Los problemas que enfrentamos al estudiar los conocidos hechos de la vida y de la existencia, son susceptibles de ser definidos con más claridad que antes, y aunque no conozcamos la respuesta a nuestras preguntas ni la solución de nuestros problemas, ni tengamos en la mano la panacea para remediar las dolencias del mundo, sin embargo, el hecho de definirlos y señalar donde reside el misterio, y que la ciencia, la religión y la filosofía, han arrojado luz sobre dilatadas extensiones consideradas anteriormente tierras tenebrosas, constituye la garantía del éxito futuro.
Exceptuando el círculo de doctos y místicos, sabemos mucho más que hace cinco siglos.
Hemos descubierto varias leyes naturales, aunque todavía no sepamos aplicarlas, y el conocimiento de la “cosa tal cual es” (empleo deliberadamente esta frase) ha ganado mucho terreno.
No obstante, permaneciendo aún inexplorada la tierra del misterio, nuestros problemas son numerosos. Tenemos el problema de nuestra propia vida particular, sea cual fuere; además el problema de lo comúnmente llamado noyo; que concierne a nuestro cuerpo físico, medio ambiente, circunstancias y condiciones de vida; si somos introspectivos tenemos el problema de nuestra particular serie de emociones, pensamientos, deseos e instintos, por los cuales controlamos la acción. Los problemas grupales son muchos. ¿Por qué hay sufrimiento, hambre y dolor? ¿Por qué el mundo entero está esclavizado por la abyecta indigencia, la enfermedad y el malestar? ¿Cuál es el propósito subyacente en todo lo que vemos a nuestro alrededor y cuál será el resultado de los asuntos mundiales considerados como una totalidad? ¿Cuál es el destino de la raza humana, cuál su origen y la clave de su actual condición? ¿Hay otra vida después de ésta y su único interés reside en lo visible y material?
Tales preguntas surgen en nuestra mente y surgieron en la mente de los pensadores en el transcurso de los siglos.
Se intentó diversamente responder a estas preguntas, y al estudiarlas hallamos que las respuestas dadas se dividen en tres grupos principales, y que tres soluciones mayores se presentan a la consideración de los hombres, y son:
Primero, Realismo. Otro nombre es materialismo. Enseña que “la representación del mundo externo en nuestra conciencia es verídica”; que las cosas son lo que aparentan ser; que la materia y la fuerza, tal como las conocemos, son la única realidad; que no es posible para el hombre ir más allá de lo tangible, y que debe satisfacerse con los hechos tal como los conoce o enseña la ciencia. Este método es perfectamente legítimo como solución, pero para muchos no va suficientemente lejos. Trata sólo lo que puede ser probado y demostrado, y se detiene en el punto en que el investigador se pregunta: “esto es así, pero ¿por qué?” No tiene en cuenta muchas cosas conocidas y comprendidas como verdades por el hombre, aunque él es incapaz de explicar por qué sabe que son verídicas.
Los hombres de todas partes reconocen la exactitud de los hechos de la escuela realista y de la ciencia materialista, aunque al mismo tiempo sienten innatamente que en la comprobada manifestación objetiva, subyace alguna fuerza vitalizadora y algún coherente propósito que no puede explicarse sólo en términos de materia.
Segundo, tenemos un punto de vista que podríamos muy bien denominar supernaturalismo. El hombre siente que quizás después de todo, las cosas no son exactamente lo que aparentan ser, y que aún queda mucho que es inexplicable. Reconoce que no es simplemente una acumulación de átomos físicos, un algo material y un cuerpo tangible, sino que latente en él hay una conciencia, un poder y una naturaleza síquica que lo vincula con todos los miembros de la familia humana y con un poder fuera de sí mismo que forzosamente debe explicar. Esto ha conducido, por ejemplo, a la evolución del punto de vista judío y cristiano que postula un Dios fuera del sistema solar creado por Él, pero extraño al sistema.
Ambos sistemas enseñan que el mundo ha evolucionado por un Poder o Ser, que construyó el sistema solar, guía correctamente a los mundos, mantiene nuestra pequeña vida humana en el hueco de su mano y “ordena suavemente” todas las cosas de acuerdo a algún propósito oculto que nuestra mente finita es incapaz de vislumbrar y mucho menos de comprender. Tal es el punto de vista religioso y sobrenatural, basado en la creciente autoconsciencia del individuo y en el reconocimiento de su propia divinidad.
