Da la sensación
de que las personas que se quieren poco son más propensas a caer enfermas.
Podría haber sido sólo una falsa impresión, pero resulta que, desgraciadamente,
es cierto. Lo afirma, en un artículo publicado en el British Medical Journal,
Sir Michael Marmout, director del departamento de Epidemiología de la
Universidad de Londres e investigador del Centro Internacional para la Salud y
la Sociedad.
Lo ideal es que
la autoestima permanezca estable, no permitiendo que los vaivenes de la vida
afecten demasiado, pero algunas personas no lo consiguen y caen en un círculo
vicioso con unos síntomas característicos:
• Autocrítica desmesurada que mantiene en un
estado de permanente insatisfacción consigo mismos.
• Hipersensibilidad a la crítica. Sin que se
produzca un ataque que lo justifique, se sienten heridos y echan la culpa de
sus fracasos a los demás o a la situación. Cultiva resentimientos pertinaces contra
sus críticos.
• Sufren una indecisión crónica por miedo
exagerado a equivocarse.
• Deseo innecesario de complacer. No se atreven
a decir no por miedo a desagradar y a generar una mala opinión en el otro.
• Perfeccionismo en todo lo que se proponen,
que conduce a un desmoronamiento interior cuando las cosas no salen tal como se
habían imaginado. Son personas con enorme facilidad para sentirse disgustados,
decepcionados o insatisfechos.
• Muestran una culpabilidad neurótica, por la
que se autoacusan y se condenan por conductas que no siempre son objetivamente
erróneas, sin llegar nunca a perdonarse por completo.
• Irritibilidad a flor de piel. Están siempre a
punto de estallar, aun por cosas de poca monta.
• Tienen claras tendencias depresivas, un negativismo
generalizado, todo lo ven negro: la vida, el futuro, su entorno...
• No son capaces de disfrutar de las cosas
agradables de la vida.
Por el
contrario, quienes tienen una alta autoestima se cuidan y respetan a sí mismos,
reconociendo su propia dignidad y valor. Pero si la deficiencia de autoestima
es un problema, también lo es el exceso. Es muy raro que una persona se adore
sin que en ese autobombo haya un componente de complejo de inferioridad. Se
alaba porque necesita oír esos halagos.
La autoestima
sana puede definirse también más exactamente como autoaceptación. Ésta implica
reconocer como propios tanto los defectos como las virtudes. Las personas con
baja autoestima suelen enfatizar sus defectos y preocuparse en exceso por sus
equivocaciones. Frecuentemente creen que sus errores demuestran su poca valía y
se martirizan con pensamientos del tipo "soy un desastre", "no
sirvo para esto", "lo hago todo mal"... Olvidan que todos los
seres humanos se equivocan, que reconocer los errores es en sí mismo un
comportamiento admirable y que para ello no es necesario sentirse mal con uno
mismo.
Las causas,
empezando por la pobreza
Cabe preguntarse
dónde empieza el problema. Michael Marmout señala a las condiciones sociales
como primeras sospechosas. El tipo de trabajo y el trato que se recibe, lo
valorado que se siente uno y lo satisfecho que se está o no con la remuneración
son factores a tener en cuenta.
Las leyes para
reducir la cifra de parados y la presión moral del entorno se han conchavado
para difundir la idea de que no es legítimo rechazar un puesto de trabajo, sea
del tipo que sea y por mal pagado o lejos del hogar que esté. Al respecto,
Marmout subraya que "no hay que olvidar que la calidad del trabajo
importa, y que no vale pensar que cualquier ocupación es mejor que
ninguna".
Varios estudios
científicos han mostrado el vínculo entre sufrir una patología coronaria, la
mala situación en el lugar de trabajo y la descompensación entre esfuerzos y
recompensas. Según los autores, el mecanismo por el que se recibe una
recompensa proporcional al esfuerzo realizado es crucial para el
fortalecimiento de la autoestima, y con ello de la salud.
Una deficiencia
de autoestima está presente en mayor o menor medida en todos los desarreglos
psíquicos, en especial en la depresión. Los sentimientos dolorosos que se
mantienen muchos años acaban convirtiéndose en enojo contra uno mismo. Así se
da el paso inicial hacia la depresión. Estos sentimientos asumen muchas formas:
odio, ataques de ansiedad, cambios de humor, sentimientos de culpa,
hipersensibilidad, ver el lado negativo en situaciones positivas o sentirse
impotente y autodestructivo.
Otras
investigaciones han probado que las personas deprimidas tienen sistemas
inmunitarios débiles, así como mayores posibilidades de sufrir fulminantes
ataques cardiacos y cerebrales. A más largo término, pueden aparecer todo tipo
de enfermedades degenerativas, cáncer y otros trastornos.
La desigual
distribución de recursos lleva a que el sentimiento competitivo se incremente
entre la gente joven que no tiene nada más que perder que su autoestima y el
respeto por los demás. El resultado es la confrontación y la violencia.
Víctimas y verdugos.
La pobreza no
es, desde luego, la única culpable. Los ricos también se autoflagelan. El
resultado de un estudio muestra que los actores que han ganado un Oscar
vivieron cuatro años más, como promedio, que los que fueron nominados pero no
obtuvieron estatuillas. Doble premio.
Autonomía e
identidad
Algunos
investigadores han establecido una jerarquía de las necesidades humanas. Las
más básicas son la salud y la autonomía. De las dos, la autonomía es la más
deseada y está relacionada con la autoestima y el respeto. Si se brinda la
elección, a la mayoría de las personas les interesa más ser autónomos que tener
buena salud. Es mejor moverse y padecer cualquier enfermedad crónica, que estar
perfectamente sano y ser obligado a guardar cama. Pero autonomía y salud, en el
fondo, están muy relacionadas. El nexo está en que los bajos niveles de
autonomía provocan una disminución de autoestima, lo que a su vez provoca que
se tenga una salud peor.
Una original
investigación realiza con nativos americanos prueba la incidencia del
sentimiento de identidad, reforzado por el grupo al que se pertenece, sobre la
autoestima y la salud individuales. Se crearon dos grupos con niveles de
obesidad y diabetes elevado. Los dos grupos siguieron la misma dieta, pero a
uno de ellos se le invitó a mantener conversaciones acerca de su cultura e
historia. Tras 12 meses de seguimiento, los investigadores se percataron de que
un grupo mejoró y otro empeoró. La conclusión es que incrementar el sentimiento
de pertenencia aumenta también los niveles de autoestima y de autoexigencia, lo
que ayuda a establecer y respetar hábitos más saludables.
Sin embargo, a
veces la propia cultura favorece el descontento con uno mismo. Cuando los
adolescentes ven a su alrededor la admiración que causan las chicas
extremadamente delgadas, maquilladas y vestidas a la moda, o los chicos guapos,
musculosos, con dinero y atrevidos, se entiende que muchos se vean fuera de ese
mercado del éxito. Y sin embargo pueden ser inteligentes, sensibles, tener
sentido del humor o creatividad... pero no ven que esas cualidades sean
valoradas.
Para huir de las
influencias sociales alienantes, hay que mirar hacia adentro y descubrir allí
lo realmente valioso. Para muchos es más difícil que pagar una cirugía
estética. El éxito en este reto vital, una vez más, puede estar condicionado
por factores exteriores. Esta vez no proceden de la gran sociedad, sino de la
pequeña sociedad familiar.
A partir de los
5-6 años los niños empiezan a formarse una idea de cómo los ven los mayores.
Los que reciben continuamente críticas o que, incluso, son insultados, tienen
muchos números para la lotería de la baja autoestima. No hace falta imaginar
situaciones dramáticas. Muchos padres aún no son conscientes de que ese “eres
tonto” que dicen sin gran saña, a menudo sin pensar en los efectos, va minando
la moral de sus hijos. En los casos más graves, el niño sometido y humillado
por sus padres aprende a tener miedo a la vida, siente que no merece cariño y
respeto. Además, proyecta la figura de sus padres en quienes detentan alguna
autoridad (maestros, jefes...), ante quienes jamás se atreverá a proponer una
idea propia. Así se corre el riesgo de no llegar a “ser uno mismo” nunca.
Qué se puede
hacer ante la baja autoestima
Comprender la
influencia del medio social y familiar y aceptarla sin necesidad de odiar o
condenar provoca una beneficiosa sensación de liberación. Además, está claro
que hay que actuar sobre los pensamientos negativos. Cualquier buen profesional
de las psicologías profundas —freudiana, junguiana, gestáltica, cognitiva...—
puede sacar a la luz conflictos emocionales que, al explicitarse, se disuelven
como azucarillos.
