El escritor español
Baltasar Gracián había dicho “el primer paso de la ignorancia
es presumir de saber” y Antonio Machado afirmó que “todo lo que se ignora, se desprecia”. La ignorancia no
es una enfermedad, pero podríamos catalogarla como tal porque sus efectos son
tan discapacitantes que le impiden a la persona crecer enriqueciéndose con
nuevas perspectivas. La trampa de la ignorancia es que encierra a la persona en
una jaula de oro, en la que está tan a gusto que ni siquiera se da cuenta de
que es prisionera de la rigidez de su pensamiento.
¿Cómo son las personas ignorantes?
La ignorancia no es
patrimonio exclusivo de las personas que no han tenido acceso a la educación.
De hecho, podemos encontrar personas que no tienen estudios pero son
profundamente sabias y de pensamiento abierto, así como también podemos hallar
a catedráticos y científicos profundamente ignorantes.
El filósofo inglés Karl Popper explica el por qué: “la ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”. Es decir, la ignorancia implica abrazar un pensamiento rígido, unas ideas preconcebidas, y rechazar el resto. Esta forma de comprender la ignorancia es una señal de alarma que nos indica que debemos mantenernos atentos porque todos y cada uno de nosotros podemos adoptar actitudes ignorantes.
El filósofo inglés Karl Popper explica el por qué: “la ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”. Es decir, la ignorancia implica abrazar un pensamiento rígido, unas ideas preconcebidas, y rechazar el resto. Esta forma de comprender la ignorancia es una señal de alarma que nos indica que debemos mantenernos atentos porque todos y cada uno de nosotros podemos adoptar actitudes ignorantes.
La ignorancia es
rechazar argumentos o ideas de las que no sabemos nada o sobre las que nos
faltan datos para llegar a conclusiones lógicas. En ese caso, en vez de
esforzarnos por captar y comprender el cuadro completo, preferimos aferrarnos a
la pequeña hilacha de “verdad” que creemos poseer. Atrincherados en esa postura
no solo atacamos a los demás sino que también sembramos la semilla de la
intolerancia ya que la ignorancia siempre rechaza lo diferente, lo que no
comprende.
La ignorancia emocional
Existe una ignorancia
que hace aún más daño: la ignorancia emocional de las personas más cercanas que
nos juzgan y critican sin haber caminado con nuestros zapatos o conocer todos
los detalles de la situación, desde una visión parcial de la realidad.
Estas personas no son capaces de ponerse en el lugar del otro y ni siquiera intentan conocer su historia, necesidades e ilusiones para comprender el por qué de su comportamiento. Esa ignorancia duele mucho más y deja profundas heridas emocionales ya que normalmente la opinión de esas personas suele ser importante.
Estas personas no son capaces de ponerse en el lugar del otro y ni siquiera intentan conocer su historia, necesidades e ilusiones para comprender el por qué de su comportamiento. Esa ignorancia duele mucho más y deja profundas heridas emocionales ya que normalmente la opinión de esas personas suele ser importante.
Ante la ignorancia, es mejor actuar con cautela
Un estudio muy
interesante realizado por PsychTests analizó
cómo 3.600 personas respondían ante las críticas. Estos psicólogos descubrieron
que el 70% reconocen que se sienten heridas cuando reciben una crítica y el 20%
las rechaza con enfado. Solo el 10% de las personas reflexionan sobre las
críticas y las dejan ir cuando no les aportan nada.
También se apreció que
las mujeres son el doble de propensas a tomarse las críticas como algo personal
y a asumirlas como la demostración de que no son capaces de hacer algo bien. Al
contrario, los hombres tienen la tendencia a pensar que la crítica está
equivocada y a responder agresivamente.
Sin embargo, lo más
interesante es que las personas que adoptan una actitud defensiva ante las críticas también son
aquellas que se sienten menos felices, que tienen una baja autoestima y que
tienen un peor desempeño en el trabajo.
Al parecer, cuando las
personas tienen una baja autoestima, bloquean la parte constructiva de la
crítica y solo se centran en los aspectos negativos. Por otra parte, quienes se
defienden de la crítica suelen sentir que están perdiendo el control, lo cual
afecta aún más su autoconfianza.
Por eso, cuando las
críticas provienen de la ignorancia, lo más sabio es responder con calma.
A palabras necias, oídos inteligentes
Dado que las críticas
ignorantes pueden hacer mucho daño, es fundamental no caer en su juego. Las
palabras hirientes, las críticas malintencionadas y las opiniones infundadas no
deben encontrar un terreno fértil en nuestra mente. Debemos recordar que nadie
puede hacernos daño sin nuestro consentimiento. Por tanto, lo mejor es no
darles crédito.
El problema de las
personas ignorantes es que no están abiertas a escuchar otras opiniones, por lo
que cualquier intento de defendernos o hacerlas entrar en razón suele caer en
saco roto. Hará que gastemos energía inútilmente y es probable que al final nos
enfademos. Por eso casi siempre es mejor aprender a ignorarlas.
La persona sabia sabe
qué batallas merece la pena luchar, no desperdicia su energía. También es
consciente de que las críticas a menudo dicen más de quien critica que de quien
es criticado, por lo que asume una actitud desapegada, valora cuánta verdad
encierra esa opinión y si considera que es irrelevante y dañina, no permite que
le afecte.
Y cuando es necesario
responder a la ignorancia, las personas sabias lo hacen con firmeza y desde el
respeto. La mejor manera para vencer a la ignorancia consiste en demostrarle
que no tiene ningún poder sobre nosotros.
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