Todas tus heridas emocionales provienen de la infancia.
De adulto cuando te sientes vulnerable e indefenso es porque alguien intencionadamente (o no) vuelve a tocar alguna de esas heridas.
Por este motivo es importante que indagues en ti y empieces a poner nombre y apellidos a cada una de esas heridas.
Estas heridas tienen que ver con memorias de abandono, rechazo, soledad, desamparo, inadecuación, abuso…
Son estas memorias que se reactivan las que te abren la herida una y otra vez.
Desde estas memorias acabas identificándote con todo lo nocivo que te llega del exterior.
Llegados a la edad de adultos casi todos llevamos cargas en forma de memorias dolorosas a nuestras espaldas.
Para algunas personas estas cargas son verdaderamente densas y pesadas.
Por lo general no es fácil liberar estas memorias sin ayuda, primero porque algunas están profundamente inconscientes y segundo porque todos tendemos a protegernos para no volver a sentir dolor.
Pero cegarse y protegerse no es el camino para la sanación, al menos no de adultos.
Hay mucha gente que no sabe cuales son sus propias heridas, solo sabe que se siente mal y que eso tiene que ver con su propia historia de vida.
Tu historia de vida está estrechamente ligada a los patrones y creencias familiares que te moldearon siendo niño.
En consulta a menudo tengo que hacer una rápida labor de investigación para que la persona pueda detectar cual es su herida primordial, que viene a ser la matriz desde la cual se ramifican todas las creencias que limitan las diferentes áreas de su vida.
Una vez identificada la herida primordial llevó al paciente a un contexto o situación concreta donde experimentó una importante carga emocional.
Desde esta situación concreta ayudo al paciente a que conecte con las emociones que sintió en ese momento con el objetivo de dar un nuevo orden y significado a lo que experimentó y de esta forma liberar la carga emocional asociada a esa experiencia.
Después de liberar carga emocional se reprograman las creencias que el paciente ha adoptado ante la vida y que están relacionadas con esa experiencia dolorosa (y otras similares) que vivió.
Durante este proceso facilito la comunicación entre la la parte adulta y la parte infantil del paciente para que desde el adulto que ahora es, vea de cerca a ese niño que fue (y sigue siendo en algún sentido) y se responsabilice de sus carencias y necesidades.
De niños funcionamos a modo inconsciente y estamos seriamente limitados y con pocos recursos para discernir entre lo que es beneficioso o no para nosotros, simplemente registramos como una grabadora todo lo que experimentamos dentro del núcleo familiar.
Es importante que TU YO ADULTO le dé guía y soporte a tu “niño interior”, ya que el es mucho más consciente que tu parte infantil, tiene más herramientas y un mayor discernimiento acerca de las creencias familiares quiere desechar o mantener.
En la medida que tu yo adulto se va encargando de sanar tus heridas infantiles y satisfacer tus necesidades emocionales, te vas haciendo cada vez más responsable de tu pasado y de lo que quieres empezar a proyectar en tu futuro.
Por otro lado este dialogo niño-adulto potencia mucho la autoestima.
El camino final de este trabajo es que puedas reconciliarte con tus partes más vulnerables para acceder a un completo y verdadero amor propio.
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