También se ha sugerido que las
emociones no son en sí mismas las causantes del sobrepeso, sino que serían más
bien la manera de gestionar estas emociones y el estilo de afrontamiento los
factores que más influirían en la aparición del sobrepeso.
Lo que comemos no solo afecta a cómo
nos sentimos, sino que cómo nos sentimos también afecta a nuestra
manera de comer. En este sentido, Cooper y otros (1998) nos dicen que la
dificultad en la regulación de los estados de ánimo negativos tiene una
influencia muy grande en la aparición y el mantenimiento de los trastornos de
conducta alimentaria.
La regulación emocional se refiere a
la gestión que hacen las personas de sus propias emociones, teniendo en cuenta
las circunstancias y el estado emocional de los demás. Así, se ha
observado que la vergüenza y la culpa son las emociones que pueden tener
una mayor incidencia negativa en la dieta. Como vemos el vínculo entre
la emoción y alimentación es más importante de lo que pensamos.
Emoción y alimentación: un tándem
necesario para nuestra salud
Las personas desarrollan conductas
diferentes en respuesta a sus emociones dependiendo de
factores diversos, como
el medio en el que se encuentran, su formación y su habilidad para
identificar y gestionar sus sentimientos. Como resultado de esto pueden
controlar mejor o peor su peso. Por ejemplo, se ha observado que cuanto más
emocional es la persona en su ingesta, más descontrol tiene en el número de
comidas, siendo constante la eliminación del desayuno en su rutina alimentaria.
Como vemos, el vínculo entre emoción y alimentación es un hecho.
El factor emocional más influyente en
las personas sedentarias es la desinhibición en la comida y los antojos
consentidos de ciertos alimentos como
el chocolate y la pastelería. Sin embargo, en personas deportistas las
emociones de culpabilidad, como el miedo a la báscula y a comer
dulces, han tenido más influencia que las emociones de desinhibición en la
comida.
Los factores emocionales en las
personas sedentarias son más disfuncionales que los de las personas
deportistas. El exceso de antojos y la falta de control de la
ingesta se relacionan más con la sobrealimentación y con
los problemas de conducta alimentaria.
Existe un grupo específico de
individuos que por sus hábitos alimenticios han sido denominados comedores
“reprimidos” o dietantes crónicos. Estas
personas se caracterizan por experimentar un temor exacerbado a ganar peso,
restringiendo su alimentación por medio de dietas. Paradójicamente, bajo estas
condiciones restrictivas, estos individuos aumentan sus niveles de ingesta
sobrealimentándose.
Abusar del acto placentero de comer, no solamente puede hacer que nos sintamos más
cansados y busquemos más comida constantemente, sino que puede provocar
serios problemas de salud. El tándem emoción y alimentación tiene que
estar basado en comer justamente lo que necesitamos. Nuestra emoción es la
que tiene que hacernos conscientes de la alimentación que necesitamos.
La prohibición de la alimentación
fija la obsesión con la comida
A mayor prohibición, mayor riesgo de
atracón. La normalización de la comida tiene
que ser un objetivo esencial en el tratamiento del descontrol alimentario. Las
conductas purgativas actúan como refuerzos a la conducta de comer y por tanto
favorecen el descontrol alimentario además de suponer riesgos importantes para
la salud.
Para demostrar que la
prohibición de la alimentación fija la obsesión con la comida, voy a
plantear una frase como “os voy a decir una frase que no debéis recordar
después”. Ejemplo: hay una mariposa amarilla en la sala. Esto produce el efecto
contrario, y en el momento que se nos dice que no podemos recordar lo que nos
han dicho automáticamente nuestro cerebro no puede parar de procesar esa
información.
La causa de que esto suceda está
arraigada en el inconsciente. El
inconsciente es la parte que se encarga -en una parte importante- de dirigir
nuestro cuerpo, interpretando y almacenando la información recibida por
nuestros sentidos.
Una característica esencial del
inconsciente es que funciona a través de símbolos e imágenes, en vez de
texto o letras. Esto implica que, el inconsciente no procesa
términos negativos. Si nos decimos “no debo comer patatas fritas”, el
inconsciente solo tendrá la imagen de las patatas fritas y por consiguiente nos
entrarán más ganas de comer. Esto no quiere decir que siempre suceda, pero
aumenta considerablemente las probabilidades de que pase.
La alimentación emocional
Cuando usamos la comida para calmar
nuestro estado emocional estamos alimentándonos emocionalmente. De alguna manera la preocupación por nuestro
peso y por nuestro cuerpo enmascara preocupaciones aún más profundas. Esto se
convierte en un círculo vicioso de preocupaciones que no se resuelven y que
frenan nuestra capacidad de crecer y desarrollarnos.
Cada órgano genera unas u otras
emociones. Dependiendo de si tomamos un
alimento u otro vamos a sentir unas emociones muy distintas. Esto sucede porque
cada alimento “ataca” a órganos distintos. Si ingerimos alimentos que nos
bloquean el hígado, como por ejemplo el alcohol, serán más factibles las
emociones de ira, cólera, agresividad o la impaciencia.
La razón por la que las personas con
problemas emocionales suelen ir en busca de comida para sentirse mejor es
porque muchos alimentos incluyen triptófano, un aminoácido que provoca la
liberación de serotonina. Piensa que los niveles bajos de
serotonina se asocian a la depresión y a la obsesión.
La falta
de serotonina causa distintos efectos negativos sobre el organismo,
como angustia, tristeza o irritabilidad. Cuando el cuerpo no produce
triptófano, lo conseguimos a través de la dieta. Por tanto, los alimentos
ricos en este aminoácido actúan como antidepresivos naturales.
Según los expertos, el grupo
de alimentos que mejor contribuye a regular las emociones son los cereales.
Estos son ricos en Vitamina B, que influye directamente en el sistema nervioso.
Se ha establecido que el consumo frecuente de cereales incide en la disminución
de la ansiedad y la actitud que adoptamos frente a los problemas.
LA MENTE ES MARAVILLOSA.
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