Análogo al punto de vista de la escuela realista incluye únicamente una verdad parcial y requiere ser complementado.
Tercero, podría llamarse idealismo. Postula un proceso evolutivo dentro de toda manifestación e identifica la vida con el proceso cósmico. Es el exacto polo opuesto del materialismo, y coloca a la sobrenatural deidad que predica el religioso, como una gran Entidad o Vida, que evoluciona por medio de todo y del universo, así como la conciencia del hombre lo hace a través de un cuerpo físico objetivo.
En estos tres puntos de vista, el francamente materialista, el puramente sobrenatural y el idealista, tenemos presentes tres principales líneas de pensamiento para explicar el proceso cósmico. Son verdades parciales y, sin embargo, ninguna está completa sin la otra.
Todas aisladamente consideradas desvían y conducen a la oscuridad, y no desvelan el misterio central; pero sintetizadas, unidas y fusionadas, quizás contengan (y es tan sólo una insinuación mía) tanta verdad de la evolución como la mente humana puede captar en la actual etapa evolutiva.
Tratamos profundos y amplios problemas y quizás nos entrometemos en cosas elevadas y superiores, invadiendo regiones reconocidas como el dominio de la metafísica, e intentamos resumir en pocas y breves charlas todo el contenido de las bibliotecas del mundo, es decir, intentamos algo imposible. Lo que cabe hacer es considerar breve y sucintamente un aspecto tras otro de la verdad. Todo cuanto lograremos es bosquejar las líneas fundamentales de la evolución, estudiar las mutuas relaciones, entre sí y con nosotros, como entidades conscientes, y luego esforzarnos por fusionar y sintetizar lo poco que lleguemos a conocer, hasta esclarecer la idea general del entero proceso.
Debemos recordar, en conexión con todo enunciado de la verdad, que cada uno ha sido emitido desde un punto de vista particular. No podremos responder plenamente a la pregunta ¿qué es la verdad?, ni expresar sin prejuicios ningún aspecto de esta verdad, en forma perfectamente directa, hasta haber desarrollado algo más los procesos mentales y ser capaces de pensar en términos abstractos y concretos. Algunas personas poseen un horizonte más amplio que otras, y pueden ver la unidad subyacente en los diferentes aspectos. Otros se inclinan a pensar que su perspectiva e interpretación son las únicas verdaderas.
Espero en estas charlas ampliar algo más su punto de vista. Espero también que lleguemos a comprender que el hombre interesado únicamente en el aspecto científico, limitado al estudio de esas manifestaciones puramente materiales, se ocupe además de estudiar lo divino como lo hace su hermano cabalmente religioso, que sólo se interesa por el aspecto espiritual, y que el filósofo, después de todo, sólo trata de destacar el tan necesario aspecto de la inteligencia que vincula los aspectos material y espiritual y los fusiona en un todo coherente. Quizás por la unión de estas líneas, ciencia, religión y filosofía, adquiramos un conocimiento práctico de la verdad tal cual es, recordando al mismo tiempo que “la verdad reside en nosotros mismos”. La expresión de la verdad por un solo hombre no es completa, y el único propósito del pensamiento es trabajar con materia mental y poder erigirla constructivamente para nosotros mismos.
Quisiera bosquejar mi plan esta noche y sentar las bases para las charlas futuras, tocando las principales líneas de la evolución. Por lógica, lo más evidente es ocuparse de la evolución de la sustancia, el estudio del átomo y la naturaleza de la materia atómica. De esta última línea de evolución nos ocuparemos en la próxima conferencia.
La ciencia tiene mucho que decir sobre la evolución del átomo, y ha recorrido un largo camino desde hace cincuenta años, a partir del siglo pasado, cuando se consideraba al átomo como una indivisible unidad de sustancia, considerándoselo ahora un centro de energía o fuerza eléctrica. De la evolución de la sustancia vamos lógicamente a la evolución de las formas o del conglomerado de átomos, y se abren a nuestra consideración otras formas que no son las estrictamente materiales -existentes en sustancia sutil, como las formas mentales raciales y de organizaciones. En este doble estudio, se hará resaltar uno de los aspectos de la deidad, si se elige utilizar el término “deidad”, o una de las manifestaciones de la naturaleza, si se prefiere esta expresión menos sectaria.
