De siempre nos han explicado que existen emociones positivas y negativas. No llores, no grites, no te enfades,… son frases que se utilizan para evitar la tristeza o el enfado pero olvidándose de las funciones básicas de dichas emociones. En este artículo, queremos centrarnos en la rabia o la ira. Esta emoción, presentes en todas las personas suele ser un motivo de consulta habitual tanto al inicio como durante las intervenciones. Se trata de una emoción prohibida para muchas personas, un tabú que no nos permitimos, por lo que al inhibirla podemos crearnos nuevos problemas de carácter físico y psicológico.
¿Qué es la rabia?
La rabia es una emoción primaria que activa nuestras funciones de supervivencia. Es un indicador de que estamos siendo amenazados y tratados de manera injusta por lo que nos prepara para la defensa. Es decir, se trata de una emoción activa y, por lo tanto, nos mueve a realizar una acción. Asimismo, como toda emoción, su efecto es pasajero y limitado en el tiempo.
¿Por qué inhibimos la rabia?
Normalmente existen 3 causas principales por las que las personas tienden a no mostrar esta emoción.
- La creencia de que al estar enfadado son malas personas. Son personas que muestran un pensamiento dicotómico y consideran que poner límites a los demás y/o sentir emociones negativas les transforman en malas personas.
- Miedo a parecerse a alguien o algo que no les gusta. Cada persona tiene sus propias experiencias y, en muchas ocasiones, haber estado relacionado con personas de mal carácter les hace evitar serlo ya que no quieren ser como él/ella.
- Tienen miedo a perder el control si dejan ir la rabia que sienten.
¿Consecuencias de inhibir la rabia?
Cuando no expresamos la rabia, en el fondo, estamos creando una situación en que permitimos que se nos trate injustamente. Por lo tanto, al no defendernos nosotros mismos favorecemos que se creen nuevas situaciones de injusticias y/o tratos indignos. Todo ello conlleva frustración, inseguridad, decepción, tristeza, somatizaciones,…
¿Cómo se identifica la rabia?
En este sentido, es necesario primero de todo aprender a identificar la rabia ¿dónde la noto?, ¿de qué manera?, ¿en qué parte del cuerpo?,… Al tratarse de una emoción activa, físicamente los cambios son muy evidentes nos permitamos o no la emoción. Aumento de las pulsaciones y de la temperatura corporal, tensión en las espaldas, ceño fruncido, puños cerrados, etc. Si nos centramos en nuestro propio cuerpo, el hecho de darnos cuenta de esta emoción puede resultar más fácil.
En esta línea, cuando identifiquemos estas sensaciones es preciso preguntarnos:
- ¿Qué me ha ofendido? Un comentario, una mirada, un gesto,…
- ¿Qué significado tiene para mí? Me considera una persona no válida, me está insultando, me ha faltado al respeto,… ·
- ¿Es realmente importante? ·
- ¿Es cierto PARA MÍ? En ocasiones, no es tanto lo que la otra persona nos ha dicho, sino aquello que nos remueve a nosotros. Por lo tanto, alguien puede insultarnos pero si no nos afecta, no nos generará rabia. En cambio, si justamente dicen aquello que nos duele y/o donde nos sentimos más débiles, puede que la emoción se dispare.
¿Cómo puedo/quiero expresarlo?
Tal y como hemos comentado, la rabia nos permite defendernos y decir “Este/a soy yo” para así evitar que dichas emociones y recuerdos se enquisten. En este punto, una vez consciente de la emoción hemos de encontrar la manera de expresar y dejar salir esta rabia. Para ello existen diferentes opciones y cada persona, ha de decidir, cuál es la más oportuna en ese momento y con esa situación.
- Diciéndoselo a la persona: En estas circunstancias se ha de plantear de qué manera, en qué tono, en persona, por escrito, cómo responderé, qué le quiero pedir, etc.
- Realizando una actividad que permita sacar el malestar: deporte cardiovascular, dibujar y/o garabatear, ejercicios de relajación y/o respiración, tocar un instrumento,…
En algunas situaciones, la emoción es tan intensa que necesitamos un paso previo para poder rebajar la intensidad de la misma y comunicarnos de manera adecuada. Por ello mismo, ejercicios y/o actividades como las que se han comentado anteriormente pueden facilitar el proceso consiguiendo una rebaja de la carga emocional y, por lo tanto, una mayor capacidad para comentar aquello que nos ha molestado de manera correcta.
Para acabar, no se trata de ir enseñando los dientes. Al contrario, se trata de hacer un ejercicio de inteligencia emocional para poder reconocer esta emoción prohibida y aprender a gestionarla para aumentar nuestro propio bienestar.
Centre PiP
info@centrepip.com
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