sábado, 29 de octubre de 2016

¿ES LO MISMO SENTIMIENTOS QUE EMOCIONES?


En mi opinión, las personas hablamos de sentimientos y emociones sin saber distinguir una cosa de otra, y sin poder definir claramente lo que es cada una. Y considero que es interesante saberlo.

Si te entretienes en investigar te vas a llevar una sorpresa, y es que ni siquiera se ponen de acuerdo los que aparenta que saben. Podrás descubrir las mismas definiciones para ambas cosas, y podrás comprobar cómo la misma cosa –la felicidad, por ejemplo- para unos es un sentimiento y para otros una emoción.

Yo tampoco lo sé. No sé qué es una cosa y otra, pero tal como yo lo veo es lo que más me parece más convincente. Por otra parte, lo importante es la cosa y no la definición de la cosa. Lo importante es, por ejemplo, la felicidad y no la definición de “felicidad”. Así que expongo cómo lo veo yo.

Los sentimientos son la expresión natural del Ser Humano, cómo se manifiesta instintiva y espontáneamente, sin contaminación educacional o de prejuicio. Son inherentes, y no hay por qué reprimirlos.

Esos mismos sentimientos, cuando se le añade el pensamiento, la opinión, el prejuicio, la forma de actuar ante ello que nos han inculcado, o la reacción inmediata aprendida, se convierten en emociones.

Insisto en que es exactamente lo mismo si resulta que es al revés de cómo yo lo siento. No importa cómo llamarlo, lo que importa es que hay una reacción emocional espontánea y natural ante cualquier suceso, y cuando procesamos de algún modo ese mismo suceso es cuando lo vamos a modificar, para bien o para mal.

Por ejemplo, supongamos que son sentimientos el amor, la felicidad, el enojo, el miedo, la tristeza…cuando sucede algo que nos provoca enojo es natural, correcto, y lógico, sentirse molesto y sentir una especie de ira –de diferentes intensidades según el caso- hacia el causante. Hasta ahí correcto. Ese impulso que provoca hay que dejarlo que se manifieste naturalmente.

Emoción se le llamaría a cómo se manifieste hacia adentro o hacia afuera, y durante cuánto tiempo, y con qué intensidad, y con qué tipo de manifestación, y qué le acompañaría a la manifestación, y eso ya depende de cada uno.

Sigue sin ser significativa la definición de una y otra cosa.

Lo que sí es importante es decidir la emoción DE UN MODO CONSCIENTE, Y CADA UNA DE LAS VECES, evitando que una respuesta que puede ser personalizada para un asunto concreto se convierta en una reacción que sirva para todas las ocasiones que sean similares.

Sí que está bien tener una pauta básica preparada para que cada vez que aparezca algo que nos provoque enojo no hagamos lo que ya hemos comprobado en otras ocasiones que no queremos hacer. Conviene tener clara la línea en la que vamos a actuar una vez que hemos dejado que se extinga naturalmente el sentimiento, sin acortarlo ni alargarlo ni modificarlo. Saber que, por ejemplo, no queremos tomar decisiones en ese momento de enojo porque hemos comprobado que después nos arrepentimos de haber actuado “en caliente” y sin haberlo meditado bien. Por ejemplo, antes de responder contar hasta diez… o hasta un millón.

Insisto: Tener preparadas unas líneas maestras de actuación, y no es necesario que sean siempre las mismas y del mismo modo, porque pueden variar en función de la gravedad del motivo del enojo, o de la persona y su intención, o de las causas -que pudieran ser involuntarias-, si es una “agresión” real, o si es una rabieta de nuestro ego y, en realidad, visto fríamente, “no es para tanto”.

Estamos expuestos continuamente a los sentimientos. Los recibimos y los gozamos o sufrimos varias veces al día, así que conviene conocerlos y prestarles atención. Eso nos evitaría esa sensación de ser víctimas de nuestras emociones, de padecer mucho por ser tan sentimental, o de quejarnos de que las cosas no nos conmueven, o de no ver –porque no nos permitimos verlas- las cosas agradables de la vida, o de rompernos cada vez que alguien hurga en nuestros sentimientos.

Los sentimientos son para vivirlos y no para reprimirlos. Es grandioso poder sentir pena –aunque no lo es estancarse en ella-, gozar de la alegría, reír sin recato, llorar ante algo que merece un llanto, protestar cuando pisan nuestros derechos o atacan nuestra dignidad, amar y ser amado…

Todo tiene un sentido y los sentimientos también. Están puestos ahí por el Creador y tienen utilidad como los ojos o las manos. Pero conviene tener atención hacia ellos y sus repercusiones –como tenemos atención para cuidar nuestros ojos o para no coger con las manos cosas que estén ardiendo-, así que conviene vigilar las emociones -que son lo que hacemos con los sentimientos y cómo los vivimos-, y aprovecharnos de ellas y no padecerlas.

Atención pues a recordar que lo importante no es lo que nos pasa en la vida sino lo que hacemos con las cosas que nos pasan en la vida. O sea, más importante que los propios sentimientos puede ser lo que hacemos con los sentimientos, que es lo que serían las emociones.

Y no se trata de reprimir las emociones –perdona que insista tanto-, se trata de conocerlas y controlarlas para que sean adecuadas a los sentimientos y sean lo que nosotros deseamos que sean.

Ante un momento de enojo, que era el ejemplo anterior, no es necesario reprimirlo, poner una cara beatífica, repetir un OM veinte veces, y tragarse el enojo sin más –esto sí que sería equivocado-, sino que puede ser adecuado manifestarle al causante lo que se siente, con asertividad pero sin rabia ni agresividad, para que de ese modo no se nos quede el enojo enquistado dentro, no se convierta en un odio profundo, y no afecte a nuestra tranquilidad emocional somatizándolo y convirtiéndolo en algo que nos agreda físicamente por no haberlo manifestado.

Y eso mismo puede servir para otros sentimientos, así que tampoco nos reprimamos la alegría y el amor.

Te dejo con tus reflexiones…

Francisco de Sales

http://escuelainiciaticayosoyluz.com/


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