jueves, 21 de septiembre de 2017

Cuando la ignorancia critica, la sabiduría observa y sonríe.


Orson Welles dijo “muchas personas son demasiado educadas como para hablar con la boca llena, pero no les preocupa hacerlo con la cabeza vacía”. El director estadounidense no ha sido el primero en referirse a la ignorancia y sus ataques.

El escritor español Baltasar Gracián había dicho “el primer paso de la ignorancia es presumir de saber” y Antonio Machado afirmó que “todo lo que se ignora, se desprecia”. La ignorancia no es una enfermedad, pero podríamos catalogarla como tal porque sus efectos son tan discapacitantes que le impiden a la persona crecer enriqueciéndose con nuevas perspectivas. La trampa de la ignorancia es que encierra a la persona en una jaula de oro, en la que está tan a gusto que ni siquiera se da cuenta de que es prisionera de la rigidez de su pensamiento.

¿Cómo son las personas ignorantes?

La ignorancia no es patrimonio exclusivo de las personas que no han tenido acceso a la educación. De hecho, podemos encontrar personas que no tienen estudios pero son profundamente sabias y de pensamiento abierto, así como también podemos hallar a catedráticos y científicos profundamente ignorantes.

El filósofo inglés Karl Popper explica el por qué: “la ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”. Es decir, la ignorancia implica abrazar un pensamiento rígido, unas ideas preconcebidas, y rechazar el resto. Esta forma de comprender la ignorancia es una señal de alarma que nos indica que debemos mantenernos atentos porque todos y cada uno de nosotros podemos adoptar actitudes ignorantes.
La ignorancia es rechazar argumentos o ideas de las que no sabemos nada o sobre las que nos faltan datos para llegar a conclusiones lógicas. En ese caso, en vez de esforzarnos por captar y comprender el cuadro completo, preferimos aferrarnos a la pequeña hilacha de “verdad” que creemos poseer. Atrincherados en esa postura no solo atacamos a los demás sino que también sembramos la semilla de la intolerancia ya que la ignorancia siempre rechaza lo diferente, lo que no comprende.


La ignorancia emocional

Existe una ignorancia que hace aún más daño: la ignorancia emocional de las personas más cercanas que nos juzgan y critican sin haber caminado con nuestros zapatos o conocer todos los detalles de la situación, desde una visión parcial de la realidad.

Estas personas no son capaces de ponerse en el lugar del otro y ni siquiera intentan conocer su historia, necesidades e ilusiones para comprender el por qué de su comportamiento. Esa ignorancia duele mucho más y deja profundas heridas emocionales ya que normalmente la opinión de esas personas suele ser importante.

Ante la ignorancia, es mejor actuar con cautela

Un estudio muy interesante realizado por PsychTests analizó cómo 3.600 personas respondían ante las críticas. Estos psicólogos descubrieron que el 70% reconocen que se sienten heridas cuando reciben una crítica y el 20% las rechaza con enfado. Solo el 10% de las personas reflexionan sobre las críticas y las dejan ir cuando no les aportan nada.

También se apreció que las mujeres son el doble de propensas a tomarse las críticas como algo personal y a asumirlas como la demostración de que no son capaces de hacer algo bien. Al contrario, los hombres tienen la tendencia a pensar que la crítica está equivocada y a responder agresivamente.

Sin embargo, lo más interesante es que las personas que adoptan una actitud defensiva ante las críticas también son aquellas que se sienten menos felices, que tienen una baja autoestima y que tienen un peor desempeño en el trabajo.

Al parecer, cuando las personas tienen una baja autoestima, bloquean la parte constructiva de la crítica y solo se centran en los aspectos negativos. Por otra parte, quienes se defienden de la crítica suelen sentir que están perdiendo el control, lo cual afecta aún más su autoconfianza.

Por eso, cuando las críticas provienen de la ignorancia, lo más sabio es responder con calma.

A palabras necias, oídos inteligentes

Dado que las críticas ignorantes pueden hacer mucho daño, es fundamental no caer en su juego. Las palabras hirientes, las críticas malintencionadas y las opiniones infundadas no deben encontrar un terreno fértil en nuestra mente. Debemos recordar que nadie puede hacernos daño sin nuestro consentimiento. Por tanto, lo mejor es no darles crédito.

El problema de las personas ignorantes es que no están abiertas a escuchar otras opiniones, por lo que cualquier intento de defendernos o hacerlas entrar en razón suele caer en saco roto. Hará que gastemos energía inútilmente y es probable que al final nos enfademos. Por eso casi siempre es mejor aprender a ignorarlas.

La persona sabia sabe qué batallas merece la pena luchar, no desperdicia su energía. También es consciente de que las críticas a menudo dicen más de quien critica que de quien es criticado, por lo que asume una actitud desapegada, valora cuánta verdad encierra esa opinión y si considera que es irrelevante y dañina, no permite que le afecte.

Y cuando es necesario responder a la ignorancia, las personas sabias lo hacen con firmeza y desde el respeto. La mejor manera para vencer a la ignorancia consiste en demostrarle que no tiene ningún poder sobre nosotros.


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