En mi opinión, todas aquellas personas que en alguna ocasión nos hayamos sentido a punto de perdernos del todo, de entrar en algo que se parece a una depresión pero no lo es, que se parece a una crisis de identidad personal donde uno no se encuentra a sí mismo, donde las preguntas sin respuesta acosan y agobian y matan lentamente, donde la incomprensión de la situación es lo que más abunda y domina, donde uno se ve pequeño, desubicado, desconcertado, desorientado y perdido… todas las personas que hemos pasado por esa situación hemos sentido algo parecido a que nos vamos a romper y que todo se está rompiendo a nuestro alrededor.
Nos hemos encontrado, o nos encontramos, en un vacío de no saber qué hay que hacer, si afrontar y enfrentarnos a eso que nos desconcierta o si salir huyendo –que es una opción apreciada pero desacertada-, pero en el mismo pensamiento aparece la cordura de darnos cuenta de no saber hacia dónde se puede huir, mientras que al mismo tiempo algo tira de nosotros y nos sugiere –en contra de nuestra voluntad- que las cosas se han puesto así de difíciles porque ya es inevitable atreverse a mirar lo que nos pasa, lo que somos, lo que hemos hecho, lo que sentimos pero no somos capaces de definir, la fe, el presente y el destino. Todo se ha confabulado y es la hora. Nada es casual. Y pasa porque estamos preparados.
La propuesta de romper todo lo que no nos vale, de rompernos del todo, de tirar las estructuras obsoletas, parece más o menos razonada y más o menos razonable, pero… entran los miedos con potencia y se hacen cargo de la situación. Se hacen cargo de dinamitar nuestra poca voluntad y de tapar las rendijas de luz que habíamos empezado a ver. El miedo. El enemigo.
Nos da miedo el dolor. Eso es lo que cuesta: meternos en el dolor, entrar en lo desconocido sin saber si vamos a salir indemnes. Se nos olvida que hay Algo o Alguien que nos protege. Quedan por descubrir muchas cosas que son nuestra verdad, nuestra esencia, y no accedemos a ellas. Por miedo.
Hay que romperse, romper lo inútil, deshacernos de lo que no nos corresponde. Quitar lo que nos impide ser. Llegar a la maravilla que hay al fondo. Y reconstruirse –según nuestros propios planos, haciendo un nuevo Plan de Vida- después. Esa es la propuesta. Nuestra olvidada propuesta.
Perdemos el tiempo en lo que no nos pertenece. Demasiado apego a la tierra y a las cosas. Mucha atención a lo que nos distrae y poca atención a lo importante.
¿Te atreves con todo esto?
Te dejo con tus reflexiones…
http://buscandome.es
Nos da miedo el dolor. Eso es lo que cuesta: meternos en el dolor, entrar en lo desconocido sin saber si vamos a salir indemnes. Se nos olvida que hay Algo o Alguien que nos protege. Quedan por descubrir muchas cosas que son nuestra verdad, nuestra esencia, y no accedemos a ellas. Por miedo.
Hay que romperse, romper lo inútil, deshacernos de lo que no nos corresponde. Quitar lo que nos impide ser. Llegar a la maravilla que hay al fondo. Y reconstruirse –según nuestros propios planos, haciendo un nuevo Plan de Vida- después. Esa es la propuesta. Nuestra olvidada propuesta.
Perdemos el tiempo en lo que no nos pertenece. Demasiado apego a la tierra y a las cosas. Mucha atención a lo que nos distrae y poca atención a lo importante.
¿Te atreves con todo esto?
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