El miedo es una reacción descontrolada pero necesaria que nuestro cuerpo pone en marcha para mantenernos a salvo de los posibles peligros, acciones que nuestro cuerpo percibe y que no reconoce como familiares
Hace años ocurrió una terrible tragedia de la cual, sin
duda, fue responsable el miedo.
Matilda Crabtree, una niña de catorce años, quería gastar una broma a sus padres escondiéndose en un armario para asustarlos cuando volvieran a su casa esa noche.
Matilda Crabtree, una niña de catorce años, quería gastar una broma a sus padres escondiéndose en un armario para asustarlos cuando volvieran a su casa esa noche.
Sus
padres creían que Matilda iba a pasar la noche en casa de una amiga. Por ello,
cuando, al regresar a su hogar, oyeron ruidos, el padre no dudó en coger su
pistola, dirigirse al dormitorio de Matilda e intentar adivinar qué ocurría.
Entonces,
presa del pánico, el hombre disparó a su hija cuando esta salió corriendo del
armario para darles la sorpresa que había preparado. Unas horas más
tarde, Matilda Crabtree fallecía.
Fue el
miedo el que hizo al padre imaginar que había un ladrón en la casa; fue el miedo
el que le empujó a coger la pistola y recorrer su casa en busca de un intruso
que nunca existió; fue el miedo el que le hizo disparar rápidamente sin ver
quien estaba ante él.
El miedo y una marea de emociones predispusieron a
un padre a proteger a su familia. Eso mismo la destruyó. Una
reacción emocional tan natural como necesaria hizo que, lo que podía ser una
escena familiar entrañable, se convirtiese en tragedia.
Cuando el miedo nos acorrala
Los circuitos emocionales del miedo responden a
unas pautas biológicas que han ido gestándose durante más de cincuenta mil
generaciones. Esta misma emociónnos hace actuar con tal
rapidez que muchas veces nos acorrala.
Así,
como se reseña en la historia que encabeza el artículo, nuestros impulsos están
diseñados para ayudarnos a sobrevivir y a proteger a nuestros seres queridos;
cosa que, como hemos visto, no siempre conseguimos.
El
miedo tiene el poder de recorrernos en un instante. La sangre parece
paralizarse en nuestro rostro y fluye a nuestras extremidades para hacernos
correr o actuar con rapidez.
En nuestro cerebro se desencadena una
respuesta hormonal que pone a nuestro cuerpo en alerta, inquietándonos y
ayudándonos a prestar atención a aquello que se considera una amenaza para
responder de forma adecuada.
Los circuitos neuronales del miedo
Los circuitos neuronales del miedo
Sin lugar a dudas, el miedo es una de las
emociones más destacables de nuestra evolución.
Esta afirmación cobra especial relevancia en una
época en la que nuestro día a día se encuentra desbordado por el nerviosismo,
la angustia y las preocupaciones, amén de patologías como los ataques de pánico,
las fobias, la ansiedad generalizada, etc.
Pero, ¿qué es lo que ocurre en nuestro cerebro
cuando “algo nos asusta”? ¿Qué circuitos neurales se activan y cómo lo
hacen? ¿Qué objetivo tienen? A todas estas preguntas trataremos de dar
respuesta a continuación de manera secuencial:
- Cuando
nuestros sentidos perciben algo potencialmente amenazante a nuestro
alrededor hacen uso de las autopistas cerebrales que les comunican con
nuestro cerebro.
- Estas
autopistas emocionales conducen directamente al tallo encefálico y al
tálamo.
Una vez que la información llega a esas zonas, las
vías de comunicación se ramifican rápidamente a la amígdala y al hipocampo, por un
lado, y al córtex especializado, donde se examinan con más detalle los
sonidos, imágenes o sensaciones que nos han puesto en alerta.
- El
hipocampo, región fundamental de nuestra memoria, compara rápidamente esos
estímulos que nos han alertado con aquellos que recuerda haber escuchado,
visto o sentido en otros momentos.
En otras palabras: nuestro hipocampo trata
de dilucidar si le es familiar o no.
- Mientras,
el córtex auditivo, visual, olfativo, táctil o del gusto pretende
comprender de dónde viene aquello que nos ha incomodado.
Se elabora una hipótesis que se envía velozmente a
la amígdala y el hipocampo, estructuras que tratan de concluir si
podemos estar tranquilos o tenemos que pasar a la acción.
- Si
la conclusión es tranquilizadora, el estado de alerta se paraliza. Si, por
el contrario, no lo es, la amígdala envía una señal de alarma que dispone
a nuestro sistema nervioso a dar respuesta.
- Como afirma Daniel Goleman, “la recepción de todo tipo de señales convierte a la amígdala en un centinela que escudriña continuamente toda experiencia sensorial”.
- Nuestro
cerebro secreta diferentes sustancias (hormona corticotrópica,
noradrenalina, dopamina…) , lo que
permite a nuestro cuerpo disponerse para la acción.
- Estas
sustancias hacen que nuestra musculatura se tense, que nuestro rostro
adquiera la expresión de miedo, que nuestro corazón se acelere y que
nuestros sentidos se mantengan al acecho.
Esta secuencia de sorpresa, incertidumbre,
aprensión y miedo se despliega en un segundo.
aprensión y miedo se despliega en un segundo.
Esta es la razón por la que nuestra arquitectura
emocional a veces no deja espacio a nuestra consciencia, pues nuestro sistema
evolutivo nos predispone a responder rápidamente.
Un
segundo es lo que, quizás, pudo haber ayudado al padre de Matilda a darse
cuenta de que quien tenía de frente era su hija y no un ladrón. Sin embargo, un
segundo también hubiese bastado para que un ladrón pudiese atacarle a él y
acabar con su vida y la de su mujer.
Puede que el miedo nos parezca una emoción
devastadora pero, en realidad, es una reacción necesaria para nuestra
supervivencia.
No nos
olvidemos de que nuestra naturaleza es sabia y nos ha dotado de múltiples
herramientas para poder sobrevivir.
Fuente bibliográfica:
Goleman, D. (2001). Inteligencia emocional. Editorial
Kairós. Barcelona.
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