Cómo los pensamientos provocan reacciones químicas que influyen directamente en la salud y crean una realidad propia.
Joe Dispenza estudió Bioquímica en la
Universidad de New Brunswick (Nueva Jersey) y es doctor en Quiropráctica por la
Life University de Atlanta (Georgia). Coautor del filme récord de Y tú qué
sabes, llena salas de conferencias en Estados Unidos y Europa explicando de
forma sencilla cómo cambiar. Cómo los pensamientos provocan reacciones químicas
que influyen directamente en la salud y crean una realidad propia. Lleva
décadas estudiando la neuroplasticidad, esa capacidad que tiene el cerebro de
adaptarse a los cambios y modificar los circuitos que conectan todas las
neuronas.
Él es un ejemplo vivo de su propio cambio. A los
24 años sufrió un grave accidente que afectó a sus vértebras dorsales. Le
vaticinaron que se quedaría toda la vida en una silla de ruedas. Pero decidió
no operarse y experimentar, en cambio, la capacidad de regeneración de su
propio cuerpo. Se ofrece la entrevista que le ha realizado Elisabet Bonshoms.
Alguien discute con su
pareja y termina con un: “Soy así, no puedo cambiar”. ¿Qué le diría usted?
Que no es verdad. Se producen una serie de
reacciones químicas en el cuerpo que hacen creer que no se puede cambiar, pero
la evidencia de la ciencia dice todo lo contrario. Hay que olvidar la idea de
que el cerebro es un órgano estático, rígido e inmutable. Sí, podemos cambiar.
¿Cómo?
Cambiando de pensamiento. El interruptor que
activa el cambio es la voluntad, porque desencadenará una nueva información.
Cambiar es pensar de forma más amplia, trascender tu propio entorno. Es
conectarte a un sueño, a una idea que ya existe en el campo cuántico de
posibilidades. Es creer en ese futuro cuando todavía no se puede percibir con
los sentidos.
¿Por qué es tan difícil
cambiar?
Porque las reacciones emocionales son muy
adictivas. Puedes decirte a ti mismo que no te gusta tu trabajo ni tu relación
de pareja, que no te gusta nada de lo que haces y tienes en tu vida. Pero eso
es una emoción que la mente ha memorizado para reafirmar su identidad. Esas
reacciones químicas alteran nuestra percepción de la realidad e impiden la
entrada de cualquier otro tipo de información en nuestro cerebro. Para cambiar
hay que romper esa emoción.
Pero no es nada fácil cambiar los pensamientos.
Lo primero que hay que hacer es observarlos y relacionarlos con lo que te pasa
en la vida. Así uno empieza a ver reflejados en su cotidianidad los efectos que
ha creado con cada uno de sus -pensamientos.
¿Por qué da miedo cambiar?
Porque eso supone pasar de una situación cómoda
y predecible a otra desconocida. La mayoría de las personas sueñan con emprender
cosas nuevas, pero no pasan a la acción, se quedan en el plano intelectual.
¿Cómo podemos realizar estos proyectos si seguimos apegados a lo familiar y
convivimos con esta vieja personalidad? Para experimentar algo nuevo tenemos
que arriesgar, dejar el territorio de lo predecible y entrar en el terreno de
la incertidumbre.
¿Qué se debe cambiar para
crear una nueva vida?
Hay que cambiar no sólo lo que se piensa y se
hace sino también cómo se siente. Uno no puede esperar que pase algo diferente
en su vida si tiene los mismos pensamientos, hace las mismas cosas y abraza las
mismas emociones cada día. Si somos capaces de cambiar la interpretación de
nuestra realidad, nuestro cerebro trabajará con nuevas secuencias y patrones. Y
eso es lo que cambia la mente, porque la mente es el cerebro en acción.
¿La neurociencia puede
demostrar que los pensamientos crean el camino?
El modelo neurocientífico dice que podemos
cambiar en cualquier momento de nuestra vida. Cambiaremos nuestro cerebro con
cada nuevo pensamiento, con cada nueva experiencia, con cada sueño que
persigamos. El ingrediente principal es la información, el conocimiento. Cada
vez que aprendemos algo nuevo añadimos una nueva conexión en nuestro cerebro.
¿Cómo se puede enseñar a
los hijos a no ser personas definitivas, a vivir en el cambio?
Lo primero es enseñarles inteligencia emocional,
enseñarles a controlar las emociones y decirles que las emociones son lo que
nosotros somos. En segundo lugar no hay que enseñarles nada que nosotros no
seamos capaces de hacer. Los niños se fijan más en lo que hacemos que en lo que
decimos porque tienen más activas un tipo de neuronas llamadas neuronas espejo,
que copian lo que hacemos. Si quieres que estén de acuerdo con el cambio,
demuéstrales lo versátil que eres, y así serán independientes. En tercer lugar,
no se debe intentar razonar con los hijos durante una reacción emocional porque
te van a dejar solo. Hay que permitirles la libertad de tener esa reacción y
hacerles saber que se les está observando. Al cabo de un rato se les debe
hablar sobre lo que uno quiere cambiar de sí mismo y crear el entorno para que
ellos empiecen a observar quiénes son, sin juzgarlos. Y preguntarles qué harían
diferente si vivieran de nuevo la misma experiencia. De esa forma se empieza a cambiar
su cerebro y su cuerpo mucho más allá de la experiencia presente. Y se les da
confianza para que empiecen a abrirse a su propio potencial.
¿En cada momento se vive lo
que uno ha creado con sus pensamientos?
Sí. Sin duda. Somos los creadores de nuestras
realidades. El problema es que la mayor parte del tiempo son nuestros
pensamientos inconscientes los que crean esa realidad. Son programas que
funcionan justo debajo de nuestra conciencia y que memorizan comportamientos,
pensamientos y reacciones emocionales. Estos son los que crean esa química que
nos hace reaccionar siempre de la misma manera.
Pero nadie quiere vivir una
enfermedad o un accidente, por ejemplo.
Uno mismo no crea ese accidente o esa enfermedad
de forma consciente, pero quizás ha estado pensando inconscientemente cuán
terrible es su vida, cuánto está sufriendo, lo triste que se siente, cuánto
dolor tiene dentro… Ha creado, en su subconsciente, un refuerzo de las
emociones de dolor y sufrimiento, y eso se refleja fuera, en su vida, en un accidente
o enfermedad. Hay algo importante: nunca debemos culparnos por nuestras
creaciones, todo es aprendizaje.
La clave es cambiar el
propio estado emocional…
Las emociones son experiencias que el cuerpo
memoriza. Si una persona está viviendo con las mismas emociones cada día, es
que no le está ocurriendo nada nuevo. El cuerpo cree que está en la misma
experiencia todo el día. La redundancia de este ciclo entrena al cuerpo para
estar en el pasado en vez de en el momento presente, y la persona, con sus pensamientos,
vuelve consistentemente al pasado porque su emoción está conectada al pasado.
Cuando una persona quiere cambiar intenta pensar en un futuro, pero las
emociones le devuelven al pasado. Por eso es tan importante cambiar nuestro
estado emocional.
¿Las enfermedades, las
crisis, las pérdidas hay que verlas como un trampolín para cambiar?
Esos traumas, esas crisis, son, efectivamente,
catalizadores del cambio. Una gran mayoría de las personas requiere de un
estado de sufrimiento para decidirse a cambiar. Pero también podemos cambiar
desde un estado de bienestar y de alegría mediante el proceso de soñar una
nueva vida. No es cierto que nuestro destino se encuentre escrito en los genes.
¿Cuál es el mayor factor
desencadenante de las enfermedades?
Entre un 75% y 90% de los occidentales acude al
médico debido al estrés emocional. Emociones que se esconden detrás del estrés
y que tienen que ver con el enfado, la frustración, el odio, el juicio, el
dolor, el sufrimiento, la culpa, la desesperanza, el miedo, la ansiedad, la
falta de poder, la inseguridad… Si estás ante un reto, tu cuerpo crea un montón
de reacciones químicas para movilizar esa energía. Esencialmente, los
pensamientos y las emociones pueden hacernos enfermar, pero si nos hacen
enfermar también nos pueden sanar.
Los humanos saben que
quieren cambiar, pero la mayoría de las veces no tienen la evidencia de lo que
quieren ser o hacer.
Es cierto. Cuando no sabes qué quieres ser o
hacer, primero debes decidir quién no quieres volver a ser, de qué modo no
quieres volver a pensar jamás, cómo no quieres sentirte y cómo no quieres
actuar. Tienes que empezar a crear y reinventarte a ti mismo, romper el hábito
de ese yo antiguo y reaprender. El pensamiento positivo no es suficiente, hay
que entrar dentro de uno mismo y empezar a deconstruir.
Usted tuvo un accidente muy
grave de joven, y los médicos le dijeron que no volvería a andar. ¿Por qué creó
ese accidente y cómo lo superó?
A mis 24 años vivía una vida de éxito y
bienestar que yo creía que era completa. El accidente fue probablemente una de
las mayores bendiciones de mi vida, porque me llevó a cuestionar mis valores y
a empezar a pensar en mis prioridades. Cuando te rompes seis vértebras dorsales
y tienes fragmentos óseos en la médula y cuatro médicos te dicen que nunca más
vas a volver a andar, no vuelves a vivir una vida normal. Llegué a comprender
principios universales que me parecían pura teoría filosófica. Me aconsejaron
que me operara, pero decidí no hacerlo y experimentar, en cambio, lo que
sentía, ser coherente con mi pensamiento. Pensé que el poder que hizo el cuerpo
cura el cuerpo, base de la filosofía quiropráctica. Hay una inteligencia en
cada ser humano que nos da vida, y conecté con esa inteligencia durante todo el
tiempo, sin hacer nada más que dedicarme a mi curación. No podía imaginar mi
vida con hierros en la espalda y viviendo de medicinas. Quería dar a esa
inteligencia un plan muy específico y que ella hiciera lo mejor para mí. Los
átomos son nada en un 99,999 por ciento, nada material, pero lo son todo en
potencia. Esa inteligencia organiza todo eso. Cuando empecé a notar cambios en
mi cuerpo, físicamente, presté mucha atención a lo que hacía con mi cuerpo y
con mi mente y lo repetí y repetí hasta que la repetición de ese ciclo empezó a
sanar mi cuerpo.
¿La repetición es la base
para crear cualquier realidad más elevada?
La grandeza es creer en ese futuro que existe
más allá de nuestros sentidos y mantenerlo vivo en nuestra mente hasta que el
evento realmente sucede. ¡No creamos las cosas porque no creemos que seamos
capaces de hacerlo! Las personas no comprenden que los pensamientos producen
grandes efectos en sus vidas. Quizás tengan algunos pensamientos conectados a
un estado elevado de emoción, ¡pero sólo durante 15 minutos al día! Y se
preguntan: “¿Cómo no ha sucedido el cambio todavía?”. Es porque las otras 23
horas y 45 minutos, su mente está vagando por todas partes: están enfadadas,
negativas, juzgando. Para actuar sobre la realidad tenemos que alcanzar estados
más elevados de conciencia y dejar entrar emociones nutritivas, como la
gratitud, la alegría, la apreciación de las cosas. La dificultad reside en cómo
llegar a ese punto, porque la mente analítica dirá: “¿Por qué voy a dar las
gracias o estar alegre si no me ha pasado todavía?”. Eso es el antiguo modelo
de pensamiento. Muchas personas, secretamente, creen en su propio poder, pero
nunca hacen un hueco para saber realmente qué quieren.
¿Tiene mucho que ver la
meditación en este proceso?
La meditación es el primer paso para producir
cambios. Es una técnica que enseña a observar los pensamientos y aquietar la
mente. Te lleva a saber dónde estás y a cambiarte a ti mismo, porque cambia la
relación entre la mente y el cuerpo. En ese estado del ser donde sólo hay
conciencia estamos produciendo un campo electromagnético que afecta a ese
cambio. Después de meditar es imposible tener mal humor.
¿Qué efecto produce el
silencio mental en las células?
El lóbulo frontal del cerebro (lo que
denominamos tercer ojo) es la última pieza de nuestro sistema neurológico.
Cuando nuestra parte divina controla nuestra parte animal, el cerebro cambia
fisiológicamente. En experimentos con monjes budistas rezando se ha comprobado
cómo el lóbulo frontal aísla ese control animal y, en consecuencia, silencia el
resto del cerebro, enfría las células cerebrales que tienen que ver con el
tiempo y el espacio, con el cuerpo y con nuestra identidad. Entonces no se
procesa nada más. A eso lo llamamos paz.
A través del silencio pasamos de ser alguien con
opiniones o juicios a un campo cuántico donde somos no alguien. Ahora la mayor
parte de la humanidad está preparada para alcanzar ese campo.
Si el mundo es un reflejo de lo que sucede a las
personas, ¿se podría decir que el ser humano está viviendo una revolución
celular?
Estamos en un tiempo en la historia donde el
cambio tiene que ocurrir. Pero para hacer que algo nuevo ocurra, lo viejo tiene
que morir. Muchos paradigmas están colapsados: los modelos político, médico,
económico, medioambiental… El ser humano debe empezar a hacerse preguntas más
importantes y dejar de creer en superestructuras… Es tiempo para los
individuos.
¿A qué se debe la falta de
liderazgo de los políticos? ¿Están perpetuando viejas estructuras?
Las emociones que la mayoría de nosotros tenemos
y que crean esas situaciones de egoísmo que hemos comentado,
desafortunadamente, son las mismas que tienen nuestros líderes. No puedes dar
la paz en una iglesia y salir pisando a los demás al salir porque tienes prisa.
Esa es una típica oposición entre el cuerpo y la mente, no hay coherencia entre
lo que dices, lo que haces y lo que piensas.
Si existe una mente común,
una red de pensamiento a la que toda la gente está unida, ¿con qué pensamientos
se podrían crear nuevos líderes?
La sustancia que unifica las células y el
universo entero es el amor. En una neurona se puede observar cómo una cierta
cantidad de esa sustancia desconecta los patrones antiguos de pensamiento. Se
da cuando empezamos a tomar decisiones que consideran al todo. Primero hay que
sentir amor por uno mismo y, en consecuencia, amamos todo lo demás. Si no nos
gustan ciertas cosas, debemos eliminarlas antes en nosotros.
¿Es posible que la actual
crisis se materializara porque muchas mentes la crearon con sus pensamientos?
Como científico, le digo que sí, ¡evidentemente!
La crisis ha estado en la mente de todas esas personas.
¿Cómo será el cerebro de un
hombre consciente?
Tendrá muchas más conexiones sinápticas, las que
comunican entre sí la información que contienen las neuronas. Veremos el
cerebro trabajando en una forma de pensamiento más coherente, con transmisiones
neurológicas mucho más rápidas. El lóbulo frontal estará completamente
conectado con el subconsciente, y tendremos neurotransmisores secuenciados
desde la glándula pineal, que mejorarán nuestra percepción de la realidad.
Quizás algunas personas estén a las puertas de un cambio de potencial de su
cerebro. Lo único que sé es que no puedes esperar a que el cambio se produzca.
Tienes que actuar sobre él. Dios no te elige, tú te eliges.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario