“Ya no eres el mismo, has
cambiado mucho”, es uno de los reproches más frecuentes que podemos
escuchar e incluso es probable que en alguna ocasión lo hayas hecho o te lo
hayan dicho. Detrás de estas palabras se suele esconder el desencanto y la
desilusión. La persona siente que, de alguna forma, ha sido traicionada,
engañada o burlada por lo que termina acusando al otro, echándole la culpa de
la transformación. Con esas palabras está diciendo que el otro no es digno de
fiar o de amar porque las premisas iniciales a partir de las cuales se
construyó la relación ya no existen.
Obviamente,
cuando nos dicen algo así, sobre todo si proviene de una persona que queremos o
estimamos, nos sentimos mal y hacemos examen de conciencia. El problema es que
al mirar dentro de nosotros nos daremos cuenta de que, efectivamente, hemos
cambiado. Entonces, automáticamente, nos sentimos culpables. Y de repente cae
sobre nosotros el peso de los problemas que tiene la relación. Aunque no debe
ser así.
Todos cambiamos, lo extraño
sería seguir siendo los mismos
Hay
quienes piensan que la personalidad es inmutable. Incluso los psicólogos lo
pensaron durante algún tiempo. Según esta concepción, si eres extrovertido o
introvertido, seguirás siéndolo hasta el final de tus días.
Un
estudio realizado recientemente por psicólogos de la Universidad de Edimburgo
echó por tierra este mito al revelar que somos una persona completamente
diferente a los 14 años y a los 77 años. Estos investigadores recopilaron los
resultados de las pruebas de personalidad realizadas a 174 adolescentes en 1947
y volvieron a aplicar el test 60 años después, para evaluar los cambios que
habían sufrido en su personalidad.
Se
evaluaron seis características fundamentales: autoconfianza, perseverancia,
equilibrio emocional, autoconciencia, creatividad y la voluntad de superación.
Descubrieron que la personalidad había cambiado enormemente con el paso del
tiempo, hasta el punto que en algunos casos era prácticamente imposible
establecer paralelismos. De hecho, solo dos características mostraron cierta
estabilidad: el equilibrio emocional y la autoconciencia.
Esto
demuestra que las circunstancias de la vida, así como nuestra manera de
enfrentarlas, nos va moldeando a lo largo de los años. Por tanto, es
perfectamente normal que cambiemos, que deseemos otras cosas, que alberguemos
nuevos sueños y que modifiquemos nuestras opiniones e incluso nuestras
creencias. Lo verdaderamente extraño sería quedarnos anclados en un “yo” pues
eso significaría que no hemos aprendido de las experiencias, que no hemos
madurado.
No permitas que te culpen,
tienes derecho a cambiar
La
vida es movimiento. Si una persona espera que nada cambie, está albergando una
expectativa ilusoria e irreal. De hecho, muchos se aferran a la inmovilidad
porque la idea del movimiento y el cambio les resulta aterradora. A estas
personas la perspectiva de que el otro pueda cambiar les causa sufrimiento,
desean que todo sea permanente porque así tienen una false sensación de
seguridad.
Por
eso, cuando te dicen que has cambiado y que ya no eres la misma persona, lo que
realmente están diciendo es que has dejado de cumplir con sus expectativas, que
has dejado de alimentar sus necesidades y que ya no encajas en la imagen que
tenían de ti.
¿Por
qué ocurre?
Lo más
probable es que tú hayas seguido creciendo, mientras esa persona se ha quedado
anclada en el pasado. Por tanto, ahora vuestras diferencias son aun más
notables pues tus expectativas, ilusiones y metas son otras, así como tu manera
de reaccionar ante la vida.
Obviamente,
ese cambio no ha ocurrido de la noche a la mañana, por lo que el reproche suele
estar motivado por la falta de atención. En algún punto de la relación se
perdió la intimidad y la conexión que teníais, por lo que te has convertido
prácticamente en un extraño para esa persona, que no ha sabido ver a tiempo tus
transformaciones y adaptarse.
¿Cómo lidiar con este
reproche?
- No
dejes que te culpen. No permitas que esta recriminación te haga sentir culpable.
Tienes derecho a cambiar y a no vivir para satisfacer las expectativas de los
demás. El cambio forma parte de la vida.
-
Pídele que precise. Decir que “ya no eres el mismo” es un reproche
generalista que no conduce a ninguna parte. Pídele a esa persona que
especifique qué echa en falta en ti. Quizá realmente necesites dedicarle más
tiempo a la relación o recuperar algunos de los gestos y detalles que tenías
antes.
-
Conócete mejor. A veces cambiamos tan rápido que no somos plenamente
conscientes de esas transformaciones, por lo que es necesario un ejercicio de
autoconciencia para reconectar con esas partes nuevas de nuestro “yo”. De esta
forma sabrás exactamente lo que quieres y hacia dónde te diriges.
-
Cierra una etapa de tu vida. La vida es cerrar algunos círculos y abrir otros.
Cuando la brecha es muy grande, hay ocasiones en que la única solución es
separar los caminos. Más que hacerse daño mutuamente, alimentando reproches e
insatisfacciones, si cada quien mira en una dirección diferente, lo mejor es
que sean libres para perseguir sus propios sueños.
Dejamos de conocer a alguien
en el mismo momento en que dejamos de prestarle atención
Es
importante no dar nunca nada por sentado. Si en tu vida has encontrado a
personas especiales que quieres mantener a tu lado, asegúrate de dedicarles
tiempo y crear momentos de intimidad que te permitan conocerla e ir
descubriendo sus nuevas facetas. Así podrás estar a su lado a cada paso de ese
camino de transformación y crecer juntos.
Harris,
M. A. et. Al. (2016) Personality Stability From Age 14 to
Age 77 Years. Psychology of Aging; 31(8): 862–874.
http://www.rinconpsicologia.com
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