“¡Qué
estúpido que soy!”. “Nunca voy a lograr ese ascenso”. “No sirvo
para nada”. ¿Cuántas veces decimos cosas como esas, o peores? Nos
destratamos constantemente. Insultos, humillaciones, desvaríos, dudas,
autoprofecías cumplidas, son el telón de fondo de nuestras vidas. ¿Es
posible desarrollarnos así?
Nos
recriminamos los defectos, nos exigimos las faltas, no nos reconocemos las
cualidades. Vivimos deseando ser otros, debilitándonos
en cada pensamiento, sufriendo en cada emoción. La religión y la cultura
han puesto modelos inalcanzables o imposibles, que no registran el aprendizaje
y la transformación como motores. “Debemos” ser buenos, exitosos,
múltiples, excelentes en cada cosa, prósperos, felices. ¿Quién puede
conseguir todo eso, sin renunciar a su individualidad, a su esencia?
Nuestro
interior choca contra tanto mandato y aparece el drama. Y el
drama es proporcional a la magnitud del Ego.
Cuanto más Ego, más
desdicha y resistencia. Esta sociedad está construida y manejada a través
del Ego, está desacralizada, salvo en lo exterior y superficial. Es común
el Ego “espiritualizado”, con mucha teoría y rituales, pero sin incidencia en
las vidas cotidianas.
Nos
cuesta enraizar la espiritualidad. Quizás,
porque hemos separado cuerpo y alma. Lo material por un lado, lo anímico
por otro y un especialista para cada cosa. Hemos diseccionado todo hasta
lo ínfimo para encontrar que es igual a lo cósmico. Pero todavía no hemos
podido integrarlo concretamente.
Al
rechazarnos y pelearnos con nosotros mismos, ¿lo conseguiremos? Claramente,
no. Sin embargo, lo seguimos haciendo. Resabios de una educación
autoritaria, censora y condenatoria, tal vez. Ahora, se agrega la
contraria: permisiva, relativa y mutable. Entre ambas, no encontramos un
equilibrio sano y sostenible.
Te
invito a plantearte algunas cuestiones, que te pueden ayudar.
Cuando
te aceptas, no te resignas. Significa que te apruebas en este
momento, sabiendo que ya eres y tienes lo que necesitas para estar bien.
A medida que continúas en tu camino, irás desplegando más potencial y
creatividad, incorporando conciencia y empatía hacia ti y tu entorno.
Entenderás que la felicidad no es la suma de personas o cosas a tu vida: es
la paz contigo mismo. Una vez que te aceptas y te celebras, la paz y
la alegría de ser tú mismo atraerá un mundo de armonía y abundancia disponible
ya mismo, según tu nivel energético.
Cuando
te rechazas, niegas tu mayor creación: tú mismo.
No eres un rejunte aleatorio de genes ni una casualidad ni un accidente ni uno
más. Estás aquí porque lo decidiste. Y también
decidiste tu cuerpo, tu personalidad, tus padres, tu lugar, tus metas.
“¡Y justo a mí me tocó ser yo!”, podrías decir. Sí, es tu elección y es
magnífica. Diseñaste tus cualidades y tus desafíos, calibrados para
evolucionar junto con el Universo. ¡Qué maravilloso!
¿Por
qué lo desprecias? Quizás porque lo desconoces o porque crees que
no lo mereces. Libera esas concepciones que te han impuesto para
manipularte. Eres un ser humano divino, en tiempos excepcionales, con
oportunidades increíbles. Desecha los cantos de sirena del sistema y
mírate al espejo: respira, este aire te conecta con todos tus hermanos y con la
energía sagrada que te dio Vida. Siente tu corazón llenarse de la paz
de ser tú mismo, del amor de aceptarte íntegramente, de la unión de ser parte
de Dios/Diosa.
http://abrazarlavida.com.ar/
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