Piense en ello por un instante. Todas las trabas a su éxito y felicidad pueden explicarse en términos de limitaciones de su existencia física. Desde este punto de vista usted puede decidir que los otros simplemente tuvieron suerte o que ellos nacieron con todas las de ganar, o que a los de más allá se les brindó la oportunidad. Transformarse requiere abrirse ante la posibilidad de una idea totalmente innovadora. La mayoría de nosotros rechaza las ideas nuevas en bien de aquellas a las que estamos cómodamente habituados.
Es también una postura muy cómoda y natural que adoptemos la posición contraria. Es decir: “Debo verlo para creerlo. Eso es lo primero”. A casi nadie le gusta salirse de su cómoda zona de influencia. Quizá sepa que la vida se resiste a que la justifiquen con meras teorías físicas y que la ciencia es incapaz de contestar categóricamente a preguntas como “¿Qué es la vida? ¿A dónde va cuando muere? ¿Cómo pienso?”. A pesar de ello, puede suceder que usted prefiera quedarse con aquello que sus ojos han visto, es decir, única y exclusivamente con la forma. Creer en un estado sin forma tal vez resulta demasiado irreal y extraño. Sin embargo, usted intuye que en realidad es mucho más que el cuerpo que habita.
Al principio puede resultar arriesgado renunciar a las comodidades de siempre y dar ese paso adelante para ponerse en contacto con su ser interior, con ese lugar que habita: su espacio interior. Ahí es donde usted siente todas las cosas. Ahí es donde residen sus pensamientos. Pero puede darse el caso de que usted no esté dispuesto a explorar este espacio en el que es plenamente responsable de lo que está experimentando.
También es posible que se resista a la transformación porque le atemorizan los cambios o el tener que examinar algo que no comprende. A eso se lo denomina aproximación con la cabeza gacha a su propia espiritualidad. “Deje que alguien en el púlpito predique sobre lo que se supone que debo hacer en el reino celestial. ¿Yo? Yo ya me ocuparé de pagar la hipoteca. Todo este asunto espiritual se dirige a los pensadores profundos y a los creyentes devotos”. Estamos condicionados para creer que todos los temas relacionados con la conciencia superior incumben principalmente a los guías religiosos. Sin embargo, si usted considera las enseñanzas de los grandes maestros espirituales, se dará cuenta de que todos dicen lo mismo pero de diferente manera. “El reino de los cielos se halla en el interior”.
“No pida a Dios que lo haga por usted, reconozca su propia divinidad y magnificencia”. “Mire en su interior, no en su exterior”.
Es posible que usted piense que la transformación personal puede colisionar con su educación religiosa. Pero no estamos hablando sobre nada que tenga que ver con las discrepancias existentes entre las enseñanzas de los maestros espirituales. ¡No tiene nada que ver! La transformación se basa en el amor, la paz, la realización personal, el trato respetuoso de los demás, y la consecución de la armonía en este planeta como una única familia de hombres. Un ser transformado es incapaz de comportarse de un modo no espiritual con los demás.
Por último, quizá usted se resista a este proceso de transformación porque en realidad se siente incapaz de superar la vida que usted mismo se ha creado. Tal vez usted suponga que ya conoce los límites hasta los que puede llegar y que quiera ahorrarse el esfuerzo intenso y la ansiedad que conlleva la elevación por encima de la vida a la que se ha acostumbrado.
También es posible que usted no desee imaginarse lo que puede llegar a ser, porque sencillamente no está preparado para efectuar ese cambio y prefiere quedarse con el entorno interior que ya conoce y que le resulta más cómodo.
La mayor parte de su resistencia a aceptar la posibilidad de la transformación tiene su origen en su voluntad de continuar como hasta entonces. Sin embargo, sé que usted no estaría leyendo estas páginas si como mínimo no sintiera curiosidad por la posibilidad de elevarse por encima de lo que hasta ahora ha constituido su manera de vivir. Y puedo garantizarle que el trabajo no es arduo. Una vez acepte que usted es mucho más que un montón de huesos, músculos, órganos y sangre, se hallará bien encaminado. Una vez empiece a preguntarse qué tipo de persona es usted mismo, continuará bien encaminado. Una vez comience a hacerse cargo de que usted, su propio ser, es divino por poseer una mente y una inteligencia universal que sirven de soporte a su forma, irá recto hacia adelante. El resto se producirá casi automáticamente.
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