Con cuánta facilidad nos entregamos a
la ansiedad, esa que va desde una ligera intranquilidad a aquella que nos
colapsa y nos paraliza en momentos determinados. Tenemos la costumbre de viajar en el tiempo,
de distraernos del momento presente solo con la finalidad de torturarnos y
aferrarnos a lo dramático de nuestra existencia, aquello que nos marcó y aún
nos duele o aquello que no ha llegado… que a ciencia cierta ni siquiera sabemos
si estaremos en este plano para cuando pudiese ocurrir.
Debemos ciertamente trazarnos metas,
debemos mirar adelante con la convicción y la visión de ubicarnos en un mejor
estado en relación a como hoy estamos, debemos trabajar y luchar por lo que
queremos y así mismo, de vez en cuando mirar atrás para ver el camino
recorrido, para no repetir errores, no pasar por aquellos senderos de los
cuales no guardamos las mejores experiencias y recordar lo aprendido… Pero
esto debe hacerse de forma práctica, libre de alguna intención de generarnos
sufrimiento.
La vida se disfruta más cuando se
vive despacio, como cuando nos tomamos una copa de un buen vino, la saboreamos,
la olemos, la sentimos en nuestra boca, no queremos que pronto acabe, la meta
no es beberla de un sorbo, sino disfrutarla. Pero aunque nos es sencillo
coincidir con lo que debería ser saborear una copa de vino, nos cuesta muchas
veces atravesar la vida de la misma manera, queremos siempre ubicarnos en un
momento futuro, siempre queremos alcanzar algo que no tenemos.
No se trata de no tener anhelos o
proyectos, ni mucho menos se trata de no tener aspiraciones, se trata de no generarnos sufrimiento en el
camino que nos lleve a estar donde queremos, se trata de entender que hacer lo
necesario es suficiente, que si nos preocupamos energéticamente estamos
saboteando nuestros esfuerzos y que si nos centramos en la meta, nos perderemos
del camino.
Cuando llegamos a alcanzar aquello
deseado, por lo general no hemos terminado de celebrarlo cuando ya ubicaremos
un punto más allá en donde ahora sí hallaremos la felicidad… y así vamos como
un conejo tras su zanahoria, solo viendo dónde se ubica para salir corriendo
tras ella… sintiendo la inconformidad y frustración inclusive de que la misma
se mueve luego de tantos esfuerzos…
Es útil entender que la zanahoria es
un autoengaño, que vamos detrás de lo que nos sacia la sed, pudiendo
encontrarlo solo en nosotros mismos. La felicidad no la hallaremos en lo que ocurra
mañana, la felicidad no viene con el título, no viene con el matrimonio, no
viene con la casa… todo esto nos puede generar mucha alegría, cualquier logro
lo hará, pero la verdadera felicidad no depende del logro sino de disfrutar
cada momento que nos conduzca o no a él.
Deja de esperar o buscar o de querer
llegar, si te relajas entiendes el origen del asunto y probablemente sepas que
no es necesario buscar, que todo llegará de forma natural a tu vida.
Fuente: rincondeltibet.com
http://www.reflexiones.life
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