Entonces se considerará la evolución de la inteligencia o el factor mente, que actúa con ordenado propósito en todo lo que vemos a nuestro alrededor. Esto revelará un mundo que no camina a ciegas, sino que obedece a determinado plan, a un coordinado esquema y organizado concepto, que se desarrolla por medio de la forma material. Uno de los motivos por los cuales las cosas parecen difíciles de comprender, es que nos hallamos en medio de un período de transición, y el plan es aún imperfecto. Estamos demasiado cerca de la maquinaria y somos parte integrante del conjunto. Vemos una parte aquí, otra un poco más allá, pero no percibimos la grandiosidad de la idea Podemos tener una visión, un elevado momento de revelación, pero al hacer contacto con la realidad en todas partes, dudamos de la posibilidad de materializar el ideal, porque el reajuste de la relación inteligente entre la forma y lo que la utiliza, está muy lejano.
El reconocimiento del factor inteligencia conducirá inevitablemente a contemplar la evolución de la conciencia en sus diversas modalidades, desde las consideradas subhumanas, pasando por la humana, hasta la que lógicamente podemos suponer conciencia superhumana, aunque no sea posible demostrarla. La inmediata pregunta que enfrentaremos será: ¿qué hay detrás de todos estos factores? ¿Existe detrás de la forma objetiva y de su inteligencia animadora una evolución que corresponde a la facultad del yo, el Ego en el hombre? ¿Hay en la naturaleza y en cuanto vemos a nuestro alrededor la actuación del propósito de un Ser individualizado y autoconsciente? Si existe tal ser y existencia fundamental, podríamos percibir algo de sus inteligentes actividades y observar Sus planes, en vías de fructificación.
Aunque no podamos probar que Dios o que la Deidad existe, por lo menos podemos decir que la hipótesis de que Él existe es razonable, la sugerencia es racional, lo cual constituye una posible solución para todos los misterios que nos rodean.
Para ello debe demostrarse que hay un propósito, un propósito inteligente, desarrollándose a través de todo tipo de formas, razas, naciones, y en todo cuanto se halla manifestado en la civilización moderna, más las etapas recorridas por este propósito y el gradual desenvolvimiento del plan, y quizás por esa demostración podremos ver lo que nos espera en las etapas futuras.
Consideremos brevemente qué significan las palabras “proceso evolutivo”. Se emplean constantemente, y el hombre común sabe que la palabra evolución sugiere un desen volvimiento de adentro afuera y el desarrollo de un centro interno; pero necesitamos definir más claramente la idea para tener un mejor concepto de ella. Una de las mejores definiciones que conozco de la evolución es: “el desenvolvimiento de un continuo y creciente poder de responder”. Aquí tenemos una definición muy iluminadora, al considerar el aspecto material de la manifestación. Entraña el concepto de vibración y la respuesta a la misma, y aunque con el tiempo tenemos que descartar la palabra “materia” y emplear el término “centro de fuerza”, el concepto aún tiene validez y la respuesta del centro al estímulo puede ser percibida con mayor exactitud.
La misma definición es muy valiosa al considerar la conciencia humana. Implica la idea de una creciente y gradual comprensión, de una respuesta, en desarrollo, de la vida subjetiva a su medio ambiente, que eventualmente conducirá hacia arriba, al ideal de una existencia unificada, síntesis de todas las líneas de evolución Y al concepto de una Vida central o fuerza que fusiona y mantiene coherentes todas las unidades evolucionantes, sean de materia, como el átomo del físico y del químico, o unidades de conciencia, como los seres humanos. Esto es evolución, el proceso que desenvuelve la vida dentro de las unidades, el anhelo en desarrollo que oportunamente fusiona unidades y grupos, hasta obtener la suma total de manifestación, denominada Naturaleza o Dios, el conjunto de todos los estados de conciencia.
