¿Has observado alguna vez a alguien que no ha
sabido mantener el equilibrio en su vida espiritual?
Hay
quienes se obsesionan con ciertos dogmas religiosos, hasta el grado de caer en
elfanatismo. Suelen ser presa
fácil de cultos y sectas que dominan totalmente su atención y terminan por
hacer desaparecer las demás facetas de sus vidas, como por ejemplo, el sonado
caso de Jim Jones y el suicidio colectivo de más de quinientos de sus
seguidores en Guayana; o el suicidio de aquellos que creyeron encontrar la
puerta de entrada al cielo con la aparición de un cometa. Los ataques de sectas
religiosas en el Japón nos alertan sobre el peligro que corremos cuando
concebimos erróneamente el concepto de espiritualidad, y permitimos que esta
faceta de nuestra vida opaque todas las demás, rompiendo el balance que debe
existir en nuestra vida.
En el otro extremo están aquellos a
los que aparentemente no les importa para nada su área espiritual. Afirman no
creer en nada, ni en nadie y, como resultado, llevan una existencia vacía. Con
el tiempo, son personas que desarrollan una actitud cínica frente a la vida y
hacia los demás. Otros, admiten que su filosofía para no fracasar o para no
sufrir ningún tipo de desencantos es no creer en nadie y no esperar demasiado
de la vida. Los dos casos mencionados representan los extremos de una vida
espiritual sin equilibrio.
Para mantener un balance, es necesario que al
concretar tus objetivos, te detengas y pienses en tu vida espiritual,
fijando metas que te ayuden a crecer en esta área; metas que en tu opinión, y
de acuerdo con tus creencias personales, traigan a tu vida paz interior; metas
y actividades que te permitan desarrollar mejores relaciones con los demás y
que te lleven a compartir con otros, los dones y habilidades que posees. Así,
al final de tus días tendrás la certeza de haber impactado positivamente las
vidas de otros, sin esperar nada a cambio. Es aquí donde debes definir tu
relación personal con Dios, cualquiera que sea la idea que tengas de Él.
Asegúrate que tus acciones y tu diario vivir sean un reflejo de tus creencias y
valores espirituales.
Las riquezas materiales y los logros profesionales
no sirven mucho si no poseemos paz interior, felicidad personal y cariño y
respeto de aquellos que nos rodean. Lo
material es necesario; sin embargo, también necesitamos las riquezas
espirituales, porque existen muchas facetas en nuestra vida.
El otro extremo de
esta falta de equilibrio en la vida espiritual lo constituyen quienes afirman
que el dinero es la fuente de todo mal, y que lo material no puede conducir a
nada bueno. No obstante, la verdad es que cada uno de nosotros gana dinero y
tiene la libertad de usarlo tal como lo desee. Si lo utilizamos para acciones
buenas, el dinero será bueno. Si lo empleamos en contra nuestra o de los demás,
será malo; nosotros establecemos la diferencia al decidir qué hacer con él.
Pensar en nuestras metas espirituales es dedicar un poco de tiempo en el
bullicioso camino de la vida, para evaluar si hemos dado o si sólo estamos
recibiendo.
Examinemos si hemos contribuido y agregado amor al
mundo, o si estamos jugando el papel de simples espectadores. Preguntémonos qué
podemos hacer por nuestra comunidad, con los recursos con que contamos ahora,
para contribuir positivamente y hacer de este un mundo mejor. Examinemos
también, cuál es nuestra relación con las demás personas que comparten el
planeta con nosotros.
http://cienciacosmica.net/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario