La mayoría de nosotros ha experimentado nuestra capacidad de generar problemas, de cualquier cosa, de cualquier vivencia. Queremos que todo sea como lo hemos pensado, como lo hemos proyectado, como nos gustaría y no terminamos de aceptar las cosas tal y como son. Es esto lo que nos genera frustración y sufrimiento.
No debemos lucha contra todo lo que nos parece que no está bien, la rigidez no nos hace fuertes, por el contrario, tenemos muchas más probabilidades de quebrarnos que cuando somos flexibles. La naturaleza bien nos habla de ello y nos muestra cómo un árbol se adapta al vaivén del viento, cómo el agua pasa alrededor de la roca, cómo la arena se adapta a las olas… No hay resistencia, hay aceptación.
Cuando aceptamos cada una de nuestras experiencias, todo fluye, dejamos de etiquetarlas como positivas o negativas, sino que las tomamos tal y como son, sin quitarle ni ponerle, sin favorecerle o enjuiciarle, aceptando que así está ocurriendo y el mejor resultado lo obtendremos al aceptar, sin intentar cambiar. Ésta es la herramienta más poderosa de cambio, porque elimina el conflicto mental, elimina la manera en la cual vemos las cosas y sencillamente nos permite sacar de cada vivencia el aprendizaje.
Cuando nos negamos, cuando nos resistimos, estamos castrando la experiencia completa, nos estamos limitando, estamos reprimiendo nuestras emociones y con ello estamos tomando solo una parte de la vivencia. Si sentimos tristeza, no debemos evitarla, debemos aceptarla: “Estoy triste”, cuando lo hacemos la carga se aligera. Lo contrario ocurre cuando obligatoriamente queremos sentirnos felices, queremos pasarnos un interruptor y terminamos por colocarnos una fachada de sonrisa que nos puede hacer sentir más tristes que antes.
Si sentimos una emoción, así sea negativa, reconozcámosla y aceptémosla, no hagamos de ello un drama, no tiene nada de malo el sentir miedo, el sentir frustración, el querer escapar o llorar, es la petición de nuestro cuerpo, démosle cabida, es eso lo que necesita en ese momento, cuando lo aceptamos el problema desaparece.
Cuando cualquier cosa que nos incomoda es aceptada, tiende a desaparecer, al menos el pensamiento que lo clasificaba como incómoda, como problemática y nos damos cuenta de que los problemas solo están en nuestras mentes, que aligerarnos de etiquetas, de juicios y limitar o negar situaciones, emociones, pensamientos, no los hará mejorar, esa resistencia solo los incrementará, pero cuando los aceptamos, dejan de fastidiar, dejan de doler y desde ese punto hallamos la paz que nos permite orientarnos a lo que nos conviene, sean soluciones, sanación, comprensión, etc.
RINCON DEL TIBET
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HERMOSO, GRACIAS POR COMPARTIR ESTA SABIDURÍA ACORDE CON EL PENSAMIENTO LAS CUATRO NOBLES VERDADES DEL BUDA. UN AFECTUSO SALUDO
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