El sufrimiento no es una elección personal, nadie
elige el dolor o el aislamiento emocional por propia voluntad. Ahora bien, no existe ninguna anestesia para no sufrir,
las épocas oscuras deben afrontarse con entereza, valentía e ilusiones
renovadas.
La vida no siempre es fácil.
Esta frase nos la suelen decir muy a menudo, y quien hasta el momento ha tenido
la suerte de no ser “tocado” por la adversidad, no
comprende aún el realismo de estas palabras.
Vivir es afrontar retos,
construir uno, dos, seis o más proyectos, es permitir que la felicidad abrace
nuestras vidas, y aceptar que, de
vez en cuando, el sufrimiento llamará a nuestra puerta para ponernos a prueba.
Y no, no todos asumimos esos
golpes que nos trae la vida de igual modo. Hay quien afronta mejor las decepciones y quien por su parte, las
interioriza permitiendo que minen su autoestima.
Ninguna tristeza se vive de igual manera, al igual que
ninguna depresión tiene el mismo origen, ni se vive igual en todas las
personas.
No obstante, existe un síntoma
muy común que, de algún modo, todos habremos
experimentado alguna vez: la anhedonia, la incapacidad para
sentir placer y disfrutar de las cosas. Cuando experimentamos anhedonia nuestro cerebro, por así decirlo, “decide
desconectar”, no sentir para no sufrir, aislarse, quedar anestesiado.
Puede que lo hayas sentido
durante unos días, cuando te atrapa la apatía y el desánimo. Ahora bien… ¿qué
ocurre cuando se vuelve crónico? ¿Qué pasa cuando dejamos de “sentir la vida”
por completo de forma crónica? Hoy queremos tratar este tema para
ofrecerte estrategias para ayudarte y ahondar en este aspecto tan importante.
La
anhedonia, cuando perdemos el placer de vivir
Tal y como te hemos indicado
al inicio, no existe ninguna anestesia adecuada para el dolor de la vida.
Cuando la anhedonia aparece en nuestro cerebro a modo
de mecanismo de defensa, no está causándonos ningún bien. Al contrario.
Empezaremos aclarando algunos
aspectos:
·
La
anhedonia no es una enfermedad ni un trastorno: es un síntoma de algún proceso emocional o de
algún tipo de enfermedad.
·
Si bien es cierto que en su
gran mayoría se relaciona de forma íntima con la depresión, también puede
manifestarse a raíz de una esquizofrenia o de demencias como el Alzheimer.
·
Todos, en menor medida, hemos
experimentado anhedonia alguna vez: falta de interés por las relaciones
sociales, por la comida, por comunicarnos…
·
El
verdadero problema llega cuando la anhedonia levanta un muro a nuestro
alrededor, y nos quita todo atisbo de humanidad:
no sentimos nada ante las expresiones de cariño, no necesitamos a nadie a
nuestro lado y ningún estímulo nos produce placer, ni la comida, ni lamúsica…
nada.
Si elegimos dejar de sentir para no sufrir, no
estaremos protegiéndonos de nada. Estaremos cerrando las puertas a la vida,
seremos almas que van deshilachándose poco a poco…
La
anhedonia a nivel cerebral
Esta
baja receptividad ante los estímulos exteriores, tiene su claro reflejo en un
cerebro deprimido. Es importante que tengamos en cuenta qué tipo de
procesos se desencadenan en nuestro interior cuando experimentamos anhedonia:
·
De volverse crónico este
estado y alargar en el tiempo dichos procesos depresivos, nuestras
estructuras cerebrales sufren cambios, y éstos, afectan a nuestros juicios,
pensamientos y emociones.
·
El
lóbulo frontal, relacionado con la toma de decisiones, se reduce.
·
Los ganglios basales, relacionados con el
movimiento, quedan afectados hasta tal punto que incluso el levantarnos de la
cama supone un gran esfuerzo.
·
El
hipocampo, relacionado con las emociones y la memoria, también pierde volumen. Es habitual que tengamos fallos del recuerdo,
que suframos indefensión, que nos obsesionen los pensamientos negativos.
A menudo se conoce a la depresión como la enfermedad
de la tristeza. Pero en realidad, es algo que va más allá, es la cárcel de un
cerebro emocional que no encuentra respuestas a los vacíos de la vida, a la
decepción, a la pérdida de la ilusión.
Estrategias
para afrontar la anhedonia y la depresión
La depresión no se “cura”, no
se afronta de un día para otro. Requiere múltiples enfoques, dependiendo como
siempre de la realidad de cada persona. Los fármacos, las terapias, el apoyo
familiar y ante todo los propios recursos que uno pueda llegar
a desplegar son elementos clave.
No obstante, por nuestra parte
te invitamos a reflexionar en estos aspectos:
No
sentir para no sufrir, no es un mecanismo adecuado con el que vivir. Te permitirá “sobrevivir” pero estando vacío/a
por dentro. No te permitas ser un cautivo eterno del sufrimiento.
Si hay algo positivo que
podemos sacar de la anhedonia, es que has dejado a un lado la capacidad de
sentir. Ahora que estás “anestesiado/a”
al dolor, es el momento de preguntarte
qué NECESITAS.
·
¿Necesitas que la
tranquilidad y la felicidad vuelva a tu vida? Vuelve a ilusionarte en ti mismo/a.
·
¿Necesitas dejar de ser
prisionero del pasado? Haz un cambio hacia delante.
·
¿Necesitas dejar de sufrir? Atrévete a vivir de nuevo, abre
las puertas de tu corazón, permítete ser feliz otra vez.
Piensa en estos aspectos
durante unos momentos y recuerda
siempre que vivir, es
SENTIR en toda su intensidad. Ya sea en su lado positivo, como en
el negativo.
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