La meditación mindfulness inspirada en la filosofía
budista puede representar un cambio importante en tu vida. Puede ayudarte a ser
más feliz, concentrarte mejor, sentirte más satisfecho y aliviar las tensiones
cotidianas. Por eso, no es extraño que se venda como la panacea para resolver
todos los problemas.
Sin embargo, hay un
detalle que muchas personas pasan por alto: los propios budistas hacen una
distinción entre el mindfulness "correcto", que llaman samma sati y el mindfulness
"incorrecto", denominado sati miccha. La
diferencia no es moralista sino que se refiere a la calidad de la conciencia,
si la persona que la practica tiene intenciones sanas y cualidades mentales que
conduzcan a la prosperidad humana y al bienestar de los demás y de uno mismo.
Esto nos indica que para
lograr los beneficios de la meditación mindfulness, para lograr un cambio
realmente importante, no basta con sentarse en la posición del loto durante más
o menos tiempo. El secreto está en la actitud con la que emprendas este viaje.
Jon Kabat-Zin, un
biólogo molecular y profesor emérito de Medicina bastante atípico que ha
integrado las enseñanzas budistas, del zen y el yoga en esta ciencia, indica
que para practicar el mindfulness es necesario desarrollar una serie de
actitudes. La actitud es una predisposición hacia algo, que influye enormemente
en los resultados que obtendremos.
Las actitudes mentales que deben acompañar el
mindfulness
1. Deshazte de los pronombres
personales
Según Jon Kabat-Zin, los
pronombres personales como “yo” y “mío” causan una gran tensión interior ya que
son el reflejo de nuestro apego a las expectativas. Cada vez que usamos el
“yo” establecemos una barrera entre nosotros y el mundo. Cada vez que usamos el
“mío” significa que nos estamos aferrando a algo.
Por eso, si queremos
comenzar a practicar el mindfulness de verdad, debemos adoptar una nueva perspectiva
y comprender que formamos parte indisoluble del mundo. Lo que llamamos “yo” es
simplemente una construcción, que puede cambiar en cualquier momento y que no
tiene por qué determinar nuestro futuro. De la misma manera, no debemos
aferrarnos a las posesiones o relaciones porque así solo alimentamos el miedo a
perderlas.
2. No juzgues
Las críticas y los
juicios son una fuente de malestar. De hecho, más dice la crítica de quien
critica que de quien es criticado. Por eso, para practicar el mindfulness es
necesario desligarse de las críticas, tanto de las críticas a los demás como a
nosotros mismos, porque en el fondo cada uno de esos juicios encierran una
expectativa, que suele ser bastante irreal y nos desconecta del mundo.
Por ejemplo, nadie se atrevería a decir que las nubes están desorganizadas, simplemente porque no esperamos que sigan un orden preciso. Por eso, cada crítica esconde una expectativa de cómo debería ser el mundo o de cómo deberían comportarse los demás e incluso sobre cómo deberíamos pensar y sentir nosotros mismos. Cuando aprendemos a no juzgar nos deshacemos de esas expectativas y comenzamos a ver el mundo cómo es realmente.
Por ejemplo, nadie se atrevería a decir que las nubes están desorganizadas, simplemente porque no esperamos que sigan un orden preciso. Por eso, cada crítica esconde una expectativa de cómo debería ser el mundo o de cómo deberían comportarse los demás e incluso sobre cómo deberíamos pensar y sentir nosotros mismos. Cuando aprendemos a no juzgar nos deshacemos de esas expectativas y comenzamos a ver el mundo cómo es realmente.
3. Sé paciente
No se puede meditar con
impaciencia y prisa. Estos estados generan confusión e impiden que nuestra
mente alcance la serenidad y la relajación que necesita. También tendremos que
ser paciente con nosotros mismos porque no se logra meditar “bien” a la
primera, y quizá tampoco a la segunda o la tercera vez.
