¿Eres de los que piensa que tu gato solo te quiere porque le abres la lata de comida? ¿Crees que todos los políticos son corruptos? No te fías ni un pelo de las ONG, ni de ninguna organización en sentido general. ¿Crees que todos los que piden limosna luego gastarán ese dinero en drogas? Estás convencido de que tu compañero de trabajo solo está siendo amable para después pedirte un favor. Piensas que las investigaciones que dicen que la dieta mediterránea es saludable han sido pagadas por grupos de presión para que compres sus productos.
Si te has sentido identificado con la mayoría de estas afirmaciones, es probable que seas una persona cínica. Sin embargo, hay poco que celebrar porque el cinismo hostil se ha relacionado con numerosos problemas de salud. Aunque es probable que ni siquiera lo descubras porque, para ser fiel a tu cinismo, estarás sospechando que este artículo forma parte de alguna mega conspiración mundial para forzarte a pensar como los demás, a seguir los cauces del pensamiento normalizado que tanto detestas.
¿Qué es el cinismo?
“Eres un hombre amargo”, dijo Cándido.
“Eso es porque he vivido”, dijo Martin.
En este sintético diálogo de “Cándido”, Voltaire resumió a la perfección qué es el cinismo.
El cinismo fue un sistema filosófico que, en sus orígenes, allá por el siglo I, compitió con otras corrientes filosóficas, como el estoicismo. Y salió perdiendo. De los principios que implicaban vivir según la naturaleza abrazando el minimalismo poco queda. El cinismo moderno se fraguó entre los siglos XVIII e inicios del XIX, conservando de sus raíces filosóficas únicamente la propensión a dudar de los motivos de las personas.
En la actualidad, el cinismo se refiere a la incredulidad en los motivos expresados, implica dudar de la sinceridad y la bondad de los demás y, por extensión, de las normas y los valores sociales y éticos que compartimos. Esa duda no solo genera desconfianza, sino que a menudo se acompaña de desprecio y pesimismo acerca de los demás y de la humanidad en sentido general.
Cinismo: Psicología de las personas cínicas
La línea entre el cinismo y la objetividad puede llegar a ser muy sutil. Dicen que después de los 40 años, es prácticamente imposible no haber acumulado varios átomos de cinismo – quien más y quien menos. De hecho, el cinismo existe en un amplio espectro, de manera que ser cínicos en determinadas circunstancias o asuntos, no implica necesariamente que seamos personas cínicas.
En realidad, la mayoría de las personas cínicas son idealistas desilusionados. Generalmente se trata de personas que tenían estándares y expectativas poco realistas y que, en vez de ajustarse, comprometerse para cambiar su entorno más cercano o simplemente retirarse en silencio, desplegaron su cinismo como arma y escudo.
Desde esta perspectiva, el cinismo es una actitud defensiva. Si siempre esperamos lo peor de todos y de todo, no podrán herirnos ni nos sentiremos decepcionados. Se trata de asegurarnos de que todos los ángulos estén cubiertos, de prever todas las eventualidades posibles e imposibles, para defender a capa y espada nuestro “yo”.
Al mismo tiempo, ese cinismo nos hace sentir superiores. De hecho, la persona cínica suele enorgullecerse de su cinismo y lo blande como estandarte de objetividad, racionalidad e inteligencia, aunque en realidad detrás de esa coraza se esconde una persona más sensible y vulnerable de lo que imaginamos.
La larga lista de daños que causa el cinismo
Las personas cínicas que suelen asumir una actitud despectiva, irritante y desalentadora son las primeras en sufrir su cinismo. Los cínicos pueden ver esa característica como un reflejo de un realismo frío y duro, pero cuando se lleva al extremo puede convertirse en una actitud poco saludable, como está demostrando una creciente evidencia científica en la que se dibuja un cuadro más pesimista que el que los propios cínicos podrían imaginar.
Para comenzar, las personas cínicas tienen un mayor riesgo de desarrollar demencia, como señala un estudio publicado recientemente en la revista Neurology. Tras analizar a 1 146 personas, estos investigadores descubrieron que las personas cínicas tienen tres veces más probabilidades de sufrir demencia que aquellas que presentan un nivel bajo de cinismo.
