Con
frecuencia, nos refugiarnos en cosas, en personas o situaciones que en
principio nos generan seguridad, pero que con el tiempo, terminan por sepultar
nuestra fuerza, nuestra confianza o nuestro poder personal.
Ejemplo
de ello puede ser refugiarse en una pareja a la que ya no se ama o con quien ya
no se es feliz, un trabajo que por mucho que siga brindando un salario y
ciertas prestaciones se ha vuelto rutinario, aburrido, poco motivante o
creativo; seguir en la casa de los padres cuando ya hace tiempo que se
cumplió la edad para salir al mundo a hacer la propia vida y desarrollar los
propios recursos, etc.
Cuando
esto sucede perdemos el contacto con lo que somos, dejamos de percibir lo
que queremos o necesitamos en realidad y tratamos de mantener una idea
de nosotros mismos que ya no es o bien, por el mismo miedo que se siente de
crecer, se intenta cumplir con las expectativas de los otros para seguir
teniendo su aprobación y cuidado: de los padres, la pareja, los amigos o los
jefes por ejemplo.
Resignarse
a complacer a los demás, dejando de ser uno mismo.
No
nos sentimos realmente incapaces de salir de nuestra “zona de confort” para
intentar sobrevivir con nuestros propios recursos, por lo tanto nos
resignamos a aceptar una realidad condicionada.
Dejamos
de ser nosotros mismos y asumimos las condiciones de los otros esperando que de
esa manera nos quieran y nos protejan, como si de verdad no fuéramos capaces de
construir una vida que nos diera la posibilidad de ser seres auténticos y
felices:
Un
nuevo trabajo donde disfrutemos lo que hagamos y nos sintamos creatividad,
respetados, valorados, ser alguien independiente dejando atrás el miedo de que
los padres lo abandonen a su suerte, encontrar una pareja que nos respete y nos
ame sin chantajeamos o faltarnos al respeto…
Pero
si en lugar de ello nos replegamos más en nuestras prisiones, nos sintiéndonos
cada vez con más miedos: miedo a no ser suficientemente “bueno”, miedo a perder
el amor de los demás, miedo a equivocarnos, a no ser capaces, a no poder,
miedo… miedo… y más miedo…
Cavar
la propia tumba
Y
para protegernos de estos miedos, que no son más que fantasmas pero que
consideramos reales, nos refugiamos detrás de máscaras, de justificaciones,
adicciones, compulsiones, inseguridad, frustración, ansiedad, depresión o
resentimientos, culpa y enojo… todo por no ser capaz de encarar los
problemas y la realidad negando o reprimiendo todas esas sensaciones de
ahogo que se van convirtiendo en nuestra propia tumba.
¿Cuál
es la alternativa ante este panorama?
Para
poder ser libre es indispensable recuperar la confianza
personal, el amor por uno mismo, la autocompasión y
muchas veces el primer paso es reconocer que se necesita ayuda de un
especialista o de alguien que crea en nosotros y nos haga sentir valiosos tal y
como somos, que no tengamos que convertirnos en otra persona para que nos acepten
y nos aprecien.
Es
muy probable que con dicho aprecio incondicional, las personas
inseguras comiencen a generar su propia confianza en ellas mismas y
puedan reconocer que, por muchas limitaciones que tengan, también cuentan
con las fortalezas y habilidades para hacerse cargo de sí mismas y continuar su
crecimiento a través de sus propios recursos, sin tener que resignarse
eternamente a una vida y una realidad que ya no las hace felices.
De
esa manera, más desde el entendimiento de uno mismo y sus circunstancias que
con esfuerzo, se logra dar el primer paso – el más importante y difícil pero
también el más determinante – fuera de la zona de confort. Después de eso
vendrá un paso más y otro y otro, aprendiendo de los errores y levantándose
de cada tropiezo y caída hasta alcanzar la libertad personal.
Cuando
la haya alcanzado, la persona se sentirá más plena, satisfecha y feliz consigo
misma, pues habrá recuperado su dignidad personal y construido el valor, el
respeto y la confianza necesaria para no tener que resignarse nunca más a vivir
dentro de una prisión por más protección que ofrezca, pues ella sabe que sería
a costa de negarse a sí misma, a lo que no estará dispuesta pues ahora
puede reconocer su capacidad para construir su propia realidad, una
realidad a su medida.
Imagino
que con lo dicho hasta aquí ha quedado claro que lo conocido, es decir, la
zona de confort, da seguridad pero detiene el crecimiento , mata la
seguridad y la confianza y vuelve autómatas a los individuos que deciden no
salir de ahí, seres que pueden contar con cierta seguridad pero que han perdido
cosas muy valiosas a cambio, como la motivación, la fuerza interior, la
felicidad auténtica o el deseo de vivir.
Para
cerrar este artículo quiero compartirles una historia intitulada “El
Iglú.” Desconozco el nombre del autor pero me parece que es una clara
metáfora de lo que he comentado en este artículo acerca del peligro de
quedarnos demasiado tiempo dentro de nuestras zonas de seguridad.
Cuento:
El iglú
Anónimo
“Estoy
alucinando, parece que las paredes del iglú se estrechan”. Esto pensó un
explorador que viajó hasta la Antártida para realizar una investigación, y ante
la amenaza de una fuerte tormenta se refugió en un iglú donde permaneció varios
días.
Sin embargo, la idea de que las paredes de hielo se acercaban cada vez más a él era cada vez más grande, hasta que se dio cuenta de que no alucinaba, en efecto, las paredes del iglú se estaban agrandando amenazando con aplastarlo.
El hombre dedujo lo que estaba pasando: la humedad de su propia respiración se adhería al hielo y lo engrosaba. Pensó con ironía: “Si no salgo pronto de aquí, lo que es mi refugio se convertirá en mi tumba.”
Sin embargo, la idea de que las paredes de hielo se acercaban cada vez más a él era cada vez más grande, hasta que se dio cuenta de que no alucinaba, en efecto, las paredes del iglú se estaban agrandando amenazando con aplastarlo.
El hombre dedujo lo que estaba pasando: la humedad de su propia respiración se adhería al hielo y lo engrosaba. Pensó con ironía: “Si no salgo pronto de aquí, lo que es mi refugio se convertirá en mi tumba.”
No
dejes que los miedos inventados por la mente te detengan secuestrado,
mejor corre riesgos, arriésgate a vivir, es algo hermoso, algo
maravilloso, no tienes nada que perder. De lo contrario podrías decir algo como
lo que dijo el autor de Tom Sawyer y que es realmente triste:
“Mi
vida ha estado llena de terribles tragedias, la mayoría de la cuales nunca
ocurrieron.” Mark Tawain.
https://gestaltsinfronteras.com
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