martes, 21 de marzo de 2017

Cuando las personas te dicen que ya no eres el mismo, es porque dejaste de ser como querían que fueras.


Ya no eres el mismo, has cambiado mucho”, es uno de los reproches más frecuentes que podemos escuchar e incluso es probable que en alguna ocasión lo hayas hecho o te lo hayan dicho. Detrás de estas palabras se suele esconder el desencanto y la desilusión. La persona siente que, de alguna forma, ha sido traicionada, engañada o burlada por lo que termina acusando al otro, echándole la culpa de la transformación. Con esas palabras está diciendo que el otro no es digno de fiar o de amar porque las premisas iniciales a partir de las cuales se construyó la relación ya no existen.

Obviamente, cuando nos dicen algo así, sobre todo si proviene de una persona que queremos o estimamos, nos sentimos mal y hacemos examen de conciencia. El problema es que al mirar dentro de nosotros nos daremos cuenta de que, efectivamente, hemos cambiado. Entonces, automáticamente, nos sentimos culpables. Y de repente cae sobre nosotros el peso de los problemas que tiene la relación. Aunque no debe ser así.

Todos cambiamos, lo extraño sería seguir siendo los mismos

Hay quienes piensan que la personalidad es inmutable. Incluso los psicólogos lo pensaron durante algún tiempo. Según esta concepción, si eres extrovertido o introvertido, seguirás siéndolo hasta el final de tus días.

Un estudio realizado recientemente por psicólogos de la Universidad de Edimburgo echó por tierra este mito al revelar que somos una persona completamente diferente a los 14 años y a los 77 años. Estos investigadores recopilaron los resultados de las pruebas de personalidad realizadas a 174 adolescentes en 1947 y volvieron a aplicar el test 60 años después, para evaluar los cambios que habían sufrido en su personalidad.

Se evaluaron seis características fundamentales: autoconfianza, perseverancia, equilibrio emocional, autoconciencia, creatividad y la voluntad de superación. Descubrieron que la personalidad había cambiado enormemente con el paso del tiempo, hasta el punto que en algunos casos era prácticamente imposible establecer paralelismos. De hecho, solo dos características mostraron cierta estabilidad: el equilibrio emocional y la autoconciencia.

Esto demuestra que las circunstancias de la vida, así como nuestra manera de enfrentarlas, nos va moldeando a lo largo de los años. Por tanto, es perfectamente normal que cambiemos, que deseemos otras cosas, que alberguemos nuevos sueños y que modifiquemos nuestras opiniones e incluso nuestras creencias. Lo verdaderamente extraño sería quedarnos anclados en un “yo” pues eso significaría que no hemos aprendido de las experiencias, que no hemos madurado.

No permitas que te culpen, tienes derecho a cambiar

La vida es movimiento. Si una persona espera que nada cambie, está albergando una expectativa ilusoria e irreal. De hecho, muchos se aferran a la inmovilidad porque la idea del movimiento y el cambio les resulta aterradora. A estas personas la perspectiva de que el otro pueda cambiar les causa sufrimiento, desean que todo sea permanente porque así tienen una false sensación de seguridad.

Por eso, cuando te dicen que has cambiado y que ya no eres la misma persona, lo que realmente están diciendo es que has dejado de cumplir con sus expectativas, que has dejado de alimentar sus necesidades y que ya no encajas en la imagen que tenían de ti.

¿Por qué ocurre?

Lo más probable es que tú hayas seguido creciendo, mientras esa persona se ha quedado anclada en el pasado. Por tanto, ahora vuestras diferencias son aun más notables pues tus expectativas, ilusiones y metas son otras, así como tu manera de reaccionar ante la vida.

Obviamente, ese cambio no ha ocurrido de la noche a la mañana, por lo que el reproche suele estar motivado por la falta de atención. En algún punto de la relación se perdió la intimidad y la conexión que teníais, por lo que te has convertido prácticamente en un extraño para esa persona, que no ha sabido ver a tiempo tus transformaciones y adaptarse.

¿Cómo lidiar con este reproche?

- No dejes que te culpen. No permitas que esta recriminación te haga sentir culpable. Tienes derecho a cambiar y a no vivir para satisfacer las expectativas de los demás. El cambio forma parte de la vida.

- Pídele que precise. Decir que “ya no eres el mismo” es un reproche generalista que no conduce a ninguna parte. Pídele a esa persona que especifique qué echa en falta en ti. Quizá realmente necesites dedicarle más tiempo a la relación o recuperar algunos de los gestos y detalles que tenías antes.

- Conócete mejor. A veces cambiamos tan rápido que no somos plenamente conscientes de esas transformaciones, por lo que es necesario un ejercicio de autoconciencia para reconectar con esas partes nuevas de nuestro “yo”. De esta forma sabrás exactamente lo que quieres y hacia dónde te diriges.

- Cierra una etapa de tu vida. La vida es cerrar algunos círculos y abrir otros. Cuando la brecha es muy grande, hay ocasiones en que la única solución es separar los caminos. Más que hacerse daño mutuamente, alimentando reproches e insatisfacciones, si cada quien mira en una dirección diferente, lo mejor es que sean libres para perseguir sus propios sueños.

Dejamos de conocer a alguien en el mismo momento en que dejamos de prestarle atención

Es importante no dar nunca nada por sentado. Si en tu vida has encontrado a personas especiales que quieres mantener a tu lado, asegúrate de dedicarles tiempo y crear momentos de intimidad que te permitan conocerla e ir descubriendo sus nuevas facetas. Así podrás estar a su lado a cada paso de ese camino de transformación y crecer juntos.

 Fuente: 
Harris, M. A. et. Al. (2016) Personality Stability From Age 14 to Age 77 Years. Psychology of Aging; 31(8): 862–874.

http://www.rinconpsicologia.com

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