El cinismo también aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Lo comprobó otro estudio publicado en la revista Circulation y realizado en 97 253 mujeres. Los investigadores explican que el cinismo aumenta nuestro nivel de estrés cotidiano, afecta las habilidades de afrontamiento para lidiar con la adversidad y disminuye el apoyo social.
Los hombres tampoco se salvan. Otro estudio realizado en la Universidad de Ciencias de la Salud de Lituania con 2 682 hombres de edades comprendidas entre los 42 y 61 años demostró que los cínicos tienen más probabilidades de sufrir una muerte precoz. Tras darles seguimiento durante 28 años, apreciaron que el cinismo aumentaba entre 1,5 y 1,7 veces el riesgo de muerte prematura.
¿Por qué el cinismo es tan dañino?
Parte de la explicación llega de la mano de un estudio realizado en la Carnegie Mellon University en el que se apreció que el cinismo hostil está relacionado con la inflamación. Esa actitud estimula la actividad proinflamatoria a través de las citoquinas.
La otra parte de la explicación llega de la mano del pesimismo y el aislamiento social a los que conduce el cinismo, estados que no contribuyen precisamente a que tengamos una mejor salud. De hecho, un estudio de la Universidad de Utah reveló que las personas cínicas son más propensas a sentirse provocadas por las acciones de los demás, lo cual desencadena una respuesta fisiológica exagerada que probablemente mantiene alto el nivel de estrés.
Los efectos del cinismo no solo se aprecian en nuestra salud sino que también se extienden a nuestros ingresos. Un estudio desarrollado en la Universidad de Colonia descubrió que las personas cínicas tienen menos ingresos porque son desconfiadas y excesivamente controladoras, de manera que no aprovechan los beneficios de la cooperación y pierden mucha energía monitorizando el trabajo de los demás.
Este cúmulo de investigaciones confirma que la forma que vemos el mundo tiene un poderoso efecto sobre nuestra salud, de manera que el cinismo hostil termina convirtiéndose en un bumerán que se vuelve en nuestra contra.
Ser o no ser cínico: Ese es el dilema
A veces, con los golpes de la vida, es casi inevitable no desarrollar una actitud más cínica. Eso no es necesariamente negativo, siempre que no se nos vaya la mano.
Diógenes, probablemente el cínico más conocido, alzaba una lámpara para los atenienses invitándolos a cuestionar sus creencias, valores y prioridades, y apuntándoles un camino más auténtico y satisfactorio.
Su objetivo era eliminar la niebla y la confusión para ver la realidad con mayor lucidez y claridad. De hecho, Bernard Shaw definió el cinismo como “un poder de observación precisa”. Una persona cínica se negará a ser encasillada, a colocarse etiquetas y puede llegar a ser muy objetiva y convertirse en un observador sagaz cuando es necesario una dosis de realismo.
El cínico, después de todo, se inclina a cuestionar los motivos de las personas y de la sociedad en general, quiere destruir cualquier forma de convencionalismo. Y eso no es malo. Lo malo es partir con la presunción de que todos los motivos son perversos y ponerse a la defensiva porque eso implica que nos estamos cerrando a conocer la realidad.
La clave para que el cinismo no nos dañe consiste en usar el cuestionamiento y la duda no como un fin en sí mismos, sino como un medio para eliminar la niebla e intentar ver las cosas como son – o al menos de la manera más objetiva posible. Como dijera Oscar Wilde: «El cinismo consiste en ver las cosas como realmente son, y no como se quiere que sean«. Y eso implica estar abiertos a lo malo, pero también a lo positivo.
Podemos aprovechar las experiencias de la vida, no para desarrollar un cinismo hostil sino para darnos cuenta de lo que realmente importa y eliminar todo aquello que no sirve y solo está estorbando. Necesitamos poner en práctica un cinismo inteligente, que no es una negatividad general hacia el mundo sino un foco de búsqueda de lo que realmente vale la pena, sabiendo separar el oro de la paja.
Fuentes:
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