A veces, es más importante proponerse normas de autorrespeto, incluso si no estamos cómodos del todo con nosotros mismos. En otras palabras, es posible que no nos apreciemos tanto como debiéramos, pero eso no quiere decir que no podamos apropiarnos de unas pautas de autorrespeto, para protegernos y evitar las trampas de la baja autoestima.
La palabra respeto proviene del latín “respectus”, que significa “atención y consideración”. El autorrespeto, por tanto, tiene que ver con estar atentos a nosotros mismos y proporcionarnos un trato amable y digno. Si no podemos querernos mucho, en todo caso sí podemos aprender a respetarnos.
“Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración de las personas”.
-Jean Jacques Rousseau-
El respeto y el autorrespeto
Todos nos hemos encontrado alguna vez con alguien que no nos simpatiza mucho, pero a quien respetamos. Tal vez por su edad, sus conocimientos, la dignidad que ostenta o cualquier otro factor, lo cierto es que tenemos en cuenta sus opiniones y deseos, y además tratamos a esa persona con consideración.
Si podemos hacer eso con otros, ¿por qué no podemos hacerlo con nosotros mismos? Desde niños nos enseñan que debemos respetar a los demás. Casi todos hemos recibido un castigo o una sanción por no actuar con el respeto que merecían las circunstancias o las personas que nos rodeaban. Lo que no siempre nos enseñan es que también debemos respetarnos a nosotros mismos.
Cuando no hay una buena autoestima de base, llegamos a creer que somos menos importantes o valiosos que los demás. De una forma u otra, nos acostumbramos a vernos como personas que no merecen mayor atención o consideración. Esta creencia errónea y este hábito automático nos llevan a no cultivar el autorrespeto y la consecuencia de esto es muy negativa para nosotros.
La falta de respeto por nosotros mismos
Uno de los primeros filósofos en hablar de autorrespeto fue Aristóteles. Este famoso pensador señalaba que respetarse a uno mismo significa actuar de tal manera que promovamos nuestra autonomía, independencia, autocontrol y tenacidad.
A su vez, también hay algunas señales de que ese respeto que nos debemos no está presente. Las conductas que nos hablan de esto son, entre otras:
Etiquetarnos de manera negativa. A veces somos nosotros mismos quienes nos definimos usando una etiqueta para lo que somos. Nos sentimos “el gordo”, o “el tonto”, o “el fracasado”. Lo peor es que solemos llevar a los demás a que nos vean desde ese estereotipo.
Severidad y dureza con nosotros mismos. En lugar de actuar con consideración con nosotros mismos, continuamente nos fustigamos y nos tratamos severamente por cualquier error o vacío que tengamos.
Le damos mayor importancia a las necesidades de los demás. Priorizamos a los otros y tendemos a ubicarnos en segundo, tercer o último plano. Tenemos la atención enfocada a los demás y evitamos escucharnos a nosotros mismos.
Callamos para no importunar. El silencio que implica represión nunca es positivo. Querer decir algo y callar solo por satisfacer las necesidades de los demás es una falta de respeto con nosotros. Todos tenemos derecho a decir lo que pensamos y sentimos y si otros se incomodan, es algo que se escapa de nuestras manos.
No reclamamos nuestros derechos. Aunque veamos y sintamos que somos víctimas de un acto injusto o de un trato desconsiderado, callamos porque nos parece que no tenemos derecho a reclamar.
Cultivar el autorrespeto
El autorrespeto, como lo decíamos en un comienzo, es un tema más relacionado con la razón que con otros aspectos de nuestro ser. Por lo mismo, hay caminos para cultivarlo y mecanismos para enriquecerlo constantemente. Así como faltarnos al respeto se vuelve un hábito, también respetarnos se puede convertir en una costumbre.
Lo primero que debemos hacer es reflexionar sobre la igualdad. Los seres humanos somos diferentes unos de otros en muchos aspectos, excepto en los derechos. Estos nos cobijan por igual a todos por el solo hecho de que somos seres humanos. Por lo mismo, no existe ninguna razón para negarnos esos derechos, o permitir que otros los nieguen.
Lo segundo, pero no menos importante, es aprender a ser leales con nosotros mismos. Esto significa tolerarnos, comprendernos y ser consecuentes con lo que deseamos. Es importante aprender a ser nuestros mejores amigos. Trabajando el autorrespeto mejoran mucho las relaciones que tenemos con los demás, porque mejora la relación que tenemos con nosotros mismos.
Edith Sánchez
Atrévete a ser feliz.
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