Cuando sientas que ya no se te quiere, vuela. Cuando percibas que algo ya no estimula tu mente o enciende tu alma, vuela. Cuando notes falsas palabras y tensos desprecios, sal por la puerta de delante y con la cabeza alta vuela. Recuerda siempre que nada crece en los lugares marchitos y que tú, necesitas florecer, volar bien alto.
Si lo pensamos bien, vivimos
en una cultura donde se nos ha enseñado que resistir es de valientes. Que hay
cosas que es mejor aguantar y callar, porque la vida, las relaciones afectivas
e incluso el propio trabajo es así de duro. Sin embargo, hemos de tenerlo
claro: el masoquismo no es sinónimo de valentía. De hecho, casi nadie encuentra
placer cuando se le vulnera, se le desprecia o se le engaña. Los
auténticos héroes son los que se atreven a decir “basta”.
“Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos
ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”
-Viktor Frankl-
No obstante, otro de los
mayores problemas que tiene el ser humano es que dispone de una mente
conservadora por naturaleza. Los neurólogos, por ejemplo, nos hablan de un concepto
tan interesante como complejo. Se trata de la “economía de la información“,
es decir, cuando las personas integramos un valor o una creencia nos anclamos a
ella de forma obsesiva y permanente, de ahí, que la resistencia al cambio sea
tan compleja.
Nadie puede echar a volar así
como así después de mantener una relación afectiva donde
esa persona era nuestro norte y nuestro sur. Tampoco podemos arrancar todas
nuestras raíces de un escenario donde hasta no hace mucho, nos confirió valores
y un modo de vernos a nosotros mismos. Sin embargo, no hay nada peor
para nuestra salud física y mental que alimentar el autoengaño.
Te
proponemos reflexionar sobre ello.
Cuando
caminar en círculos nos impide volar
Anthony de Mello fue un
psicoterapeuta de línea más bien espiritual que nos dejó libros realmente
interesantes donde se apreciaba esa magia tan habitual de los grandes
contadores de historias. Uno de los aspectos que más trabajó fue sin duda la
resistencia al cambio. Según él, muchas personas viven sumergidas
hasta el cuello en piscinas llenas de “sustancias tóxicas y nauseabundas”.
Ahora bien, en lugar de salir
cuanto antes de un escenario tan desagradable, el ser humano se
preocupa solo “de no levantar olas”. Es una imagen muy gráfica que nos
invita sin duda a preguntarnos por qué nos cuesta tanto poner en práctica una
actitud más audaz y valiente para emerger de estos entornos. En cierto modo lo
intentamos, aunque no siempre lo llevamos a cabo del mejor modo.
En un interesante estudio
publicado en la revista “Current Biology”
se demostró algo curioso que debe invitarnos a la reflexión: cuando las
personas nos perdemos, en lugar de caminar en línea recta para hallar una
salida lo hacemos en círculos. Tal y como hemos señalado al inicio, nuestra
mente es conservadora, lo es porque al cerebro no le agradan los riesgos, los
saltos al vacío o las estrategias arriesgadas. Antes de hallar una salida nos
obligará a caminar en círculos.
Ahora bien, este dato no debe
desanimarnos. De hecho es algo normal. Cuando existen ciertas características o
situaciones que deberíamos cambiar, iniciamos una serie de tentativas donde
alimentar una y otra vez, casi sin darnos cuenta, la misma situación. Sin
embargo “estamos en movimiento” tarde o temprano activaremos ese
navegador interno que nos indicará donde está la verdadera salida.
De hecho, a
veces basta con mirar hacia arriba, ahí donde solo hay calma. Ahí donde el
equilibrio de una inmensidad serena puede darnos las respuestas que necesitamos
para “volar”.
Despliega
tus alas y, sencillamente… Vuela
Estamos seguros de que tampoco
tú eres un fanático del conformismo.
Habitar en esos espacios marchitos donde el amor no es auténtico o donde hace
tiempo que no nos valoran es como alimentar la hoguera del masoquismo y del
dolor. ¿Por qué avivar más esas llamas? ¿Por qué practicar el culto a
la infelicidad y al sometimiento? Despliega tus alas y, vuela.
“No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente,
sino la que responde mejor al cambio”
-Charles Darwin-
Alimentar estas conductas hará
que nos convirtamos poco a poco en tristes mendigos del desamor, en desdichadas
marionetas que otros gustarán en manejar a su antojo. No vale la pena perder
nuestra dignidad de este modo, y por ello es conveniente reflexionar
unos momentos en las siguientes estrategias.
Claves para
propiciar el cambio y “desplegar” nuestras alas
Nuestra “supervivencia
emocional” pasa obligatoriamente por hacer frente a los apegos. Sabemos que
nadie nos ha educado en el lenguaje del adiós; sin embargo, saber cerrar etapas es
parte de la vida, y para avanzar hay que saber renunciar a lo que hace
daño, a lo que ya no sirve, a lo que ya no nos ayuda a crecer.
·
Aprende a ser responsable de tu vida. Toma
las riendas sin esperar salvadores. Nadie puede quererte más que tú mismo,
nadie tiene más derecho a rescatarte de lo que te hace daño más que ese ser
formidable que se refleja en tus espejos.
·
Llora la pérdida. Tienes pleno derecho a
desahogar el dolor, porque el desamor duele, porque el saber que ya no somos
útiles en ese trabajo, en esa situación o valorados en ese vínculo en concreto
causa dolor. Desahógate.
·
Haz un plan para tu futuro inmediato. No
cometas el error en pensar solo en “el que va a ser de mi” o “todo está
perdido”. Controla los pensamientos fatalistas
y pon semillas en este presente pensando solo en un futuro inmediato. No te
levantes ningún día sin tener un objetivo concreto, definido, satisfactorio y
fácil de cumplir.
·
Crea sencillos rituales. Cuando
asome la desesperación o la frustración, echa mano de adecuados rituales, esos
que tanto pueden ayudarte. Sal a caminar, queda con alguien, dibuja, escribe,
lee, corre… Este tipo de ejercicios tienen como finalidad “romper” el ciclo de
los pensamientos obsesivos mediante actividades liberadoras y sanadoras. Rituales
del corazón para liberar la mente.
A veces, basta con hacer
sencillas visualizaciones. Imagínate a ti mismo tal y como te gustaría
estar, libre, relajado, con el alma tranquila y receptivo a todo aquello
que el mañana tiene guardado para ti: la felicidad que mereces. Por ello, vuela.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario