La
confianza es como un puente de cristal frágil y transparente que
eleva nuestra vida.
Es probable que nos haya llevado mucho tiempo y
mucho esfuerzo construirla, por lo que es un bien más que preciado.
Sin
embargo, a pesar de que merece tanto trabajo y de que aporta tanta dicha, suele
ser destruida en apenas unos segundos por nuestros descuidos, nuestros egoísmos y
nuestras actitudes interesadas.
Cuando
un sentimiento tan importante como la confianza se quiebra, algo en nuestro
interior fallece. Esto ocurre porque la mentira pone en duda
mil verdades, haciendo que nos cuestionemos incluso las experiencias que
creíamos más francas.
La
mentira tiene las patas muy cortas y los brazos muy largos
Aunque
la mentira pueda
alcanzar límites insospechados, la verdad siempre acaba trascendiendo. Como se
suele decir, se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, pues sus
palabras y sus actos no se sostienen.
De
todas maneras, el hecho de que todo caiga por su propio peso no quiere decir
que el golpe no vaya a resultar aparatoso y doloroso. De hecho, lo normal es
que ocurra precisamente lo contrario y que la mentira y la traición
supongan un antes y un después en nuestra vida.
“Un
pájaro posado en un árbol nunca tiene miedo de que la rama se rompa, porque su
confianza no está en la rama…. Si no en sus propias alas…”
La
responsabilidad en la traición
Es
común escuchar eso de “Si te traicionan una vez es la culpa del otro,
pero si te traicionan dos veces, es tu culpa”. Lo cierto es que a esta
afirmación no le falta razón, pero sí que debemos cogerla con pinzas.
O
sea, la idea es que aprendamos de nuestros errores y
que no repitamos nuestros fallos, pero en último término nunca
deberíamos sentirnos culpables de que nos engañen. ¿Cómo vamos a ser
nosotros responsables de lo que hagan los demás? Es una locura.
No
obstante, es probable que esto nos haya atormentado en más de una ocasión,
haciéndonos sentir estúpidos por haber caído en las redes de alguien a “quien
se venía venir”. En este sentido, resulta muy fácil atar cabos
cuando ya se ha caído la casa y se ha despedazado.
Ni
somos adivinos ni somos infalibles. Además, los demás tampoco son perfectos y
en algunos casos tenemos que plantearnos que las buenas personas
también cometen errores, por lo que también hay que estar abiertos a perdonar.
“Después de un tiempo aprenderás que el sol quema
si te expones demasiado. Aceptarás incluso que las personas buenas podrían
herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas. Aprenderás que hablar puede
aliviar los dolores del alma…. descubrirás que lleva años construir confianza y
apenas unos segundos destruirla y que tu también podrás hacer cosas de las que
te arrepentirás el resto de la vida”.
La herida emocional de la traición
La ingratitud y la traición nos duelen especialmente cuando
afectan a las personas que queremos y tenemos alrededor, como nuestra pareja, nuestros amigos o nuestra familia.
Cuando esto ocurre comienzan a actuar la rabia, la impotencia y la ira,
haciendo que perdamos los papeles.
También es muy doloroso (y por desgracia demasiado común) que
alguien haga algo por nosotros esperando solamente recibir algo más por nuestra
parte. Este tipo de traición nos rompe los esquemas y sumerge nuestro mundo emocional en un auténtico caos.
No obstante, aunque el engaño nos duele en lo más profundo de
nuestro corazón, no tiene mucho sentido que porque nos hayan herido cambiemos
nuestra forma de ser y nos comportemos mal con otra gente a modo de venganza o
despecho.
Por increíble que parezca, esta reacción es bastante común
cuando la “herida emocional” está abierta e
infectada. De la misma forma, tampoco porque nos la hayan jugado
tenemos que vestir con una armadura ante todas las personas que nos rodean.Basta
con que nos protejamos contra el traidor.
Cómo superar la mentira, la traición y el engaño
La seguridad, la franqueza, la honestidad y la lealtad en nuestras relaciones son un
pilar básico para mantener nuestro crecimiento. Sin embargo, las dudas, el
recelo y la falsedad solo nos hacen daño, nos queman y nos envenenan.
Asimismo, si bien la desconfianza clava profundas
espinas en nuestro interior, todos podemos superarlo. Es normal que
ante estas situaciones crezca la duda y con ella el recelo, pero esto no debe
constituir una oportunidad para desconfiar de los demás.
O sea, que puestos a que es probable que nos encontremos en
más de una ocasión con esta situación tan indeseable, debemos entender que es
una oportunidad para crecer como personas y elegir mejor a la gente de la que
nos rodeamos.
http://lamenteesmaravillosa.com/
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