran sus objetivos y se mantienen firmes en la adversidad encuentran la fuerza que necesitan para seguir adelante en sus sueños. Saben muy bien lo que quieren, visualizan su futuro y tienen metas claras, solo necesitan encontrar el camino. De hecho, son conscientes de que a un destino se puede llegar a través de diferentes vías, por lo que si un camino se cierra, no se desesperan y buscan otra alternativa. Son inflexibles en sus metas y flexibles en el camino.
3. Pasión y perseverancia. La pasión sin perseverancia es volátil y la perseverancia sin pasión conduce al desencanto. Para perseguir un objetivo y no darse por vencidos es necesario desarrollar un equilibrio entre pasión y perseverancia. Eso significa que estas personas disfrutan a lo largo del camino porque lo encuentran apasionante.
¿Buscas caminos o excusas?
Generalmente cuando buscamos excusas para no hacer algo, es porque ese “algo” no nos resulta lo suficientemente significativo o apasionante como para perseverar. Sin embargo, no siempre lo reconocemos.
A veces las imposiciones sociales son tan fuertes y están tan arraigadas en nuestra mente que no nos atrevemos a reconocer que ese objetivo no es importante para nosotros, o al menos no tan importante como para dedicarle el tiempo y esfuerzo que demanda. Entonces nos escudamos tras las excusas.
Por ejemplo, para un joven con inquietudes artísticas que proviene de una familia con una larga tradición de médicos, arquitectos o abogados puede ser muy complicado luchar contra las presiones familiares. Si ese joven accede a estudiar una carrera que no le gusta, convertirá cada obstáculo en una excusa para no seguir adelante. Como resultado, se sentirá fracasado, insatisfecho e infeliz pues el camino que ha emprendido ha sido “impuesto” por los demás.
Al igual que el joven, en la vida cotidiana muchas veces nos escudamos tras los obstáculos/excusas cuando no nos apetece hacer algo que se supone deberíamos hacer ya que las convenciones sociales así lo mandan.
El problema de esta actitud es que poco a poco va erosionando la confianza en nosotros mismos. Si ponemos en marcha mecanismos de defensa para no reconocer que hemos "fracasado" porque realmente no teníamos interés, achacaremos ese "fracaso" a nuestra incapacidad, y ello terminará haciendo mella en nuestra autoestima, de manera que más adelante, cuando realmente nos interese algo, no tendremos la confianza suficiente para luchar por ello.
No conviertas lo improbable en imposible
En una sabana africana andaba perdido un león. Llevaba más de veinte días lejos de su territorio y estaba sediento y hambriento. Por suerte, encontró un lago de aguas frescas y cristalinas. Corrió veloz a beber para paliar su sed y salvar su vida. Sin embargo, al acercarse vio su rostro reflejado.
– ¡Vaya! el lago pertenece a otro león – pensó y huyó aterrorizado sin llegar a beber.
Sin embargo, su sed era cada vez era mayor, así que a la mañana siguiente, armado de valor, se acercó de nuevo a lago. Igual que el día anterior, volvió a ver su rostro reflejado y de nuevo, presa del pánico, retrocedió sin beber.
Y así pasaron varios días con el mismo resultado. Por fin, uno de esos días comprendió que tendría que hacer algo o moriría de sed. Decidió que bebería del lago pasara lo que pasara. Se acercó con tal decisión que metió directamente la cabeza para beber… y en ese preciso instante su temido rival desapareció.
Esta fábula nos muestra que muchos de nuestros miedos son imaginarios y terminan desapareciendo cuando nos atrevemos a enfrentarlos. Por supuesto, no se trata de caer en un optimismo tóxico. Querer no siempre es poder. No obstante, debemos reflexionar cuidadosamente sobre las excusas que nos damos a nosotros mismos porque a veces la vida no nos dice “no” sino tan solo “espera”.
Existen obstáculos. No cabe dudas. Y algunos son muy grandes. Pero muchas veces los obstáculos mayores están en nuestra mente, en la manera como abordamos las situaciones. Por eso, es importante hacer altos en el camino para mirar en nuestro interior y separar las auténticas barreras de las excusas que inventamos.
Nos sentiremos mucho mejor si simplemente reconocemos que no nos apetece hacer algo o que alcanzar determinado objetivo realmente no nos interesa. Ese conocimiento es fuente de empoderamiento y nos permite conservar nuestra energía para destinarla a perseguir nuestras metas. Es un cambio que vale la pena.
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