Existen también
técnicas de autoayuda muy recomendables. Por ejemplo, la meditación —entre diez
minutos y una hora cada día— acalla los pensamientos excesivamente críticos y
victimistas que agitan el mar de la conciencia. Al calmarse ésta, se vislumbra
en la profundidad un reflejo brillante y agraciado de uno mismo. Las
visualizaciones y la meditación en movimiento —yoga, tai-chi, chi-kung...— son
técnicas igualmente idóneas que proporcionan un plus de vitalidad.
Si uno piensa
que sufre de baja autoestima, además de toda la ayuda que puede buscar entre
los profesionales, conviene que comience un trabajo de autorreeducación.
Potenciar la autoestima supone actuar sobre sus diferentes componentes:
• El componente
cognitivo supone actuar sobre "lo que se piensa" para modificar los
pensamientos negativos e irracionales y sustituirlos por otros positivos y
racionales.
• El componente
afectivo implica actuar sobre "lo que se siente", sobre las emociones
y sentimientos que se tienen acerca de uno mismo.
• El componente
conductual supone actuar sobre "lo que se hace", esto es, sobre el
comportamiento, para modificar los actos.
Los tres
componentes están muy relacionados entre sí, de manera que actuando sobre uno
de ellos se obtienen efectos sobre los otros dos. Si se cambia un pensamiento
negativo acerca de uno mismo por otro positivo, seguramente nos sentiremos
mejor con nosotros mismos y este sentimiento de bienestar nos impulsará a hacer
cosas de las que no nos creíamos capaces.
El cambio
Hay que tomar
conciencia de todas las ideas e influencias negativas que se han recibido o que
uno mismo ha cultivado y proceder a su sustitución por otras positivas. ¿Qué
pensamientos resultan dolorosos o limitantes? ¿Cuáles serían los deseables?
Seguir el ejemplo de las personas que tienen autoestima es una orientación
valiosa para el trabajo personal:
• Alguien con una buena autoestima no necesita
competir, no se compara, no envidia, no se justifica por todo lo que hace, no
actúa como si "pidiera perdón por existir", no cree que está
molestando o haciendo perder el tiempo a otros, se da cuenta de que los demás
tienen sus propios problemas, en lugar de echarse la culpa "por ocasionar
molestias".
• Cree firmemente en ciertos valores y
principios, está dispuesto a defenderlos aun cuando encuentre fuerte
oposiciones colectivas, y se siente lo suficientemente seguro como para
modificarlos si nuevas experiencias indican que estaba equivocado.
• Es capaz de obrar según crea más acertado,
confiando en su propio juicio, y sin sentirse culpable cuando a otros le parece
mal lo que ha hecho.
• No emplea demasiado tiempo preocupándose por
lo que ha ocurrido en el pasado, ni por lo que pueda ocurrir en el
futuro.
• Tiene confianza por su capacidad para
resolver sus propios problemas, sin dejarse acobardar por los fracasos y
dificultades que experimente.
• Da por supuesto que es una persona
interesante y valiosa para otros, por lo menos para aquellos con quienes se
asocia.
• No se deja manipular por los demás, aunque
está dispuesta a colaborar si le parece apropiado y conveniente.
• Reconoce y acepta en sí mismo una variedad de
sentimientos e inclinaciones tanto positivas como negativas y está dispuesto a
revelarlas a otra persona si le parece que vale la pena.
• Es capaz de disfrutar de todas las
actividades que desarrolla: trabajar, jugar, descansar, crear, amar, pensar,
reír...
• Es sensible a las necesidades de los otros y
respeta las normas de convivencia generalmente aceptadas, aunque pueda tener su
propio punto de vista sobre lo que está bien y mal.
Cuando se
intenta dejar atrás la mala opinión acerca de uno mismo es normal que aparezcan
resistencias al cambio, que pueden manifestarse incluso a través de síntomas
físicos como cansancio o dolores de espalda o cabeza. Así se refleja el temor a
abandonar las viejas creencias. No se trata, en absoluto, de crearse una nueva
personalidad, sino de crecer apoyándose en las propias cualidades. En cualquier
caso, es un trabajo apasionante que requiere tiempo, paciencia y mucha apertura
mental. Ya no se puede culpar a la gente o a la mala suerte. Solo uno mismo
posee el poder de hacerse el bien o el mal, de avanzar o quedarse estancado. Es
uno mismo quien gobierna las emociones y los pensamientos, así que sólo uno
mismo puede hacer los cambios que necesita.
http://www.elcorreodelsol.com/
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