Aquí estoy, frente al espejo, observándome y sintiéndome. Forzando esta situación, que de otra manera, me cuesta tanto… En silencio, me observo a través de la imagen que me devuelve y me veo. Una combinación de lo mismo y lo diferente de cada ser humano, pero siempre auténtica e irrepetible, así eres tú, así soy yo.
Me dispongo a viajar hacia lo más recóndito de mi ser, para sincerarme conmigo y darme todo el amor que tantas veces se me olvida y espero que sean otros los que me lo ofrezcan en mi lugar, decepcionándome porque no sucede de la manera y la forma que yo pretendo.
Y es que, ya lo decía Oscar Wilde “La mejor historia de amor es la que se tiene con uno mismo”
Me quiero como soy
He buscado este momento a solas conmigo para decirme lo que nunca me he dicho y comienzo:
-Me quiero… – me suena raro e indescriptible, pero continúo, será la falta de costumbre y habrá que ponerle más entusiasmo.
-¡Me quiero!
Me quiero porque soy una persona única e irrepetible, no hay nadie como yo, al igual que no hay nadie como tú. Podremos tener algunas cosas en común, pero no somos iguales entre nosotros.
Me quiero, al igual que quiero todo aquello que sale de mi y lo que contengo, aunque haya veces que sea poco consciente.
Me quiero como soy, con mis virtudes y mis defectos, mis cualidades potenciales y aquellas que aun tengo que pulir.
Me quiero a mí, y con ello van implícito, que quiero a todo mi cuerpo, como es y lo que puedo hacer con él. Lo que percibo, lo que escucho, lo que siento, lo que saboreo y lo que huelo.
También quiero a mi mente, a todos los pensamientos que se originan en ella y los sentimientos que nacen, cualesquiera que sean.
Me quiero y me acepto, para así poder dar paso a conocerme de la forma más sincera y sutil que puedo. Y así, poder buscar las soluciones con esperanza y valor, para cada una de mis dificultades, si es que se puede, sino acepto las posibilidades infinitas que la vida me quiera presentar.
«El amor propio es la fuente de todos los amores.»
-Pierre Corneille-
Quererse como aprendizaje
Al quererme, he aprendido a ver las crisis y los problemas como oportunidades, no como estancamientos. Observo lo que sucede, lo que pienso y cómo me siento, y luego me gusta hallar el aprendizaje que contienen, responsabilizándome de ello.
Me quiero, y por ello sé que dentro de mí se encuentran todos los recursos e instrumentos que necesito para sobrevivir. Solo tengo que descubrirlos, más allá de mis resistencias, y si no los encuentro, los aprendo.
Me quiero y quiero a mis emociones. A la alegría, la culpa, la tristeza, el miedo, a todas las que experimento porque sé que cada una de ellas me está indicando algo para seguir conociéndome, para seguir trabajándome y experimentado la vida.
Me quiero, no solo a mí, sino también a mis sueños, ilusiones, esperanzas y retos. Soy consciente de que todo forma parte de mi ser. Mis aciertos, pero también mis errores; quizás no podía hacerlo de otra manera debido a mis circunstancias, pero siempre puedo buscar alternativas si la situación lo requiere.
Me quiero y por ello no me comparo, porque no me sirve de nada. Comparar personas o situaciones resulta inservible. Ni yo he pasado por lo que tu has vivido ni tu por lo mío, y desde ahí puedo decir que las situaciones por lo tanto, son diferentes. Cada uno las vive desde sus experiencias.
Me quiero, aún sé que hay aspectos que no conozco de mí misma, pero estoy dispuesta a descubrirlos y a construirlos.
Me quiero, de la forma más sincera y real que existe, incondicionalmente. Por ello me cuido, me perdono y me permito disfrutar de mí misma.
Me quiero y cuando me quiero, puedo quererte a ti, a él, a ella y al resto…
Gema Sánchez Cuevas
Atrévete a ser feliz.
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