La
mayoría de los padres intentan dar lo mejor de sí en la educación de sus hijos.
Desgraciadamente, las buenas intenciones a menudo no bastan. En muchos casos
los padres terminan asumiendo estilos educativos que, lejos de hacerle bien a
sus hijos, dañan la autoestima infantil y crean
heridas emocionales. En algunos casos el problema consiste en que repiten los
patrones educativos que aprendieron de sus padres, en otros casos el problema
es que asumen exactamente el patrón opuesto.
Conductas que afectan el
desarrollo emocional de los niños
A
veces, algunos padres asumen comportamientos que llegan a ser tóxicos para sus
hijos. Ser conscientes de estas actitudes y conductas les permitirá
eliminarlas, para construir una relación que sea realmente desarrolladora, y no
solo para el niño, sino también para ellos. Porque ser padres puede ser una
experiencia de crecimiento personal particularmente enriquecedora.
1. Ser
hipercríticos. La
crítica constructiva siempre es bien recibida porque ayuda al niño a crecer.
Una buena crítica señala los errores y brinda opciones de cambio. Sin embargo,
la crítica constante e incisiva puede llegar a ser muy destructiva, generando
en el niño la sensación de fracaso. Un niño con unos padres hipercríticos
terminará desconfiando de sus capacidades, desarrollará una baja autoestima y
tendrá una tendencia al perfeccionismo que, a la
larga, se convertirá en un obstáculo en su vida porque solo sirve para alentar
a un feroz crítico interior.
2.
Castigar las emociones negativas. La distinción entre
emociones positivas y negativas es absurda. El miedo puede salvarnos la vida en
ciertas circunstancias y puede convertirse en un obstáculo en otras. Sin
embargo, muchos padres reprimen en sus hijos la expresión de lo que consideran
son emociones negativas, como el miedo, la ira, la tristeza o la frustración.
De esta forma solo logran incapacitar emocionalmente a sus hijos, haciendo que estos
se sientan inadecuados porque están sintiendo cosas que no deberían sentir.
Debemos tener en cuenta que no podemos evitar sentirnos de cierta manera, lo
importante es saber canalizar esas emociones. Por tanto, no se trata de
reprimir la emoción, sino de enseñarles a encauzarla.
3.
Decidir por ellos. Muchos adultos piensan que los niños no tienen voz ni voto,
que no saben ni deben decidir. Sin embargo, lo cierto es que los niños nacen
con una especie de brújula para la felicidad. Quizá no tengan experiencia, pero
saben lo que les hace felices y lo que les entristece. Los padres que siempre
deciden por sus hijos e imponen sus puntos de vista terminarán creando a un
niño rebelde o a un pequeño inseguro y dependiente emocionalmente, que no es capaz
de tomar decisiones por su cuenta. Por eso, la mejor alternativa es irles dando
progresivamente mayor libertad para que vayan tomando aquellas decisiones que
están a su alcance.
4.
Inculcarles miedo. Los niños no tienen sentido del peligro, pero esa no es
una razón válida para inculcarles miedo a la vida. Es cierto que los padres
deben encargarse de que los niños se mantengan seguros y deben evitarles
accidentes innecesarios, pero de ahí a prohibirles prácticamente todo,
encerrándoles en una campana de cristal, hay un buen trecho. Los niños también
necesitan explorar, cometer sus propios errores y experimentar el dolor. De
esta forma se hacen fuertes y aprenden a enfrentar la vida con seguridad,
confiando en sus capacidades. Si les inculcamos miedo, criaremos a personas
inseguras y temerosas de la vida. Y vivir con miedo no es vivir.
5.
Generar culpa. Ser
padres es difícil, pero esa no es una excusa para descargar las frustraciones
en los hijos. De hecho, hay padres que culpan a sus hijos por no haber podido
terminado sus estudios, por el fracaso de su matrimonio o incluso por estar
enfermos. En práctica, convierten al niño en el único responsable de su
felicidad o infelicidad. Sin embargo, cuando un niño crece con elpesado fardo de la culpa, se doblega ante
su peso y se convertirá en un adulto dependiente de la aprobación de los demás
que no es capaz de tomar decisiones ya que le atemorizan sus consecuencias. Por
eso, es importante cuidar las palabras que usamos con nuestros hijos, y
eliminar las recriminaciones de nuestro discurso.
6.
Condicionar el amor. Durante los primeros años de vida del niño se produce
un periodo crítico para el establecimiento de un apego seguro. Si los padres
satisfacen sus necesidades, no solo fisiológicas sino también afectivas, el
niño comprenderá que está creciendo en un entorno seguro. Al contrario, si los
padres condicionan su amor a determinados comportamientos o logros, el niño
creerá que no es digno de ser amado. Esa será una sensación que probablemente
arrastrará durante gran parte de su vida, pensará que no es merecedor del
cariño y el respeto de los demás, lo cual se revertirá en sus relaciones
interpersonales y de pareja. Por eso, sería mejor desterrar de la comunicación
con los hijos frases como “has sido malo, no te quiero”
o “has sacado malas notas, no te mereces lo que te damos”.
En su lugar, indícale que le amas incondicionalmente, más allá de sus
equivocaciones.
7. No
poner límites. Uno de los mayores errores que suelen cometer los padres en
la actualidad es no establecer límites. Algunos padres confunden la libertad
con el libertinaje. Sin embargo, los niños que crecen sin límites ni reglas
suelen desarrollar comportamientos desafiantes, simplemente no
son felices. Cuando los niños son pequeños y están descubriendo el mundo, los
límites sirven para mantenerlos a salvo. Por otra parte, las reglas le
confieren un orden a su mundo, saben lo que se espera de ellos y pueden
comportarse en consecuencia. Por supuesto, no se trata de convertir la casa en
un cuartel militar pero deben existir algunos límites y reglas que aseguren la
convivencia familiar y el buen desarrollo psicológico del niño.
http://www.rinconpsicologia.com/
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