Los occidentales estamos acostumbrados a escuchar sobre algunas enfermedades mentales son polares, es decir transcurren entre dos polos y por eso llamamos Trastorno bipolar a una curiosa enfermedad cíclica conocida desde la antigüedad que se caracteriza por oscilaciones del humor que en los casos más intensos y graves tiene lugar desde la euforia (manía) hasta la melancolía (depresión), emociones que en nuestro modo de pensar son opuestas aunque no son las únicas como veremos a continuación.
Lo que desconocemos los occidentales es que esta enfermedad del ánimo – el trastorno bipolar- ya había sido conceptualizada por la tradición médica china, aunque bien es cierto que en su modelo explicativo, la MTC no considera a esta la única enfermedad polar, sino que como podemos ver en el esquema de más abajo existen cinco polaridades, es decir cinco modos de enfermar oscilantes entre emociones.
Tal y como puede verse en el esquema, a cada emoción corresponde un órgano y una víscera, un sabor, un color, un canal sensorial, una estación de año y un elemento (agua, madera, fuego, metal y tierra). En este modo de pensar cíclico, holístico, dinámico e integral, lo que enfermaría a un individuo seria el personal trasiego que hace con sus emociones, es decir la manera en que inhibe, agota, desplaza o nutre cada una de esas posiciones siguiendo las siguientes leyes que llamaremos las leyes de las cinco polaridades:
Ley de madre-hijo.
Significa que:
1.-Tierra nutre metal
2.-Metal nutre agua
3.- Agua nutre madera
4.-Madera nutre fuego
5.-Fuego nutre tierra
Y por el contrario
El hijo enferma (agota a la madre).
1.-Tierra apaga fuego
2.-Fuego consume madera
3.-Madera consume agua
4.-Agua consume metal
5.-Metal consume tierra.
2.-Fuego consume madera
3.-Madera consume agua
4.-Agua consume metal
5.-Metal consume tierra.
Ley del abuelo-nieto.-
Si la madre y el hijo se relacionan directamente a través de sus aspectos de nutrición y de desgaste, los opuestos (abuelos) se relacionan de una forma bien distinta: lo hacen controlando a su contrario, es decir estableciendo relaciones bipolares entre ellos. Así
1.-El fuego controla el metal (la alegría controla la pena, embriagado en lugar de apenado)
2.-El metal controla la madera. (la pena controla la ira, triste en lugar de rabioso)
3.-La madera controla la tierra (La ira controla la reflexión, pensar antes de hacer)
4.-La Tierra controla el agua. (La reflexión controla el miedo, escuchar al otro tiene efectos anti miedo)
5.- El agua controla el fuego (el miedo controla la alegría, sin comentarios)
De estas cinco polaridades la que es más próxima a nuestros modelos explicativos es la primera, es decir el par alegría-pena, sin embargo el resto son bastante desconocidos para nosotros si descontamos la relación entre pena y rabia que sabemos bien que son dos emociones que se relevan en algunos de nuestros pacientes que presentan patologías de la pena (depresiones) cuando en realidad están profundamente airados o enfadados por alguna razón. Entendamos pues que el término “controla” es algo así como un eje de retroalimentación de ida y vuelta (bidireccional) entre emociones que son fácilmente intercambiables a través del aprendizaje precoz, es decir aquellos aprendizajes que se realizan a través de condicionamientos simples y precoces (arcos reflejos) y que por tanto van a perdurar toda la vida.
Cada una de estas emociones tiene un nombre cuando se presentan en estado patológico, entendiendo la patología como su exceso o defecto, así:
1.-La alegría patológica es euforia o exceso de seriedad.
2.-La reflexión patológica es obsesividad y perfeccionismo.
3.-La pena patológica es la melancolía clásica o la depresión.
4.-El miedo patológico es pánico.
5.-La ira excesiva es violencia o cólera.
Visto en términos de psicopatología ya podemos entender las mismas correspondencias:
1.-La euforia controla la melancolía o dicho de una manera más psicológica: la manía es una defensa contra la depresión.
2.- La melancolía controla la ira o bien: la depresión es rabia reprimida.
3.- La cólera controla la reflexión excesiva (las conocida agresividad latente de los obsesivos)
4.- La obsesividad controla el pánico ( el conocido efecto antipánico de las ideas y de las perchas cognitivas). La obsesión es la máscara del miedo.
