“Ante omnia Punctum exstitit…”
[Antes de que todo existiera, había un punto…]
Anónimo, S XVIII
[Antes de que todo existiera, había un punto…]
Anónimo, S XVIII
Ahora que hemos hecho una
pequeña introducción genérica a la GS en los dos primeros artículos, vamos a
ver como se empieza a usar, desde las enseñanzas metafísicas y esotéricas, para
explicar los patrones, estructuras y movimiento de todo lo que existe en la
Creación. Para empezar, la GS, para poder ser apreciada y experimentada, debe
tomarse como un ejercicio de contemplación y casi de meditación. Y por eso,
para comprender la Creación, uno puede hacerlo a través de comprender su
geometría, ya que la emergencia del universo desde una Fuente impenetrable y
desconocida, infinita y en reposo, fue un acto que podemos “dibujar”, y por lo
tanto, puede ser explicado a través de la GS. Tanto lo creían así los antiguos
filósofos y místicos, que no sorprende encontrar obras de arte mostrando al
Creador trabajando como un geómetra. William Blake, en uno de sus cuadros más
famosos, pintado en 1794, y llamado “The
Ancient of Days”, nos muestra al “dios creador
del universo” usando un compás para poner orden en el caos y dar lugar a la
creación.
Para iniciar cualquier
ejercicio de GS cuatro cosas con necesarias: un papel en blanco, una regla, un
compás y un lápiz. Con estas herramientas, y el apropiado estado mental, el
geómetra puede imitar el proceso primordial a través del cual el universo del
espacio y del tiempo surgió en existencia. A través del compás solamente, ya
simbolizamos la dualidad inicial de la energía potencial en reposo y de la
energía creadora en movimiento, pues una punta del compás se mueve mientras que
otra se mantiene estática, generando el centro y la circunferencia de un
círculo, matriz generadora de todo el resto de formas. Para empezar, no podía
ser mas simple :–)
Luego, gracias a las
enseñanzas metafísicas, podemos desarrollar modelos que nos ayuden a explicar y
comprender el proceso fundamental de esta Creación. Este proceso siempre
comienza con un simple punto adimensional, como dijimos en el primer artículo
de esta serie, pero, eso sí, de infinito potencial. Un punto siempre es adimensional,
porque si lo sitúas en el centro de una línea, dividiéndola en dos, la suma de
ambos lados de la línea es exactamente el total de la línea, demostrando que el
punto no ocupa espacio, ni, por supuesto, tiempo.
Por eso, desde el punto de
vista del misticismo egipcio, el punto de donde todo sale está descrito de esta
forma:
“Para que una
fuerza pueda emerger desde un estado adimensional y manifestarse a sí misma,
necesita un punto de salida. Un punto que no tiene dimensión, que no ha salido
de la unidad del Todo que lo contiene, pero que es necesario para poder
manifestarlo. Cuando la fuerza que inicialmente creo un punto emerge del estado
adimensional y se mantiene activa durante un periodo de tiempo, el punto se
mueve formando una línea y empieza así el proceso de manifestación…” [Elisabeth
Haich, “Initiation”]
De esta forma, se inicia el
proceso de transición desde la adimensionalidad de la Creación a la
dimensionalidad y estructura de la misma. No importa que la línea que forma ese
punto en movimiento sea recta o curva, en ambos casos, resulta en el primer
acto geométrico al mover el potencial latente en reposo del punto, a la energía
creadora de una línea en movimiento. Cuando el geómetra hace este gesto con el
compás, una circunferencia nace, y el radio de la misma, es lo que representa
la primera fase de expansión de esa energía creadora…
…dando lugar a la región de la
Creación, a todo lo que existe, al absoluto, donde el punto simboliza la Fuente
primaria, la energía primordial infinita en reposo, y la circunferencia el
ámbito de todo lo creado y manifestado, a partir de esta Fuente, por el
desplazamiento de la misma.
Este sencillo símbolo, también
en muchas culturas es considerado el símbolo del Sol, como dador de vida y
creador, pero va mucho más allá, en una escala más grande, pues representa el
primer acto de la Creación, manifestándose a sí misma. El círculo, pues, no
tiene ni principio ni final, símbolo de la eternidad, y representa el Todo y la
nada al mismo tiempo, el movimiento y el reposo, de ahí su profundo simbolismo.
Agujeros
negros, singularidades geométricas
Stephen Hawking, en
colaboración con el matemático Roger Penrose, probaron hace unos años que las
ecuaciones de la teoría de la Relatividad General, en su forma clásica,
necesitan absolutamente de una singularidad al inicio de la creación del
universo y en sus estructuras para ser correctas, un punto desde donde todo el
resto pudiera emerger y apoyarse en los pasos de su manifestación, algo que,
por otro lado, nos dicen desde la antigüedad los filósofos platónicos, las
enseñanzas herméticas, o los estudiosos del misticismo ancestral.
Quizás por eso, a los que
metemos la cabeza en ambos mundos, no nos choca darnos cuenta que las teorías
científicas que explican el universo [físico] sean perfectamente consistentes
con los principios de la geometría sagrada, que las proporciones de cualquier
estructura está reflejada en sus partes y viceversa, y que, tal y como Nassin
Haramein y otros han probado, en el centro de cada cuerpo cósmico, sea un
planeta, estrella o galaxia, existe una singularidad, en este caso un agujero
negro, rodeado por un horizonte de eventos, reflejando la estructura que
preside el nacimiento de todo lo manifestado.
