Una de las heridas emocionales más
profundas es la del rechazo porque quien la padece se siente rechazado en su
interior, interpretando todo lo que sucede a su
alrededor a través del filtro de su herida, sintiéndose rechazado en ocasiones
aunque no lo sea.
Origen de la herida emocional del
rechazo
Rechazar significa resistir,
despreciar o denegar, lo que podemos traducir en “no querer” a algo o
alguien. Esta herida nace del rechazo de los padres hacia su hijo o en
ocasiones, del sentirse rechazado por los progenitores, sin haber intención por
parte de estos.
Ante las primeras vivencias de
rechazo se comenzará a crear una máscara para protegerse de este
sentimiento tan desgarrador que va ligado a la infravaloración de uno mismo y
que se caracteriza por una personalidad huidiza según las investigaciones
llevadas a cabo por Lise Bourbeau. Así la primera reacción de la
persona que se siente rechazada será huir por lo que no es raro que
siendo niños se inventen un mundo imaginario.
En los casos de sobreprotección, más
allá de la faceta superficial enmascarada de amor, el niño se percibirá como
rechazado pues no es aceptado como es. El mensaje que le llega es que sus
capacidades no son válidas y por eso tienen que protegerlo.
Cómo es la persona que tiene la
herida del rechazo
A partir de las heridas emocionales
sufridas en la infancia se conforma una parte de nuestra personalidad. Por
ello, la persona que padece la herida del rechazo se caracteriza por
infravalorarse y buscar la perfección a toda costa. Esta
situación la llevará a una búsqueda constante del reconocimiento de los otros
que le costará saciar.
Las palabras “nada”, “inexistente” o
“desaparecer” formarán parte su vocabulario habitual, confirmando la creencia y
sensación del rechazo que tiene tan impregnada. De este modo, es normal que
prefiera la soledad porque si recibe mucha atención habrá más posibilidades de
ser despreciada. Si tiene que compartir experiencias con más gente, intentará
pasar de puntillas, bajo el caparazón que se construye, apenas sin hablar y si
lo hace, tan solo será para infundirse valor a si misma.
Además, vive en una ambivalencia
constante porque cuando es elegida no se lo cree y se rechaza a sí misma e
incluso llega a sabotear la situación y cuando no lo es, se siente rechazada
por los demás. Con el paso del tiempo, la persona que padece la herida
del rechazo y no la sana, puede volverse rencorosa y llegar al odio, fruto
del intenso sufrimiento vivido.
Sanar la herida emocional de rechazo
Cuanto más profunda sea la herida del
rechazo, mayor será el rechazo hacia si mismo o hacia los demás, el cual puede ocultarse tras la vergüenza.
Además, habrá mayor tendencia a la huida, pero esta tan solo es una máscara
para protegerse del sufrimiento generado por esta herida.
La herida del rechazo se sana
prestando especial atención a la autoestima, comenzando a valorarse y
reconocerse por si mismo sin necesitar la aprobación de los demás. Para ello:
·
Un paso fundamental es aceptar
la herida como parte de uno mismo para poder liberar todos los
sentimientos atrapados. Si negamos la presencia de nuestro sufrimiento no
podremos trabajar para sanarlo.
·
Una vez aceptada, el siguiente paso
sería perdonar para liberarse del pasado. En primer lugar a nosotros
mismos por el trato que nos damos y en segundo lugar a los demás, porque las
personas que nos han herido probablemente también padezcan algún profundo dolor
o una experiencia hiriente.
·
Comenzar a cuidarse con amor y
priorizarse. Prestarnos atención y darnos el amor y el valor que merecemos es
una necesidad emocional imprescindible para seguir creciendo.
Aunque no podemos borrar el
sufrimiento vivido en el pasado, siempre podemos aliviar nuestras heridas y
ayudar a que cicatricen para que su dolor desaparezca o al menos se alivie.
Porque de acuerdo con lo que dijo Nelson Mandela de alguna manera somos
capitanes de nuestra alma.
LA MENTE ES
MARAVILLOSA.
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