Resulta curioso como la mayoría de las personas seguimos
teniendo como principal objetivo hallar a nuestra pareja perfecta. Cada vez
disponemos de más aplicaciones en nuestros dispositivos móviles para
facilitarnos esas búsquedas. Tampoco faltan los clásicos programas de
televisión en horario de máxima audiencia orientados para el mismo fin.
Buscamos y buscamos en este vasto océano sin haber hecho antes un viaje
imprescindible: el del autoconocimiento.
El hecho de no haber realizado esta necesitada peregrinación
por nuestro interior ahondando en vacíos y necesidades, hace que a veces
acabemos eligiendo compañeros de viaje poco acertados. Relaciones efímeras que
quedan inscritas en la soledad de nuestras almohadas, tan llenas ya de sueños
rotos y lágrimas sofocadas. Tanto es así que son muchas las personas que pasan
gran parte de su ciclo vital saltando de piedra en piedra, de corazón en
corazón, almacenando decepciones, amarguras y tristes desencantos.
En medio de este escenario, tal y como dijo Graham Greene en
su novela “El final del romance” solo tenemos dos opciones: mirar hacia atrás o
mirar hacia delante. Si lo hacemos de la mano de la experiencia y la sabiduría
tomaremos el camino correcto: el del interior. Ahí donde poner en orden el
laberinto de nuestras emociones para encontrar el preciado equilibrio.
El mejor estado de la vida es estar tranquilos
La tranquilidad no es ni mucho menos ausencia de emociones.
Tampoco implica renuncia alguna al amor o a esa pasión que nos dignifica, esa
que nos da alas y también raíces. La persona tranquila no evita ninguna de
estas dimensiones, pero las ve desde esa perspectiva donde uno sabe muy bien
dónde están los límites, dónde esa templanza que como un faro en la noche
alumbra nuestra paz interior.
Vivimos en una cultura de masas donde se nos insta a buscar
pareja como si de este modo pudiéramos alcanzár por fin la ansiada
autorrealización. Frases como “cuando tenga novia asentará la cabeza” o “todas
tus penas se aliviarán cuando encuentres a tu hombre ideal”, no hacen más que
anular de forma constante nuestra identidad para erigir una idealización
absolutista y errónea del amor.
El mejor estado del ser humano no es pues amar hasta quedar
anulado. No es darlo todo hasta que nuestros derechos vitales queden
difuminados solo por ese miedo insondable a estar solos. El mejor estado es
estar tranquilos, con una adecuada armonía interior donde no quede espacio para
los vacíos, para los apegos desesperados o las idealizaciones imposibles.
Porque el amor, por mucho que nos digan, no siempre lo
justifica todo. No si implica abandonarnos a nosotros mismos.
Cómo hallar la tranquilidad interior
Antoine de Saint-Exupéry dijo una vez que el campo de la
conciencia es limitado: solo acepta un problema a la vez. Esta frase encierra
una realidad evidente. Las personas acumulamos en nuestra mente un sinfín de
problemas, objetivos, necesidades y anhelos. Lo curioso de todo ello es que hay
quien llega a creer que el amor lo soluciona todo, que es ese bálsamo
multipropósito que todo lo resuelve, que todo lo ordena.
Sin embargo, antes de lanzarnos al vacío esperando tener
suerte en el amor, lo más adecuado es ir poco a poco. Lo primero será hallar
esa calma, esa tranquilidad interior donde reorganizar nuestros puzzles
personales para adquirir fuerza y templanza. Reflexionemos ahora en una serie de
dimensiones que nos pueden ayudar a lograrlo.
Claves para hallar el equilibrio interno
Lo creamos o no, a lo largo de nuestro ciclo vital siempre va
a llegar este momento. Ese instante en que nos digamos a nosotros mismos “deseo
calma, quiero encontrar mi equilibrio interior” para estar tranquilos. Es un
modo excepcional de favorecer nuestro crecimiento personal y para lograrlo,
nada mejor que promover estos cambios.
· *Lo primero que haremos es aprender a discriminar qué
relaciones de las que contamos en este presente, no nos son satisfactorias.
Nadie podrá hallar esa ansiada tranquilidad si cuenta con un vínculo dañino
entre esos lazos familiares, de amistad o de trabajo.
· *El segundo paso es tomar una decisión esencial: dejar de ser
víctimas. En cierto modo, todos lo somos en algún aspecto: víctimas de esos
lazos dañinos antes referenciados, víctimas de nuestras inseguridades, de
nuestras obsesiones o limitaciones. Hemos de ser capaces de reprogramar
actitudes para alimentar el coraje suficiente como para derribar todas estas
alambradas.
· *Una vez conseguidos los dos pasos anteriores, es necesario
llegar a un tercer y maravilloso escalón. Debemos tener un propósito, una
determinación clara y definida: ser felices. Hemos de cultivar esa felicidad
sencilla en la que uno, por fín, se siente bien por como es, por lo que tiene y
por lo que ha logrado. Esa complacencia nutrida por las raíces del amor propio
nos aportará sin duda un gran equilibrio.
Las personas en cuyo corazón respira el equilibrio y en cuya
mente habita la tranquilidad, no ven el amor como una necesidad o como un
anhelo desesperado. El amor no es algo que llega para rescatarlas, porque la
persona tranquila ya no necesita ser salvada. El amor es un tesoro precioso que
uno encuentra y que decide, por propia libertad y voluntad, cuidarlo como la
dimensión más hermosa del ser humano.
-Valeria Sabater-
http://consejosdelconejo.com/
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