lunes, 26 de marzo de 2018

Un tipo especial de depresión: la distimia


Depresión, un mal en aumento

La depresión, el más común de los desórdenes mentales, afectará al 10 % de la población general en algún momento de su vida.

Se calcula que 340 millones de personas en el mundo son víctimas de esta enfermedad.

La prevalencia es del 15 % y en las mujeres se eleva al 25 %. Y, según un reciente informe de la OMS, este trastorno que, actualmente ocupa el 5º lugar entre las diez primeras causas de discapacidad y muerte, para el año 2020, habrá saltado al 2º lugar, después de la isquemia coronaria. Por eso es considerada una epidemia silenciosa.

Se detecta en el 50 % de los casos; reciben el tratamiento correcto 1/3 de los que consultan y a pesar del buen pronóstico, la mayor parte de quienes la padecen, no consultan en los primeros años, a causa del estigma social que aún pesa sobre las enfermedades mentales, como si este “descontento consigo mismo” (S. Freud) fuera pecado de acidia, como se consideraba en la Edad Media a “los bajones del alma”.

Afecta preponderantemente a las personas que carecen de vínculos interpersonales de importancia.
El problema de la pluricausalidad

Una interacción de factores: una cierta predisposición genética, una vulnerabilidad biológica y una historia personal y de sucesos vitales que se combinarán de modo muy particular, constituirá la pluricausalidad de los trastornos de los estados de ánimo.

a. El peso de los factores genéticos se infiere a través del estudio de la incidencia de estos trastornos que, en familiares de 1er. grado es de 2 a 3 veces mayor.

b. Los factores biológicos como la serotonina, un neurotrasmisor relacionado con la patofisiología de los trastornos depresivos y alteraciones en algunas respuestas neuroendócrinas, constituirían el substrato orgánico necesario, pero no suficiente, para justificar la aparición de la depresión.

c. Los factores psicosociales influyen no sólo como desencadenantes en la vida adulta (pérdida del empleo, muerte de seres queridos, divorcio, alejamiento de los hijos del hogar, etc.) sino como factores constitucionales desde la más temprana infancia (las pérdidas). Las situaciones dolorosas en las primeras etapas de la vida, dejan marcas que permanecerán latentes para hacer su eclosión ante un desequilibrio ulterior.

La depresión y las enfermedades clínicas:

La depresión, en tanto “emoción negativa” (como la ira, la desesperanza, etc.) es un factor de riesgo de muchas enfermedades somáticas.

Los estados emocionales, no sólo cumplen el rol de factor precipitante o causante de enfermedades, sino que son responsables del desarrollo, agravamiento y cronificación de las mismas.


Y cuando las enfermedades se cronifican, los estados emocionales afectan aún más la salud, por inducción de hábitos de conducta poco saludables como: la ingesta de alcohol, el consumo de tabaco, la dieta poco variada, el sedentarismo, etc.

Por lo tanto, al prevenir la depresión, se previenen o mejoran, de manera indirecta, otra serie de perturbaciones como:

a. El accidente cerebro-vascular (ACV).
b. La enfermedad de Parkinson.
c. El infarto de miocardio.
d. La migraña.
e. Los trastornos digestivos.
f. El colon irritable.
g. Las enfermedades inmunológicas.
h. Etc.
Cuerpo-mente, una dicotomía permitida

¿Cómo puede ser que la depresión, “un trastorno del estado de ánimo”
(según el DSM V) o sea una enfermedad de las llamadas “mentales” influya en las enfermedades “orgánicas”?

La Medicina psicosomática, la Psicofisiología, la Psicología de la salud y la moderna Psiconeuroendocrinoinmunología se han encargado de dar cuenta de los complejos mecanismos que se activan cuando, por ejemplo, una persona entra en un malestar profundo producto de una crisis personal.

Y esto sucede porque la famosa dicotomía cuerpo-mente es una ficción creada por la ciencia para intentar facilitar la compresión de un ser humano viviente que no es ni psique ni soma, sino un psicosoma.

Depresión y tristeza

La mayoría de las personas emplean el término depresión como sinónimo de tristeza. Desde el punto de vista psicológico, se la considera tanto como síntoma, como síndrome o como enfermedad.

La tristeza es un estado de ánimo que sucede normalmente a una situación de duelo por la perdida de un ser querido, por la frustración de un proyecto o simplemente por una desilusión. Generalmente, transcurrido un lapso de tiempo determinado, el doliente supera el mal trance y continúa su vida con total normalidad.

Frente a la misma situación algunas personas en cambio, reaccionan con una depresión persistente que incluso, puede llevarlos al deseo de autoeliminación. Estas personas reaccionan con una enfermedad depresiva que además del humor triste, tendrán desde una inhibición hasta una agitación psicomotriz, sentimientos de autorreproche, y a veces podrán acompañarse de síntomas somáticos como las cefaleas, los problemas digestivos, etc.

Obviamente, estos últimos, requerirán tratamiento.
Clasificación de la depresión

Existen dos grandes grupos de depresiones: las depresiones primarias y las depresiones secundarias. En las primarias, es difícil encontrar un desencadenante previo que justifique la aparición del trastorno; mientas que en las depresiones secundarias o reactivas el desencadenante es evidente: acontecimientos traumáticos, ciertas enfermedades, abuso de sustancias, etc.

