Hablar de la adolescencia es entrar en uno de los periodos de cambios físicos, psicológicos, sexuales y sociales, que enmarcan la vida de los jóvenes como sujetos de derechos en los campos socioculturales en una nación, y el mundo. Sin embargo, la adolescencia sigue siendo un ciclo vital en el que no se reconoce al adolescente como se hace con el niño. Basta con mirar que aún se habla de una población de los “Ados”, expresión mediática que tiende aislar a los individuos jóvenes encasillándolos en un tipo de edad. Lo que ha generado que se establezcan polémicas entre psicólogos, sociólogos y endocrinólogos-neurólogos, que la han limitado a un periodo de edades. Cuando lo oportuno es crear acuerdos que permitan superar este tipo de inconvenientes en pro de considerar al adolescentes desde todas sus dimensiones.
Desde esa perspectiva, la adolescencia es una fase de mutación en la que el adolescente pasa por una serie de enormes cambios vitales para convertirse en adulto, y mientras esto sucede, este adolescente está cargado de angustia o pleno de indulgencia. Es así, como la fase de la adolescencia se prolonga según las proyecciones que los jóvenes reciben de los adultos y la sociedad en cuanto a límites de exploración. Entonces, los adultos deben estar ahí para ayudar a los adolescentes a entrar en las responsabilidades y evitar que se conviertan en sujetos que carecen de criterios a la hora de afrontar distintas problemáticas de un contexto. Asimismo, las personas secundarias juegan un papel importante en la educación de los jóvenes durante este periodo. Aunque no estén encargadas de dar dicha educación, todo lo que hacen puede favorecer la expansión de la confianza en sus fortalezas para superar sus temores o al contrario; estimular el desaliento y la depresión.
Adolescencia y vida sexual
Dolto (1990) menciona el imaginario que tienen los adolescentes que no han asumido una vida sexual a través de la masturbación. Imaginario que asumen ante su incomodidad con la realidad adulta por falta de confianza en sí mismos, donde la masturbación se convierte en su aliciente y a la vez en una trampa, trampa porque descargan nerviosamente y tienen mayor dificultad para asumir la realidad, y vencer esas deficiencias imaginarias que han sido fomentadas por frases inapropiadas. Sin embargo, como esa satisfacción se produce desde la imaginación carece de fuerza para ir en busca de la realidad. En esa medida las relaciones amorosas se convierten en espacios donde los jóvenes pueden experimentar toda clase de sentimientos en pro de una persona que les ayude hacer ellos mismos. Según Dolto (1990), el hecho transcendental que marca la ruptura con el estado de la infancia es la posibilidad de disociar la vida imaginaria de la realidad; el sueño de las relaciones reales. Lo que quiere decir que los adolescentes se conviertan en figuras que permitan construir proyecciones sólidas desde los distintos ámbitos que conforman su vida. Es así como la familia seguirá siendo el eje fundamental en la consolidación de sueños y metas sin olvidar que los adolescentes son los que deciden su caminar.
El adolescente como ser transformador
Finalmente, la adolescencia se convierte en la etapa en la que los adolescentes necesitan aclarar fenómenos cotidianos que les permitan crear proyecciones a futuro. Enmarcadas por el diálogo continuo con sus padres, quienes deberán ser emisores de reflexiones permanentes en favor de la construcción de un joven capaz de transformar su realidad y la del entorno en el que vive. Es decir, que la interacción con los otros juega un papel esencial en la consolidación de la personalidad del adolescente. Interacción que debe darse en la base del respeto que permite aceptar gustos e intereses que ayudan a reconocer características peculiares que tienen los y las adolescentes. Aceptando herramientas indispensables que les posibilitan estructurar su vida, asumiendo que son ciudadanos del mundo que no pertenece sólo así mismo, a su familia, a sus amigos, etc., pues lo que realizan y dicen afectan un colectivo. En ese sentido la familia seguirá siendo un punto de partida en la etapa de la adolescencia. Ese punto de partida deberá consolidarse en el diálogo, el respeto y la confianza, teniendo en cuenta que son jóvenes que están tomando distintas miradas que les permitirá construir la suya. Sin temor hacer juzgados por no continuar con las expectativas que los padres tenían sobre ellos. Todo lo contrario, sus decisiones deberán ser tomadas como materia prima a la hora de afianzarse como sujetos de derechos, capaces de expresar pensamientos y sentimientos a favor suyo y de su comunidad. En otras palabras, reformadores del universo al que están inscritos. La única herramienta clave para que esto sea posible es el proceso de comunicación caracterizado por un aprendizaje recíproco que pone a prueba todos los factores sociales y culturales de los que están permeados adolescentes y padres.
Bibliografía
Dolto, F. (1990). La causa de los adolescentes. Barcelona, S. A. Seix Barral.
https://www.psicoactiva.com
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