A este Dios se refieren los cristianos cuando dicen: “en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser”. Ésta es la fuerza o energía reconocida por los científicos Ésta es la Mente Universal o Super-alma del filósofo y también la inteligente voluntad que todo lo rige, une, construye, desarrolla y lo lleva a la máxima perfección. Es esa Perfección inherente a la materia y la tendencia latente en el átomo, en el hombre y en todo cuanto existe. A esta interpretación del proceso evolutivo no se la considera como resultado de una Deidad externa que derrama su energía y sabiduría sobre un expectante mundo, sino más bien como algo latente en el mundo mismo, oculto en el corazón del átomo químico, en el del hombre, en el planeta y en el sistema solar. Es ese algo que impulsa todas las cosas hacia la meta y la fuerza que gradualmente pone orden en el caos, la ultérrima perfección de la imperfección temporaria, el bien del aparente mal.
De las tinieblas y del desastre saldrá algún día aquello que reconoceremos como bello, correcto y verdadero. Esto es todo cuanto hemos concebido y vislumbrado en nuestros más elevados y mejores momentos.
Se ha definido también la evolución como “desarrollo cíclico”, y esta definición me sugiere un pensamiento que ansío captar completamente. La naturaleza se repite continuamente hasta alcanzar determinados fines y obtener ciertos resultados concretos y respuestas a la vibración. Por el reconocimiento de este hecho podemos demostrar el inteligente propósito de la Existencia inmanente. Para ello se emplea el método del discernimiento o de inteligente elección. Los textos de las diferentes escuelas expresan la misma idea, tales como “selección natural” y “atracción y repulsión”. Evitaré en lo posible emplear términos técnicos, porque algunas escuelas de pensamiento significan con esto unas veces una cosa y otras otra. Si encontramos una palabra similar, pero no ligada a ninguna escuela o línea de pensamiento, quizás hallemos una nueva luz para nuestro problema.
Atracción y repulsión en el sistema solar, es sólo la facultad de discernir que poseen el átomo o el hombre, manifestada en los planetas y en el sol. Atracción y repulsión existen en los átomos de todo tipo; podría llamársele adaptación o poder de crecer o de adaptarse el ente a su ambiente, por el rechazo de ciertos factores y la aceptación de otros.
En el hombre común se manifiesta como libre albedrío o la facultad de elegir, y en el hombre espiritual como la tendencia al sacrificio, porque el hombre elige una particular línea de acción a fin de beneficiar al grupo al cual pertenece, y rechaza lo estrictamente egoísta.
Podemos definir finalmente la evolución como un ordenado cambio y constante mutación, demostrados en la incesante actividad de la unidad o del átomo, en la interacción de los grupos y en la interminable acción de una fuerza o tipo de energía sobre otra.
Vimos que la evolución, sea de la materia o de la inteligencia, conciencia o espíritu, consiste en el siempre creciente poder de responder a la vibración que, mediante un constante cambio, progresa por la aplicación de una política selectiva o el empleo de la facultad discernidora y por el método de desarrollo cíclico o de repetición. Las etapas que caracterizan al proceso evolutivo podrían clasificarse en tres, y corresponden a las de la vida del ser humano: niñez, adolescencia y madurez. En lo que concierne al hombre, se manifiestan en la unidad humana o en la raza, y a medida que transcurren y progresan las civilizaciones, se podrá observar la misma triple idea en toda la familia humana, y así nos cercioramos del divino objetivo, estudiando su imagen o reflejo, el HOMBRE. Podemos expresar estas tres etapas en términos más científicos y vincularlas con las tres escuelas de pensamiento referidas, y las analizaremos como:
a. La etapa de energía atómica
b. La etapa de coherencia grupal.
c. La etapa de la existencia unificada o sintética.
Trataré de aclarar el concepto. La etapa de energía atómica concierne mayormente al aspecto material de la vida y corresponde al periodo de la niñez en la vida del hombre o de una raza. Es el período de realismo, de intensa actividad, y ante todo de desarrollo mediante la acción, de pura autocentralización o autointerés. Produce un punto de vista materialista y conduce inevitablemente al egoísmo. Involucra el reconocimiento de que el átomo se basta a sí mismo y que análogamente las unidades humanas tienen vida separada independiente de las demás unidades, sin relación entre sí. Esta etapa puede observarse en las razas subdesarrolladas del mundo, en los niños y en los individuos poco evolucionados. Son normalmente autocentrados; dedican sus energías a su propia vida; se ocupan de lo objetivo y tangible, y los caracteriza un necesario y protector egoísmo. Es una etapa indispensable en el desenvolvimiento y perpetuación de la raza.
