Los mecanismos de defensa son
rutinas mentales que empleamos para defendernos de supuestos ataques.
Lo cierto es que esta
estrategia de protección no siempre es infundada, aunque muchas veces
no la elegimos con acierto. Además, este tipo de murallas no funcionan de
manera aislada, sino que lo hacen de forma integrada con el resto de mecanismos
de nuestra mente.
Freud fue uno de los primeros psicólogos en
señalar la existencia de este tipo de defensas dentro del marco psicoanalítico.
Su fin último sería conservar nuestra auto-imagen,
proteger a nuestra autoestima de emboscadas que muchas veces creamos
nosotros mismos en nuestro pensamiento en una especie de juego que es quizá una de
las pruebas más evidentes de nuestra incomplacencia, de nuestra falta de
estaticidad.
¿Existen los mecanismos de
defensa?
Freud afirmaba en el marco
de su teoría psicoanalista, continuada por su hija Anna, que los
mecanismos de defensa “del yo” están asociados a los impulsos inconscientes. Serían esa reacción que la física postula
de manera sencilla: “para cada acción hay una reacción”.
El objetivo de estas
rutinas no es más que el de reducir las consecuencias negativas de ciertos
eventos, tanto internos como externos. Así, de la misma forma que nuestros músculos se preparan para correr cuando
nos sentimos amenazados, también nuestra mente se prepara para defenderse cuando se siente amenazada, cuando percibe
que su equilibrio y su lógica es puesta en peligro.
Una persona sana no
abusaría de estos mecanismos del mismo modo que una personasana no suele pasarse corriendo toda la vida. No se trata de
que no haya amenazas, sino que las que nos plantea el mundo actual no son leones
de la sabana, sino hacer informes, diseñar planes de marketing, formarnos para
ser competitivos, etc.
Por lo tanto hay que
prestar mucha atención a la manera en que actuamos frente a los
estímulos. Por ejemplo, si cada vez que nuestra pareja dice alguna palabra o
frase le atacamos, estamos bloqueando la situación e imposibilitando recibir
algo positivo. Para defendernos, atacamos y generamos un contexto de lucha que no tiene
sentido.
¿Cuáles son los mecanismos de
defensa más habituales?
Esas herramientas que
empleamos para poder enfrentar la realidad o los hechos traumáticos pueden llegar a ser patológicos y de allí
reside la importancia de conocerlos, analizarlos y aceptarlos de manera
objetiva. Si bien Freud postuló la existencia de 15 mecanismos de
defensa, hay algunos que son más frecuentes que otros.
Los 5 más habituales serían:
1. Disociación
La defensa que ofrece la
disociación es el distanciamiento con la realidad, en contraste con la pérdida de realidad que
se da en la psicosis.
Esta alteración puede ser
repentina o gradual, transitoria o crónica. La disociación se genera como un mecanismo de defensa del yo ante un suceso que pone en disputa dos ideas o dos entendimientos, el sujeto evita la asociación entre la
realidad consciente y el entendimiento del yo dentro del entorno,
insensibilizando las emociones o sensaciones.
2. Negación
Puede ser confundido con la
disociación. La diferencia reside en que los elementos negativos de una situación son eliminados por
completo en la negación y no se reemplazan por otros. Negar la existencia de algo o alguien es un
mecanismo de defensa bastante utilizado.
Por ejemplo cuando fallece
un ser querido y no se acepta la noticia. La persona se comporta como si el
fallecimiento no se hubiera producido, incluyendo a la persona que ya no está
en el presente e ignorando a los demás cuando no lo hacen.
3. Proyección
La proyección está asociado a una atribución falaz de las virtudes o defectos propios
a los demás. Por ejemplo algo que no nos gusta de nosotros lo trasladamos a un
compañero de trabajo, a la pareja o a un amigo.
También puede significar
proyectar los deseos o expectativas en los otros. Un caso muy común es el de
los padres que quieren que sus hijos “cumplan” todos los sueños que ellos cumplir.
4. Represión
Con la represión el individuo
rechaza ideas, recuerdos, pensamientos o deseos relacionados a personas o
hechos trágicos o traumáticos. Los contenidos que han sido desaprobados
quedan fuera de un lugar accesible a nuestra conciencia.
Sin embargo, la bolsa en lo
que acumulamos lo reprimido no es infinitamente grande ni lo reprimido es manso
o tranquilo, de esta forma tiende a manifestarse aunque sea de una manera
difusa y aparentemente poco relacionada con el contenido de lo reprimido.
5. Regresión
Como su nombre lo indica, la regresión quiere decir “regresar” al pasado o a una etapa anterior del
desarrollo, es decir, más infantil. Por ejemplo, cuando un niño se encuentra por
primera vez con su hermano menor recién nacido puede comenzar a chuparse el
dedo, volverse más anárquico en su comportamiento, no hablar claro, etc.
En un joven puede suceder
cuando regresa al hogar paterno durante las vacaciones de verano de la
universidad. En esas semanas experimenta un “volver” a ser adolescente o niño y no se plantea las situaciones como un
adulto.
Como podemos analizar, los mecanismos
de defensa nos ayudan en cierta medida a que nuestra vida sea un poco más
“armoniosa” y podamos alejar de nuestra mente de todo aquello que nos hace mal.
También pueden considerarse
como una manera de escapar de la realidad, de no aceptar lo que nos sucede y de
mentirnos a nosotros mismos. ¿En
dónde reside la diferencia? En cuánto ahínco ponemos en mantenernos a resguardo y en qué momento
nos damos cuenta de que nos estamos haciendo más daño ocultando, negando o cambiando las situaciones.
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Fuente: Yamila Papa lamenteesmaravillosa.com
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