Por el solo hecho de ser parte de este mundo, y de haber decidido encarnar como parte de la raza humana, hay algo que puedes hacer, compartir y entregar a los demás. Todos venimos con un propósito y más en estos momentos de cambio evolutivo. Los proyectos que tenemos, las habilidades que poseemos y el propósito y misión de cada uno, suele ser algo que, en general, desde fuera son más perceptibles y aceptados por los demás que por nosotros mismos.
Cuando cierro los ojos y me pregunto porqué alguna de las cosas que pongo en marcha se quedan a medias, o porqué no les doy el valor que otros me dicen que tienen, veo en el sótano de mi subconsciente a un mini-David al que, por alguna razón, le han dicho, se ha dicho, o se ha generado la ilusión de que eso, aquello o uno mismo, no tiene el suficiente valor físico, energético, espiritual, o del tipo que sea, para que sea importante para los demás o para mi mismo, y en consecuencia, su materialización corre a suerte de que energía es la más potente, si mi personalidad consciente empujando para tirarlo adelante, o mis programas subconscientes trabajando para frenarlo.
El servicio como propósito
Dicen, algunas enseñanzas ancestrales, que el mayor sacrificio del ser humano, al igual que la felicidad más grande, es el servicio a otros, sin dejar de auto cuidarse y preocuparse por uno mismo, ya que el bienestar personal es lo que te permite trabajar por el bien mayor y común para con los demás. A este respecto, Pitágoras decía que: “el servicio concierne con la sabiduría, la armonía y el ritmo, pues cuando esta actitud es usada en su grado más alto, trae iluminación, buenos poderes razonadores y le da a todo lo que toca limpieza y pureza moral”. Algo parecido se le atribuye a Buda al decir que “el servicio es un sacrificio del orden más alto”.
En general, la ayuda mutua, la cooperación entre seres humanos, el trabajar por el prójimo es algo que creo está presente en la mayoría de personas, y, por eso mismo, una de las formas de rebajar esta tendencia innata en la mayoría de corazones es potenciando todo aquello que nos infravalore consciente o inconscientemente. Este tipo de comportamientos salen a la luz cuando se producen catástrofes, desastres naturales o eventos por el estilo, donde todo el mundo se olvida por un ratito de si mismo y de sus problemas y sale la parte más pura y noble para intentar ayudar a los demás de alguna forma u otra.
Pero el sistema bajo el que funcionamos conoce el potencial de servicio al prójimo, y no deja de ser otro de los parámetros de trabajo de la maquinaria de programación que se nos inculca, el reducir ese potencial y esa actitud de cooperación mutua, de lo contrario, la humanidad que podríamos ser transformaría el planeta en un santiamén. Como dice una frase que leí hace poco: “No dudes nunca de que unas pocas personas comprometidas pueden cambiar el mundo, de hecho, son los únicos que lo han conseguido.” Como siempre, añado, comprometidos con cambiar su mundo interior, para que eso cambie el mundo de ahí fuera. Ya nos entendemos y sabemos de que se trata, por la cantidad de veces que hemos hablado de ello en el blog.
El programa de infravaloración
La infravaloración es un programa como cualquier otro, un sentimiento si se quiere, pero no deja de ser un componente que aparece en una o varias esferas mentales y en los cuerpos sutiles del hombre como una forma energética con una cierta frecuencia de resonancia con sustrato negativo. En muchos casos, sentimientos o programas de infravaloración provienen de experiencias pasadas mal decodificadas, en las que, por no haber conseguido hacer algo según nuestras expectativas, nos hemos auto degradado para hacernos creer que no teníamos el potencial, habilidad o capacidad para hacerlo. Por otro lado, otros, desde fuera, han podido potenciar ese sentimiento (educación, medios, cultura), o insertar en nuestra psique esos programas. La manipulación externa sobre uno mismo es un factor presente también en la sociedad por parte del sistema bajo el que vivimos.
La experiencia e investigación nos ha llevado a darnos cuenta de que todos aquellos considerados “molestos” por los que rigen aun las estructuras de este sistema, recibimos 24/7 una onda disruptiva proveniente de un emisor tipo antena situado en las bases de gestión y poder existentes en el planeta, desde donde se controla toda la matrix del sistema de vida humano. Existe algo así como una antena por persona “marcada”, sintonizado a la frecuencia base de las glándulas pituitaria, pineal y parótida, que identifican individualmente la frecuencia de resonancia de cada uno de los seres humanos. Para obtener dicha frecuencia y poder sintonizar la antena hacia una persona, existe otra especie de tecnología de scan. Dependiendo de la configuración mental de la persona, la onda está enfocada hacia una o varias de las esferas mentales del individuo.
El contenido de esta onda lo forman mensajes, formas mentales, pensamientos, que la persona cree ser suyos, y entre ellos se imbuye todo tipo de programas de reducción del potencial de la persona, la infravaloración siendo uno de ellos, o potenciándola si está ya presente en los cuerpos sutiles del receptor. Esta tecnología está basada en la técnica de inducción mental remota para la manipulación de los pensamientos en la psique de las personas, de la que podéis leer en detalle su funcionamiento en este artículo.
¿Es esa infravaloración tuya? Deshazte de ella
La sentencia del Oráculo de Delfos, “conócete a ti mismo”, coloca al hombre ante tres preguntas: ¿de dónde vienes? ¿quién eres? y ¿adónde vas? El triple misterio del origen, realidad y misión del ser humano en el mundo. Sabemos que podemos ver como se manifiesta el universo en nosotros y nosotros en el universo con solo centrar nuestra atención en nosotros mismos. Si miramos hacia dentro, encontramos que las leyes que nos rigen que son análogas a las que rigen el propio cosmos, porque nuestro centro más interno es análogo al centro más interno de todas las cosas. La separación entre interno y externo es algo irreal, pues se basa en la ilusión de la separación que el universo necesita para conocerse a si mismo.
Por este mismo motivo, infravalorarse internamente produce la infravaloración de los demás hacia nosotros, consciente o inconscientemente, y produce una materialización de una realidad donde nuestro propósito se puede ver truncado y mermado, por la ilusión de que somos menos de lo que realmente somos, y de que valemos menos de lo que realmente valemos. ¿Cuanto somos y cuanto valemos? Infinito. Valemos lo que vale la Fuente que hay en cada uno, y por tanto, si uno se infravalora está viviendo en una creencia falsa, una distorsión de la realidad de la existencia. Esa infravaloración que tienes ahí dentro no es tuya, del ser que eres, te la ha inculcado el sistema bajo el que vives para desmontar tu potencial, tu Humanidad, tu servicio al prójimo y tu colaboración con tu grano de arena en el bienestar común de todos nosotros. Deshazte de ella.
un abrazo, David Topí
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