lunes, 22 de mayo de 2017

LA INUTILIDAD DEL SUFRIMIENTO. Por Francisco de Sales, Sánchez.


En mi opinión, esta pésima costumbre de quedarse enganchado al sufrimiento, y no ser capaz de ver su inutilidad, es un asunto realmente perjudicial.
Muchas personas se rinden antes de comenzar a resolver la salida del sufrimiento porque están convencidas –y no sé por qué- de que es imposible escapar a su influjo, o sea, que el sufrimiento es algo ineludible superior a cualquier fuerza o voluntad humana. Una condena inevitable.
Nada más lejos de la realidad.
El sufrimiento es una opción entre las varias que hay frente a una situación que no nos es agradable o deseada.
Ante una situación o circunstancia concreta, uno puede elegir entre quedarse atado y sufriente, o puede separarse de ello para verlo con objetividad –alejado de los sentimientos- y, mirando por su propio bien, ser capaz de tomar una decisión de actitud diferente frente a ello.
Sí. Se puede.
La mente –que es la que provoca el sufrimiento- es un instrumento a nuestro servicio, por lo tanto es algo que nosotros podemos y debemos controlar.
Si el sentido de la vida es el mejoramiento, engancharse al sufrimiento lo imposibilita.
No se puede mejorar, ni avanzar, ni crecer, ni desarrollarse, mientras uno deje alguna de sus partes fuera de sí, y fuera del camino deseando, porque se ha quedado enganchada en una parte del pasado al que ya se ha de renunciar. Sea el que sea o sea lo que sea.
Quedarse anclado en el pasado es claramente un estancamiento perjudicial. Nuestro Camino va hacia adelante, y es hacia adelante el sentido de nuestro progreso.
De lo doloroso se aprende, pero se aprende lo que haya que aprender y se deja atrás inmediatamente. Una vez que hemos aprendido lo que tengamos que aprender del suceso, regodearse en ello y tratar de rebañar hasta la última gota es innecesario.
Más inútil aún es quedarse inmovilizado purgando un castigo, ya que eso no aporta nada positivo. El castigo ya va implícito en el hecho de haberse dado cuenta de lo que sea que tuviera que aportarnos esa lección. No hace falta penar dos veces.
Sufrir, padecer, penar, expiar, dolerse… ¿Para qué?
No hay juez ni Dios tan injusto que apruebe el mismo sufrimiento repetitivo.
No hay progreso ni perfeccionamiento ni avance espiritual o personal, sino más bien todo lo contrario, en la complacencia en lo doloroso, en el atormentarse, en el desgarrado padecimiento, en la apatía ante el resto de la vida o de otras opciones de vida.
Y que nadie se rinda ante su estado de sufrimiento, que nadie se compadezca de sí mismo y se quede en esa insana complacencia, que nadie busque retorcidas excusas que le justifiquen su estado, porque la única decisión verdaderamente digna, honorable, sana, positiva, y tal vez la única que pueda aprobar un Creador, es la de recomponerse de cualquier situación –sea la que sea- y seguir adelante.
Seguir adelante dejando el sufrimiento en el pasado, y estando libre de su atadura para poder afrontar el resto de la vida tal como ha de ser.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
“Oír o leer sin reflexionar es una tarea inútil”. (Confucio)
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