El “ser”, término aplicado a la conciencia existencial del hombre, y el “tener”, como deseo o necesidad de pertenencia, constituyen aspectos relevantes en la evolución psicológica del individuo.
La base del desarrollo del yo, la conciencia de su existencia (ser) implica para la persona humana en sus primeras etapas de la vida, empezar a diferenciarse entre sí mismo y el medio que lo rodea. Para ello recurre a sus sentidos que le indican los límites entre su ser y todo lo demás.
El “tener” también contribuye a esta afirmación existencial en el niño, que en algunas de sus etapas de desarrollo psicológico, adquiere su máxima expresión en el egoísmo de su conducta para favorecer su necesidad de individualización a partir del “tener”, que le da seguridad.
Si bien estas consideraciones tienen una base de sustentación psicológica, qué incidencia tienen el “ser” y el “tener” en el desarrollo posterior de nuestra conducta. ¿Qué lugar ocupan en nuestra conciencia en etapas posteriores de nuestra vida?
En realidad, ambos siguen íntimamente ligados, hasta tal punto que en la vida cotidiana uno y otro se confunden en la expresión del yo. “Tener” para muchos es equivalente a “ser” pues sólo pueden reconocerse a partir de lo que poseen, (dice el refranero castellano (tanto tienes, tanto vales).
Es así cuando las personas “adhieren” las cosas a su personalidad, y ellas representan cada vez más a sus dueños. Más aún, muchas veces estos parámetros son utilizados para evaluar o juzgar a las personas.
Las pertenencias y sobre todo las de mayor valor económico, están de tal modo en el interior de la persona, que su pérdida por diferentes motivos le llevan a caer en una profunda frustración, como si perdiera algo de su ser.
Desde el punto de vista espíritual, el “ser” en su real dimensión es el espíritu, es la esencia de nuestro yo y asiento de la voluntad, el conocimiento y el sentimiento.
El “tener” es transitorio y esto incluye a nuestro propio cuerpo que constituye una herramienta fundamental para el aprendizaje a partir de las experiencias que la vida nos presenta en cada existencia física.
El objetivo del “tener”, refiriéndonos a todo aquello a lo que podemos acceder o que podemos lograr a lo largo de nuestra vida desde el punto de vista material, puede cambiar (más aún dentro de la dinámica de la sociedad de consumo) e incluso desaparecer. Es transitorio.
Por el contrario, y desde esta perspectiva, es el “aprendizaje” que significa el llegar a “tener” lo que realmente produce el desarrollo de las potencias del espíritu (la voluntad, el espíritu de sacrificio, las pruebas a nuestras convicciones, la templanza o las múltiples capacidades de orden intelectual) en mayor magnitud que los objetos conquistados.
Las experiencias de vida con sus éxitos y fracasos, las capacidades adquiridas, las emociones que fueron madurando, todo ello queda en el espíritu, como valor permanente de su yo a través del ejercicio del “tener”.
Cuando no se valoran estas alternativas y el individuo queda aferrado exclusivamente al éxito o al fracaso de lo conquistado materialmente, pierde de vista el significado de su esfuerzo, la perspectiva de lo trascendente y la posibilidad de disfrutar lo aprendido.
Sobreviene por lo tanto la frustración y una íntima sensación de fracaso, porque hasta entonces su seguridad interior y los valores de su yo eran sostenidos por las continuas conquistas o tenencias y comienza a constatar que es punto de apoyo, de afirmación de su “ser”, se diluye con el transcurrir de su existencia física.
Como se puede apreciar, este análisis no significa desvalorizar los objetos materiales, las situaciones que somos capaces de conquistar, y menos aún nuestro cuerpo físico.
Por el contrario, todo ello desempeña un papel fundamental en la experiencia del “ser” como herramientas que le permiten acceder al desarrollo de sus potencialidades.
Pero los fracasos, las pérdidas materiales y aún las psicológicas y afectivas, enseñan, aunque a través del dolor, que el “ser”, no depende del “tener” sino que tiene su propio derrotero por encima de sus necesidades transitorias.
El hombre es creativo por naturaleza y a partir de la contemplación y la reflexión profunda puede emocionarse, desarrollar el sentimiento de amor, conectarse con las leyes universales y establecer una relación vibratoria con los centros vitales del universo, descubriendo en su mismo ser y en las cosas que lo rodean, las sensaciones de felicidad.
ESTA DISCIPLINA DEL PENSAMIENTO REFLEXIVO Y VALORATIVO, “COMPENSATORIA” DE NUESTRAS FRUSTRACIONES, DISCONFORMIDADES O REBELDÍAS, PUEDE REMITIRNOS A LA CONCIENCIA PROFUNDA, A NUESTRO VERDADERO “SER”, ESTIMULÁNDONOS, SIN EVASIONES, EN EL CUMPLIMIENTO DE LAS RESPONSABILIDADES QUE IMPONE CADA SITUACIÓN DE VIDA.
ENTENDIENDO QUE ES MAS IMPORTANTE “SER QUE TENER”.
LES DEJO UN CUENTO “ZEN” para que sean conscientes de que no podemos renunciar a nuestra esencia…………simplemente intenten descubrir cada uno de ustedes la suya.
Un maestro oriental que vio cómo un alacrán se estaba ahogando, decidió sacarlo del agua, pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó. Por la reacción al dolor, el maestro lo soltó y el animal cayó al agua y de nuevo estaba ahogándose.
El maestro intentó sacarlo otra vez y otra vez el alacrán lo picó. Alguien que había observado todo, se acercó al maestro y le dijo: – Perdone, ¡pero usted es terco! ¿No entiende que cada vez que intente sacarlo del agua lo picará?”.
El maestro respondió: “LA NATURALEZA DEL ALACRÁN ES PICAR Y ESO NO VA A CAMBIAR LA MÍA, QUE ES AYUDAR”. Y entonces, ayudándose de una hoja, el maestro sacó al animalito del agua y le salvó la vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace daño; sólo toma precauciones.
Algunos persiguen la felicidad, otros la crean. Tenlo presente siempre.
Que la conducta de las otras personas jamás condicione la tuya.
SENCILLO, ¿NO CREES?
“CUANDO LA VIDA TE PRESENTE MIL RAZONES PARA LLORAR, DEMUÉSTRALE QUE TIENES MIL Y UNA RAZONES POR LAS CUALES SONREÍR”
Fuente: Ciencia y Espiritualidad
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