5.- El pánico controla la euforia (el conocido efecto antipánico del alcohol o las drogas euforizantes)
Aquí podemos de nuevo ver el esquema:
1.-El fuego controla el metal (la alegría controla la pena, embriagado en lugar de apenado)
2.-El metal controla la madera. (la pena controla la ira, triste en lugar de rabioso)
3.-La madera controla la tierra (La ira controla la reflexión, pensar antes de hacer)
4.-La Tierra controla el agua. (La reflexión controla el miedo, escuchar al otro tiene efectos anti miedo)
5.- El agua controla el fuego (el miedo controla la alegría, sin comentarios)
De estas cinco polaridades la que es más próxima a nuestros modelos explicativos es la primera, es decir el par alegría-pena, sin embargo el resto son bastante desconocidos para nosotros si descontamos la relación entre pena y rabia que sabemos bien que son dos emociones que se relevan en algunos de nuestros pacientes que presentan patologías de la pena (depresiones) cuando en realidad están profundamente airados o enfadados por alguna razón. Entendamos pues que el término “controla” es algo así como un eje de retroalimentación de ida y vuelta (bidireccional) entre emociones que son fácilmente intercambiables a través del aprendizaje precoz, es decir aquellos aprendizajes que se realizan a través de condicionamientos simples y precoces (arcos reflejos) y que por tanto van a perdurar toda la vida.
Cada una de estas emociones tiene un nombre cuando se presentan en estado patológico, entendiendo la patología como su exceso o defecto, así:
1.-La alegría patológica es euforia o exceso de seriedad.
2.-La reflexión patológica es obsesividad y perfeccionismo.
3.-La pena patológica es la melancolía clásica o la depresión.
4.-El miedo patológico es pánico.
5.-La ira excesiva es violencia o cólera.
Visto en términos de psicopatología ya podemos entender las mismas correspondencias:
1.-La euforia controla la melancolía o dicho de una manera más psicológica: la manía es una defensa contra la depresión.
2.- La melancolía controla la ira o bien: la depresión es rabia reprimida.
3.- La cólera controla la reflexión excesiva (las conocida agresividad latente de los obsesivos)
4.- La obsesividad controla el pánico ( el conocido efecto antipánico de las ideas y de las perchas cognitivas). La obsesión es la máscara del miedo.
5.- El pánico controla la euforia (el conocido efecto antipánico del alcohol o las drogas euforizantes)
Aquí podemos de nuevo ver el esquema:
Observe el lector que las flechas rojas son los opuestos (contrarios) tal y como los conceptualizamos nosotros los occidentales y representan la retroalimentación que se deriva del verbo “controlar”, las flechas verdes la función nutricia de madre a hijo y las flechas amarillas la función desgaste de hijo a madre. De modo que existe no una sino 15 polaridades emocionales donde podemos ver como cada una de ellas nutren, desgasta o controla a una emoción diferente.
Para nosotros psicólogos o psiquiatras lo que nos interesa cuando vemos a un enfermo es el diagnóstico, es decir qué es lo que hay enfermo en él, cual es la emoción primaria que enfermó. Nótese que aunque la sintomatología que presenta un enfermo puede ser melancólica (pulmón, pena) no necesariamente su patología procederá de este sistema sino de cualquier otro relacionado con él, puede que sea el abuelo quien lo enfermara (Fuego, alegría), puede que fuera el déficit de la madre (Tierra, reflexión) o puede que fuera el elemento agua (miedo, riñón) quien lo agotara en su función. Lo cual nos vuelve a introducir en una vieja máxima que aprendí mientras estudiaba psicoanálisis y que dice que las enfermedades son o bien el producto de una carencia o de una toxicidad. En cualquier caso de un desequilibrio o desarmonía entre los cinco elementos.
Para nosotros psicólogos o psiquiatras lo que nos interesa cuando vemos a un enfermo es el diagnóstico, es decir qué es lo que hay enfermo en él, cual es la emoción primaria que enfermó. Nótese que aunque la sintomatología que presenta un enfermo puede ser melancólica (pulmón, pena) no necesariamente su patología procederá de este sistema sino de cualquier otro relacionado con él, puede que sea el abuelo quien lo enfermara (Fuego, alegría), puede que fuera el déficit de la madre (Tierra, reflexión) o puede que fuera el elemento agua (miedo, riñón) quien lo agotara en su función. Lo cual nos vuelve a introducir en una vieja máxima que aprendí mientras estudiaba psicoanálisis y que dice que las enfermedades son o bien el producto de una carencia o de una toxicidad. En cualquier caso de un desequilibrio o desarmonía entre los cinco elementos.