De este período atómico y egoísta surge otra etapa, la de la coherencia grupal, que se supone la construcción de formas y especies hasta obtener algo coherente e individualizado, pero constituido por multitud de individualidades y formas menores. En conexión con el ser humano corresponde a su conocimiento incipiente de la etapa de responsabilidad y al reconocimiento del lugar que le corresponde dentro del grupo. Requiere del individuo la capacidad de reconocer una vida superior a la suya, ya se la denomine Dios o se la considere simplemente como la vida del grupo, al cual pertenecemos como unidad, esa gran Identidad de la cual formamos parte. Esto corresponde a la escuela de pensamiento supernaturalista y con el tiempo lo sustituirá otro concepto más amplio y verdadero.
Según hemos visto, la primera etapa o atómica, se desarrolló por el egoísmo o la vida autocentrada del átomo, sea el átomo de la sustancia o el humano; la segunda etapa llega a la perfección por el sacrificio de la unidad, en bien de los muchos, y del átomo, en bien del grupo, en el cual tienen cabida. De esta etapa muy poco sabemos y, frecuentemente, la visualizamos y anhelamos. La tercera etapa está aún muy lejana, y algunos la consideran como una vana quimera. Otros poseen la visión y, aunque inalcanzable ahora, es lógicamente posible si nuestras premisas son exactas y sentamos correctamente las bases de la existencia unificada. Entonces no sólo habrá unidades independientes, átomos diferenciados en la forma, grupos constituidos por multiplicidad de entidades, sino que tendremos el conglomerado de formas, grupos y estados de conciencia, fusionados, unificados y sintetizados en un todo perfecto, denominado sistema solar, naturaleza o Dios.
Los nombres no tienen importancia. Corresponde a la etapa adulta del ser humano; análoga al período de la madurez y a esa etapa donde se supone que el hombre tiene un propósito y trabajo definido en la vida y también un bien determinado, llevado a cabo con la ayuda de su inteligencia. En estas charlas quisiera, si es posible, demostrar que algo similar se está llevando a cabo en el sistema solar, en el planeta, en la familia humana y en el átomo.
Confío que podré demostrar que en todo subyace una inteligencia, que de la separación vendrá la unión, producida por la fusión y mezcla grupal y que con el tiempo surgirá de 108 distintos grupos un todo perfecto, plenamente consciente, compuesto por miríadas de identidades separadas, animadas por un sólo propósito y una sola voluntad. Si esto es así, ¿cuál es el paso práctico que deben dar quienes alcancen esta comprensión? ¿Cómo aplicar prácticamente este ideal a nuestras propias vidas y cómo asegurarnos nuestro inmediato deber a fin de participar y cumplir conscientemente con el plan? En el proceso cósmico tenemos nuestra diminuta participación y en cada día de actividad debemos desempeñar nuestra parte con inteligente comprensión.
Nuestro primer objetivo debería ser la autocomprensión, por la práctica del discernimiento. Aprender a pensar con claridad, a formular nuestros pensamientos y a dirigir nuestros procesos mentales. Saber lo que pensamos y por qué lo pensamos, y descubrir el significado de la conciencia grupal por el estudio de la ley del sacrificio. No sólo debemos descubrir en nosotros la primitiva etapa infantil de egoísmo (que ya debiéramos haber trascendido) y aprender a diferenciar entre lo real y lo irreal, por la práctica del discernimiento, sino a pasar a algo mucho mejor. Nuestra meta inmediata debe ser descubrir el grupo al cual pertenecemos. No pertenecemos a todos los grupos ni es posible saber cuál es nuestro lugar en el gran grupo, pero podemos encontrar algún grupo donde hallar cabida, un conjunto de personas con el cual colaborar y trabajar, algún hermano a quien socorrer y ayudar.
Esto involucra practicar conscientemente el ideal de la hermandad, y -hasta haber evolucionado en la etapa en que nuestro concepto es universalsignifica que debemos descubrir el particular grupo de hermanos a quienes podemos amar y ayudar por medio de la ley de sacrificio y la transmutación del egoísmo en amoroso servicio. Así colaboraremos en el propósito general y participaremos en la misión del grupo.
La Conciencia del Átomo
Por el Maestro Tibetano Djwhal Khul
(Alice A. Bailey)
https://espadadeluzentuhonor.wordpress.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario