Muchos de estos procesos pueden ser negativos para nosotros, como
ciertas formas de interpretar los sucesos de nuestro alrededor. De hecho,
existen patrones de pensamiento que pueden hacernos muy infelices y que en
Psicología se conocen como “distorsiones cognitivas”. A continuación,
vamos a ver qué hábitos inconscientes son los que nos provocan malestar y
contribuyen a hacernos infelices y cómo solucionarlos:
1. Formas
negativas de interpretar las cosas.
Lo que sucede a nuestro alrededor simplemente son hechos que pueden ser
tomados de mil maneras diferentes. Lo que es curioso es que un mismo suceso
puede verse de forma negativa o de forma positiva.
Las personas infelices tienen el hábito de considerar los hechos que ocurren a su alrededor de forma que les causan malestar innecesariamente. Y, es más, es un patrón de pensamiento muy automático, inconsciente, y, por tanto, complicado de controlar. Algunos ejemplos de estas interpretaciones serían:
Las personas infelices tienen el hábito de considerar los hechos que ocurren a su alrededor de forma que les causan malestar innecesariamente. Y, es más, es un patrón de pensamiento muy automático, inconsciente, y, por tanto, complicado de controlar. Algunos ejemplos de estas interpretaciones serían:
– Esperar consecuencias malas de cualquier suceso inesperado o nuevo
(“voy a conocer a la familia de mi pareja, seguro que hago algo inapropiado”).
Esta manera inconsciente de pensar acaba afectando al estado de ánimo,
aumentando la ansiedad y el malestar, lo que puede acabar incrementando la
probabilidad de que nuestros miedos se cumplan. Lo adecuado es afrontar
las situaciones novedosas con apertura y actitud positiva, sin importarnos si
las cosas van a salir bien o mal, sino tratando de sacar el máximo provecho de
ellas.
Esa actitud se reflejará en lo que decimos y lo que hacemos. Así, estaremos más tranquilos, despreocupados y más cerca de nuestros objetivos.
Esa actitud se reflejará en lo que decimos y lo que hacemos. Así, estaremos más tranquilos, despreocupados y más cerca de nuestros objetivos.
– Exagerar y magnificar los aspectos negativos de las cosas y olvidar
los positivos: tenemos la absurda costumbre de centrarnos en lo malo, darle
vueltas y resaltar todo lo te hace sufrir esa situación. Sin embargo,
siempre hay cosas positivas en casi todos los ámbitos de nuestra vida (por
ejemplo: seguir saludables, tener éxito con nuestra pareja, una relación bonita
con nuestros hijos, etc.) que tienden a olvidarse. ¿Y si recordáramos
todas las cosas valiosas que hay en nuestra vida o hemos conseguido? ¿Y si
tuviéramos en mente todas esas veces que luchamos y salimos airosos en vez de
nuestros fracasos? Evidentemente, estaríamos siendo más felices sin perder la
sinceridad con nosotros mismos.
– Visión extrema (“todo es blanco o negro”): o clasificar nuestras
vivencias como “buenas” o “malas” sin darnos cuenta de lo complejo que es el
mundo y todo lo que sucede en él. Muchos eventos pueden situarse en puntos
intermedios, sin tener que valorarse de forma tan positiva o negativa. No
es imposible cambiar nuestra forma de interpretar las cosas. Lo primero para
ello, es ser conscientes de cómo nos tomamos las cosas que nos ocurren y
empezar a sustituir el pensamiento que nos hace infelices por otro más ajustado
a la realidad y que genere menos malestar.
2. Lo que nos
decimos a nosotros mismos.
Este punto es muy parecido al anterior, pero quiero resaltar aquí
concretamente cómo tratamos a nuestra propia persona. A veces se nos
olvida que somos seres imperfectos pero valiosos, capaces, que tenemos días
malos y buenos, y que debemos hablarnos con respeto y cariño.
Analiza qué es lo que te dices a ti mismo y huye de los pensamientos
inconscientes que se vuelven automáticos del tipo: “debería ser mejor”, “tengo
que trabajar más”, “debo ser la madre perfecta”, “siempre lo hago todo mal”,
“ojalá no fuera tan torpe”, “ya estás pensando otra vez en lo mismo”, etc.
Estas cosas que nos decimos llevan implícitas ansias de perfeccionismo y
demasiadas exigencias que nos desbordan y nos provocan estrés. Por eso es
importante conocer nuestro propio valor, asumirlo y darnos cuenta de que
debemos ser más comprensivos con nosotros mismos.
Así, podríamos cambiar estos pensamientos por otros como: “esto me ha
salido mal, pero yo tengo muchas cosas buenas, quizás en la próxima va mejor”,
“me siento orgullosa como madre”, o “hoy estoy cansado, voy a tomarme las cosas
con más calma”.
3. Centrarnos en
el pasado o en el futuro y no vivir en el presente.
Un error muy común es no pensar en el presente, sino gastar mucho tiempo
pensando en cosas que ya pasaron o que se cree que ocurrirán el futuro.
