lunes, 23 de septiembre de 2019

Bloquear experiencias por miedo a sufrir


Poner barreras y bloquear experiencias es una de las estrategias habituales que usamos para evitar el malestar que estas nos generan. La mente humana moderna ha evolucionado, más que para hacernos sentir bien, para ayudarnos a sobrevivir a los peligros.


Hace cien mil años, las necesidades esenciales de las personas eran la comida, el techo y la posibilidad de reproducirse, claro que nada de esto tiene mucho sentido si estamos muertos. Por tanto, la prioridad de nuestro cerebro era buscar aquello que pudiera hacernos daño y evitarlo.

En psicología a esto se le denomina reforzamiento negativo. Se trata de un fenómeno que explica por qué evitar las consecuencias desagradables o peligrosas es una conducta que se ha mantenido en nuestro repertorio.

Evitamos constantemente el miedo

Quien no arriesga, ni sufre ni pierde, y es muy difícil que gane. Así, las personas nos estancamos, nos conformamos y aprendemos a adaptarnos intentando evitar el inevitable miedo. Por ejemplo, tendemos a bloquear experiencias por miedo a sufrir, ignorando que ese miedo que tratamos de esconder buscará formas alternativas de manifestarse.

Esto no quiere decir que repudiemos el miedo. Es una emoción básica que nos ayuda a identificar y responder ante amenazas. Partimos de la base de que, si queremos vivir una vida plena, tendremos que aceptar al miedo en nuestra paleta de emociones.

En este sentido, un miedo muy común es el temor al dolor. El miedo al dolor nos conduce a evitar situaciones que lo provocan. Lo que ocurre, es que nuestra mente no siempre es buena separando lo que crea nuestra imaginación de lo que sucede en realidad. Por contra, la buena noticia es que con entrenamiento cognitivo podemos mejorar en este sentido.

«Para las fronteras de miedos, pasaporte de ganas».
-Raquel Beck-

Bloquear experiencias y la ilusión de control

Russ Harris, en su libro la trampa de la felicidad, explica, desde la base de la terapia de aceptación y compromiso, cómo intentamos controlar nuestras emociones y la ilusión de control en la que, por el camino, podemos caer. Los pensamientos, emociones y sensaciones físicas tienen mucho menos poder del que les otorgamos.

Algunas personas tienden a bloquear experiencias que generan malestar porque les hacen volver sobre recuerdos dolorosos, generando por el camino una buena dosis de ansiedad. Sin embargo, esta solución es más un parche o una tirita que una forma de afrontamiento efectivo. Nos puede rescatar en un momento dado, igual que la negación, pero como estrategia sistemática y estable en el tiempo es un seguro de sufrimiento (sí, ese que pretenden evitar).

«El que mira afuera sueña, el que mira adentro despierta».
– Carl Gustav Jung-

Estrategias de control habituales

Tenemos por un lado las estrategias de huida, que nos llevan a escapar o resguardarnos de determinados eventos privados.

Resguardarse o escapar de situaciones o actividades que podrían causarnos pensamientos o sentimientos desagradables. Por ejemplo, abandonar una reunión social con el fin de evitar sentimientos de ansiedad.
Distraernos de nuestros pensamientos y sensaciones, poniendo nuestra atención en otro lado. Por ejemplo, si estamos aburridos o ansiosos, comer un helado o salir de compras. Si estamos preocupados por un examen, pasarnos la tarde viendo la televisión.
Desconectar o insesibilizarnos, para lo que intentamos olvidar nuestros sentimientos y pensamientos; casi siempre usando alguna medicación, drogas o alcohol.
Por otro lado, están las estrategias de lucha que suponen luchar contra los eventos privados e intentar dominarlos.

Suprimir directamente los sentimientos y pensamientos indeseados. Ocurre cuando expulsamos a la fuerza los pensamientos inoportunos que llegan a nuestra mente o los empujamos a lo más profundo de nosotros.
Discutir con nuestros propios pensamientos e intentar racionalizarlos.
Intentar hacernos cargo de nuestros pensamientos y sentimientos. Por ejemplo, cuando nos decimos a nosotros mismos «¡anímate!»
Intentar obligarnos a nosotros mismos a sentirnos de otra manera. Por ejemplo, cuando nos culpabilizamos o nos criticamos.
Un trabajo habitual en psicoterapia es tomar consciencia de su uso y buscar otras formas más adecuadas de gestionar nuestras emociones, pensamientos y sensaciones físicas.

«Hay dolores que matan, pero los hay más crueles, los que nos dejan la vida sin permitirnos jamás gozar de ella».
-Antonie L. Apollinarie Fée-

La diferencia entre poner límites y bloquear experiencias.

En mayor o menor medida, todos utilizamos métodos de control para gestionar el malestar. El problema no es su uso, sino el abuso o mal uso; cuando los usamos en momentos en los que no funcionan o cuando su uso manipula, de manera errónea, nuestra escala de prioridades. Esta viñeta de Domm Cobb refleja cómo estrategias similares pueden proyectar al futuro situaciones muy diferentes.

Pero, ¿ocurre siempre esto? Hemos de decir que este grado de control va a depender del tipo de experiencia que nos aceche en cada momento y de la importancia que tenga para nosotros. Cuando nuestros pensamientos son menos intensos, gozamos de un mayor control que cuando son turbadores. Igual que también tendremos mayor control cuando tendemos a bloquear experiencias que no son demasiado importantes para nosotros.

Poner límites saludables en nuestro mundo interior es recomendable para mejorar la gestión de nuestro mundo interno. En este sentido, es clave trabajar en nuestro autoconocimiento.

Además un aspecto psicológico a tener en cuenta y que nos puede ayudar a construir una vida con sentido es aprender a experimentar lo que la vida nos ofrece sin evaluar y juzgar constantemente, adoptando una postura de aceptación.

Rocío García Garzón

Atrévete a ser feliz.

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