Escribo esto pensando en bastantes casos que he conocido de personas que siguen aferradas a sus sueños infantiles -y eso que ya la edad actual les ha demostrado que son imposibles de realizar-, o que son tan imposibles que ya dejaron de aportar ilusión, ánimo, una meta, y se han convertido en el principal motivo de un sentimiento de fracaso.
Lo voy a exagerar para que se vea mejor –aunque en realidad no es tan exageración y acaba siendo común-. Hay jovencitas -y mujeres con edad de ser ya maduras mentalmente- que siguen esperando un Príncipe Azul. Idealizaron tanto el amor y a quien iba a ser su pareja que se ha convertido en algo imposible de que llegue a suceder: no existe lo que soñaron. Y si aparece un Príncipe Azul Claro o Celeste ya no les sirve, porque no es lo suficientemente azul. Y no existen los Muy Azules, lo garantizo. Algunos son Azules a ratos, o más Azules que la mayoría, o durante más tiempo. Pero no son siempre Azules. Ni son Príncipes de cuna. En esa obstinación por encontrar la perfección absoluta –negándose a aceptar la realidad- se engañan y se pierden la opción de conocer una persona real, de carne y hueso.
Este mismo asunto de los sueños imposibles de realizar lo podemos encontrar en quienes en su infancia querían ser cirujano, piloto de aviones, modelo, estrella de la canción con Grammy incluido, o la más bella del mundo, y ahora, cuando ya son adultos/as, comprueban que no se ha realizado su sueño, y sin ser conscientes de que los sueños en su origen son fantasías, imaginaciones desbordadas, o solamente tienen una posibilidad entre mil millones de convertirse en realidad, se sienten fracasados porque no se cumplió algo que era prácticamente imposible de cumplir. De este modo, lo que aparentaba ser algo tan bonito -un sueño- se convierte en una pesadilla, en el origen de una grandiosa frustración.
Hay que revisar a menudo y a fondo eso que creemos que son nuestros sueños –que tal vez no sean nuestros sino del niño que fuimos, o del adolescente que fantaseaba-, y hay que preguntarse si ese sueño es una utopía, es un imposible del todo, si todavía sigue siendo el sueño/deseo que en algún tiempo fue o ya no lo es. O si hay que desecharlo o modificarlo actualizándolo. Esto quiere decir que si hay que descartar un sueño –la realidad siempre está por encima de los sueños- se puede cambiar por otro, se puede transformar para que se convierta en uno con posibilidades de realizarse, o se pueden aplazar hasta otro momento en que tenga más posibilidades.
Y conviene vigilar los sueños también desde otros puntos de vista, porque a veces uno se queda en el sueño para no afrontar su realidad. ¿Se deja en manos de los sueños lo que es una responsabilidad personal?, ¿se espera que se realice por sí solo lo que necesita ser hecho por uno?
No es necesario abandonar los sueños, pero sí hace falta comprobar que siguen teniendo la magia con la que se crearon, que se mantiene viva la ilusión por ellos, y que tienen posibilidades AUTÉNTICAS de poder convertirse en realidad. Si no llegan a convertirse en realidad, como ya quedó dicho, serán origen de una gran sensación de fracaso y de grandes frustraciones. Así que… es mejor no auto-engañarse con ellos.
Abandonarlos a tiempo no es una derrota sino una victoria.
Te dejo con tus reflexiones…
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