Según una definición inicial
de lo que es un agujero negro, visto desde el punto de vista astronómico,
tenemos que un agujero negro se ha formado una vez una estrella moribunda se ha
contraído dentro de su propio horizonte de eventos. Pero no hay fuerzas en la
naturaleza que puedan soportar a esa estrella, así que continua contrayéndose
bajo la fuerza creciente de su gravedad. La presión de la gravedad y la
curvatura del espacio-tiempo alrededor de la estrella continua creciendo hasta
que la estrella se convierten en un solo punto. En ese punto, existe ahora
presión infinita, densidad infinita, y lo más importante, una curvatura
infinita del espacio-tiempo. Cada átomo y partícula de una estrella está
completamente concentrado y aplastado, libre de toda existencia en esta
curvatura infinita, que se convierte en el corazón del agujero negro, y que es
denominado una singularidad.
¿Y qué es el horizonte de
eventos? El horizonte de eventos es el nombre dado al borde o límite del
agujero negro a partir del cual la atracción gravitacional es tan fuerte que ya
nada puede escapar del mismo, ni siquiera la luz, hundiéndose ya en la total
oscuridad que da nombre a este cuerpo cósmico. Siguiendo con la definición,
entonces, nos encontramos que un agujero negro no es más que una singularidad
infinita rodeada de un horizonte de eventos, el mismo diseño geométrico que
encontramos en las tradiciones sobre el inicio de la Creación, y que, sabemos,
existe ya en el centro de todo cuerpo celeste y cósmico en el universo.
La
estructura vista desde nuestro nivel evolutivo
Al igual que el sueño que tuve
hace algunos meses y que os contaba brevemente al final de este otro
artículo, donde decía:
…me veía en una escuela, no se
en que plano o nivel dimensional, y los maestros de la escuela me decían:
termina de estudiar ahora lo que te queda en este curso, pero, que sepas, que a
partir del siguiente, cuando des el cambio evolutivo, tendrás que empezar de
cero de nuevo con todo el conocimiento que crees tener respecto a como
funcionan las cosas, pues nada se percibe igual y todo lo que sabes ahora solo
es válido para tu forma de percibir la realidad actual, luego, hay que usar
“nuevos libros de texto”. Y tal cual, me veía a mi mismo cerrando los “libros
de texto” de este nivel evolutivo, y pensando para mi mismo, “entonces, ¿ya no
me vale nada de lo aprendido hasta ahora?”, y venia la respuesta, “solo fueron
parte del camino que te ayudaron a escalar otra montaña”.
Y es que hemos de entender que
hablamos de las leyes y estructura del universo físico desde nuestra
perspectiva tridimensional, ya que cada nivel de conciencia, de plano
evolutivo, nos permite observar una realidad más amplia, con otras leyes y
propiedades, de forma que, para nosotros, lo que conocemos de la Creación es
solo lo que estaría representado y englobado en el cubo más interior de un
sistema de realidades cada vez más amplias.
Es
decir, tomando este modelo de realidades dentro de otras realidades, y
asumiendo que estamos, encapsulados en la más interior de todas ellas, el
nacimiento de nuestro “cubo” puede ser explicado mediante el modelo de la
singularidad que se expande. Pero, ¿de dónde surgió este punto o
singularidad entonces? Para los que estudiamos la parte metafísica de la
Creación, el punto concentrado infinito y adimensional que dio lugar a nuestro
universo proviene del “nivel” de orden mayor que nos envuelve, el cubo de mayor
tamaño inmediatamente superior de nuestra figura, que, a su vez, proviene de un
cubo de orden mayor, hasta el infinito, lo cual nos lleva a la pregunta sin
respuesta, ¿de donde salió la singularidad inicial que creo el primer cubo? ¿De
dónde salió la Fuente primaria? Ahí la única respuesta es: no salió de ningún
sitio, siempre estuvo ahí, en reposo y en potencia. De alguna forma, todo se
inicia y acaba con la misma singularidad, en procesos infinitos de expansión y
contracción, de forma que, posiblemente, no haya forma de hablar jamás de un
principio ni de un final, sino de un cambio constante, cíclico, y perpetuo.
Así que, para empezar, estos
son los conceptos que forman parte de nuestra introducción a la geometría
sagrada, ya que, a medida que uno se adentra en este arte, empieza a ver como
se produce la transformación de figuras simples, tal como el punto y el
círculo, moviéndose hacia complejidades mayores, tal y como hace el universo en
su evolución, y tal como hace la naturaleza desde la célula mas diminuta hasta
la manifestación de las millones de especies que poblamos el planeta,
incluyendo por supuesto al ser humano con su capacidad cognitiva. A medida que
vamos creciendo en nuestro entendimiento de las proporciones y armonías
expresadas a través de los procesos geométricos, empezamos a percibir y
comprender los patrones ocultos de la creación, y vemos con total claridad como
lo que es adentro es afuera, como es arriba es abajo, y como la realidad
interior y la realidad exterior no son más que reflejos mutuos una de la otra.
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