¿Cómo podemos saber cuál es la emoción primaria que enfermó?
Nótese que a cada elemento corresponde también un órgano de los sentidos y un sabor:
1.- Metal, olfato, picante.
2.-Agua, oído, salado.
3.-Madera, vista, ácido.
4.-Fuego, tacto, amargo.
5.- Tierra, gusto, dulce.
La mejor forma y más directa de averiguar cuál es el elemento enfermo primario es preguntar sobre cuál es el canal de los sentidos preferido por el paciente, es decir aquel con el que disfruta más y mejor. Bien entendido que en ocasiones es bastante fácil porque casi siempre vamos a encontrar un déficit (por ejemplo un déficit visual o un déficit auditivo o una falta de fuerza subjetiva visual u auditiva) pero en otras ocasiones lo que vamos a encontrar es un exceso por ejemplo de olfato (hiperosmia). Naturalmente el déficit no tiene por qué ser objetivo y basta con un déficit simbólico, así hay muchas personas que no escuchan (y por tanto no oyen), este tipo de personas es como si estuvieran sordos y deben ser considerados energéticamente sordos, afectando al elemento Agua, no escuchan porque tiene demasiado miedo.
Y estas personas que no escuchan son precisamente aquellos que presentan disfunciones sociales o presentan síntomas de agresividad, hiperactividad o disforia con un predominio de la ira expresada que procede del miedo (Agua en déficit o Fuego en exceso)
Una vez identificada la emoción primaria tóxica son muchas las cosas que podemos hacer desde el punto de vista psicoterapeutico, pero siguiendo la MTC podemos también comenzar por rehabilitar las emociones averiadas a través de sus pares sensoriales. Por ejemplo, en la anorexia mental donde existe una avería (aquí hay un mapa de la lengua) casi siempre primaria del elemento Tierra (gusto) que conlleva un exceso de reflexión, obsesividad y perfeccionismo es positivo comenzar por aprender o reaprender a identificar sabores, comenzando por salados, dulces, amargos, ácidos y picantes y sus combinaciones, sin olvidar que también los sabores están presidido por la ley de los abuelos y que ciertos sabores controlan a otros. Así la preferencia excesiva por el sabor dulce (Tierra) puede ser neutralizada rehabilitando el reconocimiento de su opuesto bloqueado (el ácido de la madera).
Lo importante es nutrir aquello que se encuentre en déficit, y esto puede lograrse de forma directa (nutriendo directamente el déficit primario) o bien bloqueando aquello que está intoxicando el elemento o emoción ad hoc. Teniendo en cuenta que la salud consiste en restablecer el equilibrio perdido entre fuerzas elementales y que cada persona tiene unas características que le hacen especial, devolver la salud es devolverle al individuo la capacidad de lidiar con sus emociones primarias sin necesidad de desviarlas a un elemento que no es suyo, a un lugar o espacio que es de otro.
Teniendo en cuenta que el aprendizaje emocional es precoz y que casi siempre se establece en nuestra primera infancia a través de reflejos condicionados (sin critica racional) y de imitaciones parentales es necesario recordar que nuestras emociones suelen ser calcos o borradores de las emociones de nuestros padres y que aprendernos con ellos nuestras modalidades, es decir la forma en que expresaremos esas mismas emociones toda nuestra vida hasta que aprendamos (en el mejor de los casos) estrategias para minimizarlas.
Significa que el miedo de un niño es el miedo que aprendió de su padre o madre, pero la forma (modalidad) en que expresará ese miedo tendrá que ver con su especial idiosincrasia y no tanto con la modalidad parental. Así un niño puede expresar sus miedos al abandono a través de la pelea, mientras que su madre lo puede estar expresando con una enfermedad crónica de la piel.
Trabajar con las emociones significa reconocer las emociones como genuinas y usar los mecanismos de entrada sensorial para sanarlas, no solamente a través de las palabras como hacemos en las terapias convencionales sino muchas veces a través de los órganos de los sentidos, el uso del color, la rehabilitación del gusto, la acupuntura, la MTC (medicina tradicional china) y la homeopatía por citar solo algunas de las más conocidas.
Fuente: Neurobudismo.wordpress.com
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