La mayoría de los seres humanos no tienen acceso a una percepción estable del presente, o por lo menos a una definición que sea contundente y siempre la misma, que no esté enmarcada en tiempo y espacio y que no varíe con estos.
Esta falta de estabilidad en la percepción de las cosas se debe a que la naturaleza perceptiva del ser humano es muy voluble, es muy cambiante; al ser humano le cuesta muchísimo estar atento.
Le es más fácil estar sumido en su propia desazón, en su inquietud, en sus distracciones, fantasías o imaginación. Ahí ve mundos que no descubre con claridad pero que le llevan a quedarse pensando y, por hábitos, a permanecer siempre de esa manera.
La No-dualidad tiene que ver con estar presente. Y estar presente es reaccionar ante eventos que están aconteciendo aquí y ahora. Cuando un ser humano tiene el don, a través de su propia disciplina, de su propio estudio, de poder permanecer en una percepción continua, en una atención que no es más que una reacción a lo que está aconteciendo, el modo de percibir el mundo cambia.
Entonces la organización de la información que hay en las cosas se modifica, de tal manera que aparece una actividad cognitiva en que el perceptor percibe el mundo, pero no lo percibe diferente de él mismo.
El mundo no es percibido diferente de uno mismo, y sin embargo existe. A la vez, la simultaneidad de perceptor y percibido también se mantiene. Eso es una modalidad de percepción asociada al presente.
La no-diferenciación es un tipo de cognición que nace y prospera en el momento en que hay una atención continua, una presencia continua sobre un evento que se está sucediendo.
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