El mindfulness requiere
práctica y paciencia, lo cual se debe a que es una actividad a la que no
estamos acostumbrados puesto que implica aquietar la mente. Sin embargo, si
eres perseverante y paciente, poco a poco irás descubriendo que en esa aparente
tranquilidad de la mente pasan muchas cosas interesantes.
4. Desarrolla la curiosidad
Practicar el mindfulness
con la actitud de quien ya sabe todo, no nos conducirá a ningún resultado
interesante. Sin embargo, si nos adentramos en esta práctica con la mente del
principiante, con la curiosidad de un niño, se abrirá ante nosotros un nuevo
mundo de sensaciones y experiencias.
El problema es que
estamos tan acostumbrados a pensar que no sabemos cómo “apagar” esa mente
racional, por lo que también llevamos nuestros prejuicios a la práctica de la
meditación. Al contrario, una mente curiosa es aquella que tiene la capacidad
de adentrarse en el mundo sin filtros ni patrones preconcebidos. Al desarrollar
esta actitud comenzarás a descubrir cosas increíbles a tu alrededor que antes
no notabas simplemente porque estabas demasiado imbuido en tus pensamientos.
5. Confía más
No se trata de
desarrollar una fe ciega ni de creer en una divinidad, se trata de volver a
conectar con tu “yo” más profundo y comenzar a confiar en tus instintos o tu
sexto sentido. En una sociedad que prioriza la racionalidad, nos hemos ido
desconectando de nuestro cerebro emocional, de manera que acallamos las
emociones, sensaciones y sentimientos, como si estos fueran dañinos.
Confiar significa
reconectar con esa parte de ti, con tus procesos fisiológicos como la
respiración o el latido del corazón. Significa reencontrar la confianza en tu
inconsciente y aprender a escuchar lo que tiene que decir antes de tomar una
decisión. De hecho, esta idea no es única de las filosofías orientales sino que
también la retomó Antonio Damasio con su concepto de marcadores somáticos, los cuales indican esas
respuestas automáticas, inconscientes o instintivas, que nos sirven de
señalizadores para tomar decisiones mucho antes de poder razonar con el cerebro
lógico.
6. Aprende a fluir
El concepto de fluir es
fundamental en la filosofía taoísta y se refiere a la necesidad de no aferrarse
a nada, ni a las posesiones ni a las personas y ni siquiera a los pensamientos
o emociones. Eso no significa que no los vivamos intensamente, al contrario, el
hecho de saber que todo lo que sentimos y vivimos no es permanente nos ayuda a
aprovecharlo al máximo.
Fluir significa aceptar
el carácter impermanente de las cosas y las relaciones, asumiendo el cambio
como única constante. Fluir también significa aprovechar las circunstancias
cuando el viento sopla a nuestro favor, y obrar con inteligencia cuando sopla
en contra. Cuando aprendemos a fluir, de repente nos deshacemos de muchos de
nuestros sufrimientos porque la mayoría de nuestras preocupaciones y miedos
sientan sus bases en un apego inseguro.
7. Siéntete agradecido
El Dalai Lama ha dicho
en innumerables ocasiones que la gratitud es la piedra angular de la felicidad.
Y también lo han demostrado varios experimentos en los que se han apreciado que
las personas que practican la gratitud se sienten más felices y satisfechas con
su vida, además de ser más resilientes y tener un mayor grado de autocontrol.
Por eso, es fundamental
que comiences a practicar la gratitud. Piensa en todas las grandes y pequeñas
cosas por las que puedes sentirte agradecido. Verás como poco a poco irá
cambiando tu visión de la vida y cada vez necesitarás menos para ser feliz. Eso
no significa que no debemos esforzarnos para conseguir nuestros sueños, pero
emprenderemos ese camino sintiéndonos mucho más libres. Es un cambio que merece
la pena porque aprenderás a ser feliz con lo que tienes mientras persigues lo
que quieres.
Fuente: RINCÓN DE LA PSICOLOGÍA
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