jueves, 16 de marzo de 2017

ESO QUE CREEMOS QUE ES EL LIBRE ALBEDRÍO. Por Francisco de Sales, Sánchez


(Se llama Libre Albedrío a la potestad que tiene el ser humano para obrar según considere y elija. El principio de Libre Albedrío se puede relacionar con la religión, la ética, la psicología, la ciencia y la jurisprudencia, pero en este artículo me referiré exclusivamente a él en relación con el alma y el destino, así que si no crees en el alma o en el destino te puedes ahorrar la lectura del artículo).
En mi opinión, eso que llamamos Libre Albedrío no es la opción de decidir libre y unilateralmente qué es lo que uno quiere o no quiere hacer, sino la opción de decidir cómo hacerlo.
Cuando hablamos de cosas relacionadas con nuestro Desarrollo Espiritual, o lo relacionado con la Rueda de Encarnaciones, o con los actos necesarios que tenemos que hacer en esta vida para que contactemos con nuestra alma y para que colaboremos en los pasos que ha venido a dar en esta encarnación, recurrimos al concepto de Libre Albedrío como una opción en la que podemos ejercer nuestra pataleta para no hacer lo que se supone que el Destino ha puesto en nuestro camino para que realicemos.
Resumiendo mucho, se supone que hemos venido a esta encarnación con la intención de que nuestra alma viva las experiencias que se ha propuesto vivir cuando estaba libre de las ataduras y los condicionamientos que conlleva estar en un cuerpo, o sea, ser humano.
Dado que esto es algo absolutamente indemostrable de un modo racional y absolutamente convincente para todo el mundo, hay otras personas que suponen que el Libre Albedrío sólo se puede ejercer en ese momento en que uno ha terminado su anterior encarnación y está preparando la que ha de ser la siguiente. Es sólo en ese momento cuando uno decide –con su Libre Albedrío- qué es lo que quiere experimentar en la siguiente o qué es lo que su alma necesita hacer.
A ese propósito algunos le llaman Destino.
Se supone que el alma trazó un guión de lo que quería hacer y diseñó las circunstancias que necesitaba para hacerlo (lugares, situaciones, experiencias, miembros de la familia, entorno, amigos...), pero al tener los condicionamientos del cuerpo y de la mente –que desconocen los propósitos del alma-, y no son conscientes de todo aquello que el alma se propuso, el que somos ahora prefiere la opción del placer y la comodidad del bienestar inmediatos antes que el sufrimiento del galimatías que nos provocan algunas de las situaciones incomprendidas por las que atravesamos.
Es por eso que nos queremos rebelar ante algunas de las cosas que nos suceden –que no son otra cosa que el plan del alma- y tratamos de evitar tener que atravesarlas boicoteándolas, oponiéndonos, haciendo lo contrario de lo que proponen, y a esa opción de creer que podemos negarnos haciendo otra cosa distinta es a lo que llamamos, inocentemente, Libre Albedrío o Libre Elección.
Parece ser que la vida espiritual está marcada por un cierto determinismo (Doctrina según la cual todos los acontecimientos, y en particular las acciones humanas, están unidos y determinados por una cadena de acontecimientos anteriores), y que el proyecto que ha marcado el alma se ha convertido en nuestro Destino, y que ese Destino es lo suficientemente sabio y sensato como para “obligarnos” a hacer lo que tenemos que hacer –en ciertos aspectos concretos- en vez de lo que nos apetece hacer.
Tal vez por eso la existencia de eso que llamamos Libre Albedrío sea la “sensación de libertad” que provoca hacer lo que hay que hacer pero creyendo que se está haciendo lo que se quiere hacer.
Aunque, en realidad, no nos da la opción de hacer o no lo que tenemos que hacer, sino que nos permite elegir el cómo hacerlo.
Y creo que hay que agradecer que “algo” se encargue de llevarnos por el camino necesario cuando nos dispersamos con las distracciones del mundo y con ello desordenamos el proyecto espiritual con que hemos venido a esta vida.
Como espíritus, como almas, tenemos que agradecer que se nos pongan en la vida, inevitablemente, esas circunstancias -siempre incomprendidas y casi siempre indeseadas- que son las que nos aportan aprendizaje y experiencia, aunque casi siempre pensemos que el precio que se paga por esas lecciones es demasiado alto y que sería mejor que tuviéramos consciencia clara de los propósitos del alma, porque de ese modo todo sería más llevadero y no insistiríamos tanto en ponernos las zancadillas.
Resumiendo: que yo no creo que en asuntos trascendentales podamos decidir lo que sí queremos y lo que no. Mis experiencias en este terreno –personales y las que he escuchado- me invitan seriamente a creer que hay un “plan” que tenemos que llevar a cabo, y que oponernos a hacerlo por las buenas autoriza al destino a obligarnos a hacerlo por las malas. Y cuando se trata de algo que realmente es importante para la evolución personal o espiritual por mucho que nos opongamos, o por mucho que busquemos otros caminos para evitarlo… acabaremos haciéndolo.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
“Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio)
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