La vida es como un péndulo, oscilamos entre el pasado, el presente y el futuro. Esta relación de naturaleza temporal puede favorecer una vida buena si asumimos el pasado como experiencia de aprendizaje de algo que ya es historia, pero nos permite adquirir conocimientos para enfrentar el hoy; el presente representa la realidad actual, lo que somos, lo que hemos construido; y el futuro es la proyección, lo que seremos, que nos posibilita proyectarnos en metas aportantes para definir un norte provechoso a nuestra vida.
Sin embargo, en ocasiones nos aferramos al pasado y pareciera que no somos capaces de superar hechos acaecidos, que aunque ya no existen, los recordamos de manera muy vívida y afectan nuestra estabilidad. Es como si nos corroyeran dentro y no los pudiéramos eliminar. Extrañamente nos aferramos a ellos y nos dominan sin poderlos controlar.
Otras veces nos obsesionamos con el futuro, proyectándonos hacia metas que nos desligan de lo que somos hoy, lo que nos genera ansiedad. Es como si nos olvidáramos de hoy para vivir en el mañana y no disfrutamos del presente. Los sacrificios son en vano si el logro que nos espera no compensa lo que perdimos por ello.
En la columna de este mes haremos énfasis en cómo los hechos del pasado nos estresan, y cómo podemos redefinir nuestra relación con los hechos sucedidos, sabiendo que no es la situación lo que nos perturba en realidad sino el recuerdo que tenemos de lo sucedido y la relación que establecemos con este recuerdo.
Un hecho se considera traumático cuando genera un impacto importante en la vida de una persona. Se explica como una situación que se sale del marco de referencia habitual del sujeto y permanece en la memoria sin procesarse de manera adecuada, por lo que aparece de manera intrusiva, inesperada y recurrente, generando reacciones de ansiedad cada que se presenta. Esto lleva a las personas a procurar evitar cualquier estímulo que se asocie con esa situación, pero en ocasiones por el afán de evitar ese recuerdo, más se tiene presente.
Un paciente me relataba algún día una experiencia traumática que tuvo en el ejército. Me decía: “nunca se me olvidará, todos los días pienso en ello”. En efecto, tuvo una experiencia intensa en la que en una emboscada guerrillera en la que se tomaron el pueblo donde prestaba su servicio militar, vio cómo sus compañeros caían sin vida mientras él se salvó por hacerse el muerto untándose la sangre de uno de los soldados que cayó a su lado. Esto originó que tuviera pensamientos incontrolables y recurrentes sobre el hecho y que mantuviera un miedo permanente a salir de la casa o enfrentar situaciones de exposición en la calle.
Le manifesté que el problema no era el recuerdo sino la relación que tenía con este. En la vida nos suceden cosas impactantes que se mantienen como imágenes intrusivas, que aparecen con frecuencia y nos generan malestar. De hecho, este paciente prefería quedarse en su casa, casi no hablaba con nadie y no trabajaba, para no exponerse a alguna situación que pudiera traerle a su memoria las imágenes de la toma guerrillera. Hasta evitaba ver noticias en la tele o escucharlas en la radio, para no saber de situaciones que pudiera relacionar con lo acontecido.
Tratar de olvidar lo pasado no es la meta. Muchas veces, en un fenómeno que en psicología se denomina intención paradójica, por tratar de olvidar algo, más lo recordamos. Es como cuando tenemos una canción “pegada” que tarareamos todo el día, por más que tratamos de zafarnos de ella más presente la tenemos. El propósito no debe ser olvidar, sino atacar la perturbación o malestar que hemos asociado al recuerdo.
Los recuerdos anclan al pasado y en ocasiones no nos permiten avanzar. El doctor Rodrigo Mazo nos habla de como tratar con ellos y poder seguir. Conoce más.
Cuando un hecho ocurrido en el pasado nos causa estrés y sufrimiento, debemos procurar sanar esa situación asumiendo que el hecho ya no existe, que lo que tenemos en nuestra mente es una representación de lo sucedido y que está en nuestras manos que esa imagen del hecho sea perturbadora o no. Hacer frente al recuerdo, con imágenes vívidas, en las que tengamos un control sobre los pensamientos que asociamos a ellas, haciendo un ejercicio de plantearnos pensamientos alternativos que resulten funcionales. Por ejemplo, si no superas los recuerdos de tu expareja, cuya relación terminó por una infidelidad suya, que no has podido perdonar, y te corroes por dentro porque la imagen de la infidelidad se presenta como un molesto intruso que te desequilibra, deberás dejar de focalizarte en el hecho negativo pensando que aunque la relación ya no existe, fue bonito e importante para ti vivirla: una experiencia aportante para tu vida. Que el hecho de haberte puesto “los cuernos” ha sido doloroso pero que te sirvió de lección para saber con quien estabas y poder tomar a conciencia la decisión que debías tomar, como el hecho de ya no estar más con esa persona.
Las lamentaciones asociadas al pasado no hacen más que perpetuar los recuerdos e imágenes molestas de lo ya sucedido. La situación ya pasó, ahora sólo queda un recuerdo y este tendrá influencia en ti tanto como se lo permitas.
Y no es sólo por el malestar asociado a la situación que debemos aprender a afrontar funcionalmente el hecho, sino además por las consecuencias psicológicas, emocionales y sociales que esta perturbación puede implicar. En el más complejo de los desenlaces, la persona puede desarrollar un trastorno de estrés postraumático, que es un cuadro clínico en el que las imágenes y pensamientos asociados al hecho impactante son incontrolables y generan síntomas que afectan a la persona en las diferentes dimensiones de su vida.
Sin embargo, el estrés asociado a los recuerdos traumáticos, sea del nivel que sea, son superables. Por difícil que parezca y aunque creamos que no podremos liberarnos de ellos, siempre existe la posibilidad de estar mejor. Somos superiores a los recuerdos y podemos direccionarlos adonde decidamos con la férrea convicción de ser agentes de nuestra vida.
A continuación se presentan algunos tips para aprender a manejar el estrés asociado a los recuerdos traumáticos:
Reconocer los asuntos del pasado que nos producen estrés y procurar identificar los aspectos específicos que nos perturban o molestan.
Cambiar la perspectiva que se tiene de la situación. Asumir que por negativa que haya sido, esta ya pasó y sólo permanece el recuerdo asociado a ella.
Recordar que el objetivo no es olvidar el hecho. Mas que olvidar, se trata de modificar la relación que se tiene con lo sucedido, y tomar el hecho como una experiencia de aprendizaje.
Identificar el contenido de las ideas o pensamientos asociados el hecho traumático o perturbador y proponerse pensamientos alternativos más funcionales y racionales. Se pueden escribir estar alternativas de pensamiento funcional en pequeñas tarjetas y leerlas cuando los pensamientos negativos se presenten en nuestra mente.
Rodearse de personas significativas que nos brinden seguridad y confianza para compartir nuestra situación. Poner afuera el sufrimiento y el malestar es una forma de ir superando el trauma asociado al recuerdo, permitiendo al organismo liberarse de las tensiones que esto implica.
Aprender a vivir el presente. Recordar que el pasado ya no existe y el futuro aún no existe. Lo real es vivir el presente con el aprendizaje del pasado y la proyección al futuro, manteniendo los pies siempre sobre la tierra.
Reconocer que lo vivido ya no se puede cambiar. La vida se presenta de muchas formas, pero cuando ya han sucedido, no se pueden modificar. Asumir los hechos con la responsabilidad que implican y pensar que ante lo realizado es menester aprender y no volver a caer en errores cometidos.Todo pasa. Por negativa que sea una situación, no será para siempre. Por dolorosa que sea la experiencia siempre hay posibilidades de poderse superar.
Es cuestión de confiar más en nosotros mismos y creernos en capacidad de afrontar cualquier situación que se presente en nuestra vida.
Focalizarse más en lo logrado que en lo perdido. Toda situación implica un logro para el sujeto, aunque sea el aprendizaje derivado de ella. Cuando pasa una situación dolorosa, conlleva a la persona a una liberación que le sana en su interior.
Tomar tiempo para hacer otras cosas. Buscar acciones relajantes, positivas y generadoras de disfrute para despejar la mente de los recuerdos molestos. No se trata de olvidar sino de desfocalizarse del recuerdo perturbador.
Por: Dr. Rodrigo Mazo Zea
Atrévete a ser feliz.
Focalizarse más en lo logrado que en lo perdido. Toda situación implica un logro para el sujeto, aunque sea el aprendizaje derivado de ella. Cuando pasa una situación dolorosa, conlleva a la persona a una liberación que le sana en su interior.
Tomar tiempo para hacer otras cosas. Buscar acciones relajantes, positivas y generadoras de disfrute para despejar la mente de los recuerdos molestos. No se trata de olvidar sino de desfocalizarse del recuerdo perturbador.
Por: Dr. Rodrigo Mazo Zea
Atrévete a ser feliz.
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