Dejar ir puede traer consigo muchos
cambios, puede ubicarnos en realidades para las cuales no nos sintamos
preparados, pero por lo general cuando esa decisión se apodera de nuestro
corazón, cualquier camino a tomar resultará más beneficioso que seguir
esperando que un milagro ocurra, seguir haciendo esfuerzos sobre humanos o
mantener cualquier situación que desde hace mucho perdió el sentido.
Solemos dilatar la decisión de dejar
ir, inclusive cuando aquello a lo hemos generado apego, ya se ha marchado, no
es necesario que una persona esté para seguir aferrado a ella. Podemos
quedarnos enganchados a situaciones, sentimientos, personas, lugares,
etc… por el sencillo temor de no encontrarnos, de no saber qué será de nosotros
luego de que soltemos.
Aferrarnos a algo o a alguien nos
hace estar en lo conocido, aunque esto no nos genere más que sufrimiento,
pesar, culpa o angustia, muchas veces preferimos el malestar de lo que sabemos
propio, que la incertidumbre de lo que nos puede venir luego.
Pero resulta que lo que nos venga
siempre va a depender de nosotros y obviamente nada cambiará mientras nuestras
energías estén mal canalizadas en algo o alguien que ya no debe estar en
nuestras vidas, en nuestras mentes o nuestros corazones.
Cortar de corazón con aquello que no
tiene sentido mantener, es entender que debemos darle cabida a nuevas
oportunidades, que soltamos el grillete que no nos deja avanzar y sencillamente
ubicar a las personas de forma coherente como parte de nuestro pasado, dándoles
el lugar que les corresponda, sin pretender que ese lugar vaya a cambiar en el
transcurrir del tiempo, sin guardar falsas esperanzas en las vueltas que dé la
vida, solo aceptando que un ciclo debe cerrarse y estamos en capacidad de
manejar esa realidad.
Por mucho que nos pueda pesar, si
entendemos que hay razones de peso para soltar, no resulta conveniente mayores
dilataciones en cuanto a la decisión, mientras más tiempo pase, más
consecuencias negativas obtendremos y podemos vernos cada vez más identificados
con aquella situación que nos cuesta dejar ir.
Estamos hechos para fluir con la
vida, con cada una de sus situaciones, cuando nos resistimos, cuando no
aceptamos, es cuando nos exponemos a mayores sufrimientos. Todo es transitorio,
todo cambia, adaptémonos la realidad tal y como es y fluyamos con ella,
procurando siempre nuestro bienestar y el de la mayoría de las personas
involucradas.
Dejar ir no significa dejar de querer
o arrancar a alguien del corazón, sino darle el lugar que le corresponde,
sanando lo que hay que sanar, aunque para ello duela intensamente.
RINCON DEL TIBET.
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