Hay niños que prácticamente desde que nacen dan muestras de una gran sensibilidad ante los cambios que ocurren a su alrededor, reaccionan con mayor intensidad ante los sonidos, notan el más mínimo cambio en su alimentación e incluso se alteran o se tranquilizan según el estado de ánimo de sus padres. Otros, al contrario, se muestran menos vulnerables y parecen lidiar mejor con los cambios que ocurren en su entorno, como si estos no hicieran mella en ellos.
Precisamente, hace ya una década psicólogos de la Universidad de California propusieron un concepto muy interesante sobre la forma de reaccionar de los niños ante la educación que reciben. Afirmaron que existen niños que son como las orquídeas: se marchitan como respuesta a una infancia difícil pero prosperan en un ambiente positivo. En el extremo opuesto se encuentran niños más parecidos a los dientes de león, a quienes los vaivenes del camino les afectan menos y muestran una actitud más resiliente.
Niños orquídea, almas más sensibles
Desde entonces, los psicólogos han comenzado a perfilar la teoría de la “Sensibilidad Biológica al Contexto”, según la cual, el temperamento de los niños es un factor fundamental que determina cómo reaccionarán ante diferentes estilos educativos. De hecho, se ha apreciado que existen niños que reaccionan de manera más negativa ante los estímulos del medio, mostrando más miedo e irritabilidad, mientras que otros logran controlar mejor sus reacciones y se muestran más abiertos y dispuestos a explorar.
Hace poco un grupo de psicólogos de la Universidad de Utrecht confirmaron esta teoría a través de un metaánalisis en el que recopilaron los resultados de 84 estudios que involucraron a 6.153 niños. Evaluaron el temperamento infantil, el estilo educativo de los padres y el desarrollo de los niños teniendo en cuenta diferentes indicadores, desde los problemas de conducta hasta el desempeño académico.
Así concluyeron que, efectivamente, hay niños que son particularmente sensibles desde una edad muy temprana ante el estilo educativo que se utiliza con ellos. Estos pequeños generalmente son catalogados por sus padres y profesores como “niños difíciles” ya que suelen tener las emociones a flor de piel y reaccionan con mayor intensidad ante los problemas y conflictos.
Un gen que se activa, para bien o para mal
La idea de que existen niños especialmente vulnerables ante el estrés no es nueva. Sin embargo, la perspectiva positiva que encierra la teoría de los “niños orquídea” sí es novedosa ya que también demuestra que esos pequeños pueden “florecer” y lograr grandes cosas si reciben una educación sensible y desarrolladora.
Una posible explicación a este fenómeno radicaría en los genes. Por eso, genetistas de la Virginia Commonwealth University se han dedicado a investigar la influencia del gen CHRM2, el cual está relacionado con la dependencia al alcohol, las conductas disruptivas en la adolescencia y el comportamiento disocial en la juventud. Además, los receptores químicos de ese gen en particular están vinculados a funciones cerebrales como el aprendizaje y la memoria.
Estos investigadores tomaron muestras del ADN de 400 niños y niñas en edad preescolar para analizar las variaciones en este gen. Al inicio del estudio los niños no tenían problemas de conducta, por lo que se les dio un seguimiento anual hasta que cumplieron los 17 años, analizando sus comportamientos y el estilo educativo de los padres.
Al cabo de ese tiempo los investigadores comprobaron que cuando los niños que tenían una variación del gen CHRM2 crecían siendo víctimas de un estilo educativo negligente y distante emocionalmente, se convertían en jóvenes problemáticos. Sin embargo, cuando los niños que tenían esa misma variante genética recibían una educación positiva en la que primaba el amor, la comprensión y la sensibilidad, alcanzaban los mayores logros y lograban llegar más lejos que sus coetáneos.
La educación cuenta, y mucho
Estas investigaciones nos demuestran que a pesar de la genética, el temperamento o el tipo de sistema nervioso que un niño pueda tener al nacer, la educación desempeña un papel clave. La genética no es una condena, cada vez más investigaciones demuestran que la expresión de los genes está determinada por el estilo de vida. De hecho, se ha comprobado que el estrés de las madres afecta la genética cerebral de sus hijos.
Por eso, cuando tenemos en nuestras manos un niño “difícil”, ya seamos padres o maestros, en vez de limitarnos a catalogarlo como tal, podemos pensar que en realidad se trata de una "flor" más sensible que las demás. Depende de nosotros desarrollar al máximo su potencial, fundamentalmente a través de la paciencia y el amor.
Fuentes:
Slagt, M. et. Al. (2016) Differences in sensitivity to parenting depending on child temperament: A meta-analysis. Psychological Bulletin; 142(10): 1068-1110.
Dick, D. M. et. Al. (2011) CHRM2, Parental Monitoring, and Adolescent Externalizing Behavior: Evidence for Gene-Environment Interaction. Psychological Science; 22(4): 481–489.
Boyce, W. T. & Ellis, B. J. (2005) Biological sensitivity to context: I. An evolutionary-developmental theory of the origins and functions of stress reactivity. Dev Psychopathol; 17(2): 271-301.
http://www.rinconpsicologia.com/
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