Preocuparse por lo que va a suceder puede provocar mucho estrés y además no
tenemos seguridad real de que lo que pensamos vaya a pasar o no. Como vemos,
esto es una tarea inconsciente que resulta inútil e incluso nos hace sentir
mal.
Otro error es la idea de “podré ser feliz cuando consiga pareja”, o
“cuando pierda peso, comenzará mi felicidad”. Ya que estás proyectando tu
felicidad a un hecho futuro, ignorando que hoy por hoy, puedes sentirte feliz
de otras formas y valorando otras cosas buenas de tu vida actual.
Lo único seguro que tenemos es que estamos viviendo en el presente, en
el aquí y en el ahora. El pasado es algo que ya ocurrió y no podemos cambiar, y
el futuro no lo conocemos. Por este motivo, nuestra conciencia debe estar
orientada a lo que estamos viviendo en este preciso momento: ahora estás
leyendo este texto, y es aquí donde deberías tener toda tu atención y enfocar
tus pensamientos.
Actualmente muchas personas están entrenando esta capacidad de vivir el
presente gracias a una técnica de meditación llamada atención plena o
mindfulness. Existen estudios que confirman que esta técnica produce un
mayor bienestar psicológico, por ejemplo, este meta-análisis.
4. Pensar que
debemos estar siempre felices y estar triste es malo.
Es obvio que en la vida no siempre todo es como queremos: hay momentos
duros que ponen a prueba nuestra fortaleza, fracasos inesperados, pérdidas,
errores. Lo importante es concienciarnos de que esto forma parte de la
existencia y reconocer que tenemos que vivirlo, no evitarlo.
Tendemos a tener la idea incorrecta, de forma inconsciente, de que
tenemos la obligación de sentirnos siempre bien. Parece que siempre debemos
sonreír, ser amables, estar activos… y no nos permitimos a nosotros mismos
sentir rabia, dolor o ponernos a llorar. Esto hace que reprimamos nuestras
emociones negativas, es decir, que las encerremos bajo llave. Sin darnos cuenta
de que siguen ahí y no expresarlas puede afectar nuestra salud física y mental.
5. Intentar borrar
u ocultar nuestros recuerdos traumáticos.
Unido a lo anterior, una capacidad propia de nuestro inconsciente es
borrar u ocultar aquellas experiencias del pasado que han sido traumáticas o desagradables
para nosotros. El objetivo de esto es protegernos temporalmente de ese dolor,
fingiendo que no ha pasado.
Pero el recuerdo está almacenado en algún lugar recóndito de nuestra
memoria y a veces se produce una lucha en la que intenta salir y nosotros no le
dejamos, contribuyendo a nuestra infelicidad. ¿Cómo se superan estas
memorias? El truco está en recordarlas. Es algo doloroso, pero que es necesario
vivir para aceptarlas, asumirlas, aprender de ellas y, finalmente, superarlas.
6. Quedarnos pensando
sobre los problemas y no actuar para resolverlos.
Esto es algo que no nos damos cuenta, pero es muy común. Recuerda cuando
tienes cualquier problema cuánto tiempo dedicas a pensar una y otra vez sobre
éste y realmente cuántas cosas haces para solucionarlo. La mayoría de las
veces dedicaremos horas y horas a pensar sobre ello o comentárselo a nuestros
amigos o familia, generándonos una gran cantidad de preocupaciones y malestar.
Lo ideal es centrar el pensamiento en la solución, estudiar las alternativas
posibles y ponerse en marcha cuanto antes. Es la única manera de afrontar los
problemas.
7. Actuar al
servicio de las emociones que tenemos en cada momento.
Nuestro inconsciente es aparentemente incontrolable e instintivo, por
eso se vincula con nuestras emociones más primarias. Hay momentos que los
cambios emocionales pueden jugarnos malas pasadas, como tener un ataque de ira
contra alguien ajeno a tus problemas.
Por eso, debemos aprender a controlar nuestras emociones y no dejar que
éstas nos dominen a nosotros. Está bien que no nos censuremos y nos permitamos
sentir, pero controlar en medida de lo posible cómo expresamos esas emociones
para que sean adaptativas.
8. Compararse con
otras personas.
Hay momentos en los que inconscientemente sentimos envidia o celos de
los demás, ya que percibimos que éstos tienen cosas buenas que nosotros
pensamos que no tenemos. Estas comparaciones constantes son típicas de personas
que no son felices.
Esto provoca a la larga una importante frustración con uno mismo, y
desprecio hacia los demás. Hay que ser realista y reconocer tanto las
propias virtudes como defectos como las de los demás. A través de nuestro punto
de vista, puede que la vida de otras personas se vea de forma distorsionada e
irreal.
Por ejemplo, puede parecer que la vida de los demás es mucho más
satisfactoria que la nuestra, pues sólo conocemos lo positivo e ignoramos sus
problemas. Posiblemente las personas que envidiamos tengan o hayan tenido
problemas y dificultades que ni siquiera nos imaginamos. Por eso, envidiar a
los demás o sentirse mal por no ser como ellos es una pérdida de tiempo.
-Por Cinta Martos
Silván-
http://rioabierto.ning.com/
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