En ambos tipos de cuadros y según la severidad de los síntomas la depresión puede ser de grado:


a. Leve: presenta pocos síntomas que generan una discapacidad menor.
b. Moderada: mayor cantidad de síntomas y de incapacidad funcional.
c. Grave: se expresa a través de varios síntomas discapacitantes.

Otro tipo de clasificación de los trastornos del estado de ánimo lo aporta el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V) que propone para los trastornos cuya característica principal una alteración del humor, una división en 4 grandes grupos: los trastornos depresivos, los trastornos bipolares, los debidos a enfermedad médica y los trastornos del estado de ánimo inducidos por sustancias.

Entre los trastornos depresivos cabe detenerse en el trastorno distímico, porque comienza tempranamente, se hace crónico, suele pasar desapercibido, pero sus consecuencias pueden llegar a ser devastadoras sobre la vida de la persona.

La particularidad del trastorno distímico

Este concepto, fue introducido por la Asociación Norteamericana de Psiquiatría en 1980, para dar cuenta de una sintomatología afectiva de bajo grado que se presenta con mucha frecuencia en la población y no obstante gran parte de quienes lo padecen no son tratados.

El grado de los síntomas es moderado, cosa que no implica que se trate de un trastorno leve.

La distimia se caracteriza por un estado de ánimo crónicamente depresivo (tristeza y desánimo) la mayor parte del día, durante un lapso mínimo de 2 años, en el cual se presentan 2 ó más de los siguientes síntomas:

a. Poco apetito o voracidad.
b. Insomnio o hipersomnia.
c. Poca energía o fatiga.
d. Baja autoestima.
e. Dificultades para concentrarse o para tomar decisiones.
f. Sentimientos de desesperanza.

Debido a que el 70-80 % de los casos comienzan en la infancia o adolescencia y de manera insidiosa, el enfermo siente que “siempre fue así”, que esa es su “forma de ser”, cosa que el entorno familiar confirma y entonces no consulta. Y por ende no se trata.

Otras características descriptivas y trastornos mentales asociados:

1. Sentimientos de incompetencia.
2. Pérdida generalizada del interés o del placer, anhedonia.
3. Aislamiento social.
4. Sentimientos de culpa o tristeza referidos al pasado.
5. Sentimientos de irritabilidad o ira excesiva.
6. Descenso de la actividad, la eficiencia o productividad.

Con menor frecuencia, pueden aparecer síntomas vegetativos:

a. Trastorno del sueño
b. Trastorno del apetito
c. Síntomas psicomotores (lentitud).


Si bien puede estar asociado a otros trastornos (depresión breve recurrente y episodio depresivo mayor) la distimia pura se presenta en el 12 % de los casos.

Hay días o semanas en que el paciente puede estar bien, como excepción hasta 2 meses, pero casi siempre se está cansado, deprimido, meditabundo, plañidero, duerme mal y se siente incapaz para emprender nuevas actividades.

A pesar de todo, puede hacer frente a las cosas básicas de la vida cotidiana pero, no encuentra placer en lo que hace.

Dado que puede complicarse con un episodio depresivo mayor, tiene riesgo de suicidio, sobre todo porque al no tratarse, el paciente incurre en reiterados fracasos que van cercenando su autoestima, paulatinamente.

Prevalencia por sexo y edad

En los adultos, las mujeres son de 2 a 3 veces más propensas que los varones. En cambio en los niños, el trastorno se presenta por igual en ambos sexos, pero además de la tristeza, pesimismo y baja autoestima presentan irritabilidad, inestabilidad y escaso desarrollo de las habilidades sociales. Ésto traerá aparejado un deterioro del rendimiento escolar.

¿A qué síntomas prestar atención?

Cuando una persona pierde el interés por las cosas que venía haciendo, se siente cansado, no tiene ganas de participar, de compartir y de disfrutar de la vida, a la vez que cambia de peso y manifiesta problemas de insomnio o un despertar desagradable, o tiene dolores difusos, pensamientos negativos, está frecuentemente embotado y lento, y evidencia un deterioro de su vida laboral y/o académica, aunque no sé cuenta, es posible que padezca un trastorno distímico.

Lo importante es no resignarse a llevar una vida sombría, evitar la cronificación y hacer un diagnóstico precoz. Si se trata de niños o adolescentes, la responsabilidad de la consulta recaerá en los padres o docentes advertidos sobre la forma de presentación y en los adultos será el entorno familiar el que sugiera la consulta temprana.
Pronóstico de la distimia

Cuando hay un trastorno distímico hay un riesgo de complicarse con un trastorno depresivo mayor (que tiene riesgo de suicidio) de un 10 %, de no mediar un tratamiento adecuado; situación que se revierte totalmente con éste último.

8 Sugerencias para prevenir el trastorno distímico:
a. Procure compartir los problemas con sus seres queridos.
b. Evite el aislamiento social.
c. Trate de solucionar el problema de insomnio.
d. Aumente la actividad física.
e. Si tiene dudas sobre su estado de salud, consulte con el médico de cabecera.
f. Intente darse tiempo para realizar las actividades que le resulten placenteras.
g. Si le resulta muy difícil hacer solo todos estos cambios consulte con un psicólogo; no es cierto que necesitar ayuda de un profesional, es signo de debilidad.


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