Que viene vacía de contenido y es cada uno quien tiene que poner en ella lo que considere más adecuado para estar a gusto, para ser feliz, o para llegar a apreciar la sensación de plenitud y de sentirse a gusto con la propia vida.
Muchas veces no nos paramos a apreciar esta maravilla que es poder vivir, y nos dedicamos a soportar o sufrir lo que la vida nos pone por delante, aunque no es cierto que sea ella la que nos pone las cosas por delante, sino que eso depende de cada uno, y parece que se nos olvida la opción de decidir, de gobernarla, de ponerle las flores y la música que nos gustan.
Se nos olvida a menudo que nuestra vida es nuestra responsabilidad, y que tenemos que darnos cuentas a nosotros mismos de qué hacemos en ella y con ella, y no nos damos cuenta de que cualquier omisión de nuestra administración puede ser motivo suficiente –y con razón-, para que después nos arrepintamos de ello; que no es cierto ese pensamiento que a veces tenemos de que no podemos disponer de nuestra vida porque el destino ya está escrito o porque, por más que nos empeñemos –y esto lo dice nuestro pesimismo- nunca nos van a salir las cosas como nosotros queremos.
Si desoímos los límites, si obviamos las barreras, si los muros no son infranqueables para nosotros, entonces nos topamos con la libertad de poder decidir libremente según nuestra voluntad en casi el ciento por ciento de los casos.
Y eso produce un agradable e impagable estado de felicidad. Una sensación de que todo está en orden. Es el contacto más directo con la vida a nuestro servicio.
Es bueno sentir la sensación de ser pequeños dioses que podemos administrar nuestra vida, y que podemos poner en ella lo que queramos –y quitar lo que no queramos-.
Y mientras más se vea uno en ese estado, más se dará cuenta de dos cosas: que le gusta poder hacerlo así y que es más fácil de lo que parecía.
Hay que aceptar con satisfacción eso de que no sean los otros, o el destino, o el azar, quienes siempre tengan el poder de controlar nuestra vida y sus sucesos, sino que es uno mismo quien tiene ese poder.
Y esto, que para algunos es una onerosa carga para la que no se ven capacitados, en realidad es la maravilla de las maravillas.
Uno puede poner en su vida más música y más colores, más optimismo y más sonrisas, más confianza y más ilusión. Y con estas premisas puede esperanzar a la vida, y puede darle un tono más rosa, y descargarla de esa sensación de guerra en inferioridad de condiciones, descargarse de la tensión constante y el complejo de inutilidad ante ella, y tranquilizarse de ese sentirse víctima irremediable de sus deseos y designios.
La vida es más un Paraíso Terrenal que un campo de batalla. O, cuanto menos, así debiera ser.
Conviene revisar esto de que uno es el responsable de su vida, el Dios de su Universo Personal, y el Creador de sus estados y decisiones, y con estas premisas asumidas interiormente, conviene deshacerse de los condicionamientos, de las ideas equivocadas, de los pre-juicios, de la corona de mártir, del dramatismo por principio, e instaurar una revolución que aniquile cuanto enemigo interno nos habite y que nos impulse a un nuevo estado de ser y de conciencia que entiendan perfectamente que es uno mismo quien debe llenar su propia vida, y que es mejor y más provechoso llenarla de sonrisas, de confianza, y de paz.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
“Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio)
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